La sangre, consideraciones historicas e ideologias relacionadas
Autor: Dr. Guillermo Murillo-Godínez | Publicado:  27/04/2010 | Historia de la Medicina y la Enfermeria , Hematologia y Hemoterapia | |
La sangre, consideraciones historicas e ideologias relacionadas .4

El ACD fue sustituido, en 1963, por la solución con fosfato, CPD (38) (citrato, fosfato, dextrosa) que permitía almacenar la sangre por 28 días; este último a su vez fue reemplazado por el CPD-A (39) (CPD-adenina) en 1965 y, por el CP2D-A (citrato, fosfato, doble dextrosa-adenina) y, desde 1980, se utiliza el CPDA-1, que permite almacenar los eritrocitos por 35 días, a 1 a 6°C. La sangre se recolectaba a través de agujas de acero y tuberías de hule; desde la década de 1960, se introdujeron las bolsas de plástico en lugar de los frascos (botellas) de vidrio con tapón de goma (caucho) (86), lo que hizo posible centrifugar la sangre total y con ello iniciar el empleo de fracciones específicas, con la consiguiente optimización en el uso de esta; por ejemplo, en 1965, Judith Pool, descubrió los crioprecipitados, al observar que, si el plasma fresco congelado se descongelaba en el refrigerador, el precipitado que se formaba, contenía más concentración de factor VIII, que el plasma fresco precongelado (la globulina antihemofílica había sido descrita en 1937, pero, el plasma no concentrado, era la única fuente (86)); por otra parte también fueron importantes el desarrollo de la centrifugación y el sistema de fraccionamiento con etanol y frío por Edwin J. Cohn y Cols. y, el de la plasmaféresis por Jack Latham (52,79,86).

En esa misma década, se estableció la necesidad de emplear calentadores de sangre (40) ya que se determinó que los pacientes en estado de choque, con frecuencia, morían no por el daño tisular de este estado sino, por la transfusión, a través de una línea central, de grandes volúmenes (>6-8 U/hr). Ya desde 1999 se calculaba que la demanda mundial para transfundir, crecía a un ritmo de 7.5 millones de litros al año (9,19,23,31,32,43); en 1980 se transfundieron en los EUA unos 10 millones de unidades de concentrados de hematíes, la cifra ascendió a 12.2 millones en 1986 y, descendió a 11.4, en 1997 (42); actualmente (2008) se transfunden en ese país, anualmente, más de 13 millones de unidades lo que equivale a la administración de una unidad cada 0.39 segundos (94), por lo que se han investigado substitutos de la sangre (37) tomando en cuenta que sólo un 4-5% de los donantes potenciales, donan sangre alguna vez (42).

La terapéutica transfusional moderna debe considerarse como un trasplante de tejido de vida corta y autolimitada (41); actualmente, constituye el trasplante de tejido más exitoso y más frecuentemente utilizado (aparte de los trasplantes de órganos sólidos, en donde se considera, a los de hígado y riñón, como los más exitosos, en fallas a 5 años (77)), aunque, puede tener complicaciones inmunológicas (como la lesión pulmonar relacionada con la transfusión (42), considerada como una entidad clínica particular, hasta 1985 (33,34)), metabólicas e infecciosas, de gravedad diversa, entre el 5 a 20% de los casos (32,33). Los donadores de sangre pueden ser al azar (transfusión indirecta) o escogidos por el paciente (transfusión directa o dirigida). Para reducir la posibilidad de complicaciones infecciosas, teóricamente, es preferible la segunda; sin embargo, esta, ha sido cuestionada por razones técnicas y éticas (38, 39). Los excesos en materia transfusional persisten: en un hospital canadiense, en 1992, se encontró que se transfundieron, injustificadamente, entre 33 y 72% de los pacientes (86).

La transfusión en México (46):

Matías G. Beistegui (1816-1852) y Francisco J. Vértiz (1818-1850) hicieron la primera transfusión exitosa en un caso de hemorragia puerperal, en 1845 (hay quien afirma que, la primera transfusión en México, la realizó Martínez del Río, también, en un caso de hemorragia puerperal (55)). Manuel Carmona y Valle (1832-1902) publicó, en 1858, sus resultados de transfusiones teniendo como donantes a palomas y conejos y, como receptores, a perros. En 1874, el inmigrante polaco, Ladislao de Belina Swiontkowski (1840-1890) junto con Pablo Martínez del Río (1809-1882) y, junto con Lavista y, Liceaga, respectivamente, realizaron dos transfusiones exitosas. Liceaga y, Segura, hicieron una transfusión en octubre de 1874. Aniceto Ortega (1825-1875) hizo una transfusión en agosto de 1875. Varios médicos mexicanos siguieron realizando transfusiones, en el resto del siglo XIX: en junio de 1878, Francisco Martín (1837-1905) y Guillermo Dávila; en 1880, Manuel Gómez Portugal; en 1881, Francisco Martín y Francisco Sánchez; en 1883, Manuel S. Iglesias; en 1894, Cayetano Padilla y, en 1899, Arnulfo Fernández. Por los mismos años, también lo hicieron, José Ma. Vértiz (1812-1876) y, José Ma. Barceló y Villagrán (1819-1872). En 1983 al reconocerse la epidemia de SIDA, se identificó a la transfusión como la segunda causa de infección por lo que, en 1985, el CONASIDA, delineó estrategias: en mayo de 1986, se estableció la obligatoriedad de las pruebas serológicas; en mayo de 1987, se prohibió la comercialización de la sangre; en 1988, se inició la instalación de Centros Estatales de la Transfusión Sanguínea, para replicar a nivel local, las actividades del CNTS; no obstante, en 1988 hubo 121 casos de infección por VIH, secundarios a transfusión; además, existe falta de cuantificación de otros efectos adversos de la transfusión, se desconocen, por ejemplo, número de infecciones bactrianas, errores de compatibilidad ABO, accidentes hemolíticos y no hemolíticos, falta de equipo adecuado, etc.; desde 1996, se creó en el INCMN “Salvador Zubirán”, un plan de estudios para la formación de médicos transfusionistas y, en el 2001, se llevó a cabo el primer diplomado de medicina transfusional dirigido al personal de enfermería (86).

Transfusión e ideologías:

En la Biblia (43), sobre todo en el Antiguo Testamento, se hace referencia específica a la naturaleza y disposición de la sangre en: Génesis 9:4 (44); Levítico 3:17 (45), 17:10(46) y 17:12-14(47); Deuteronomio 12:23-24 (48) y, Hechos 15:20 (49) (12); de éstos versículos bíblicos se deriva la no aceptación de las transfusiones por parte de los Testigos de Jehová, so pena de contaminar su alma, lo que los llevaría a perder la posibilidad de ingresar al cielo (13,19,81) (oficialmente, desde 1945, bajo la presidencia de Nathan Homer Knorr -1905-1977- (58)) lo cual ha dado origen a conflictos ético-médico-legales (14,19,50,51) que incluso han propiciado casos fatales (15,57,82), pero, también, a la investigación en la búsqueda de alternativas (16,17,45). Por su parte, en la Iglesia católica, la donación de sangre para transfusión, no sólo es permitida, sino, vista de buen grado (78).

Los grupos sanguíneos se emplearon con fines ideológicos y étnicos durante la Segunda Guerra Mundial cuando se relacionó el grupo A con la "inteligencia" y el grupo B con los judíos (los nazis repudiaban las transfusiones de donantes no arios). Todavía en 1950, las leyes en Louisiana y Arkansas, prohibían transfundir a un individuo blanco de un donante negro, sin su consentimiento (9,19,81).

La sangría:

La sangría y la transfusión, aunque parezca extraño, no constituían ideas opuestas; cada una tenía sus indicaciones (81). Era razonable suponer que si la sangre era el alma, debería ser asiento favorito de los espíritus malignos y, una forma apropiada de sacarlos y, sanar al enfermo, era extrayéndole parte de la sangre (81). La sangría era practicada para dejar salir la “sangre mala” y, restaurar el equilibrio de los humores, con lo que se esperaba la vuelta del paciente a la salud (79). Existían tres etapas en toda enfermedad: el cambio en las proporciones humorales causado por factores externos o internos; la reacción del organismo ante esa alteración, manifestada por la fiebre o "ebullición"; y la crisis final, en la que la alteración acababa con la eliminación del humor que estaba en exceso, o con la muerte; de la necesidad de la eliminación del humor, derivó el concepto de la sangría (84).

Todas las civilizaciones practicaban la sangría: los babilonios, los egipcios, los hindúes, los chinos, los griegos, los aztecas, etc. (81) y la practican hasta la fecha en algunas regiones (Norteamérica, Amazonas, Perú); por ejemplo, los Dakotas, realizan procedimientos curativos a base de aplicación de ventosas (84). Algunos rastrean el origen de la sangría en la observación de la menstruación, en la que el síndrome premenstrual, remitía al presentarse la hemorragia. Se consideraba que la mujer, con cada ciclo lunar, vertía el exceso de sus impurezas al exterior, a través de la menstruación; por eso, en Levítico 15,18-28 (50), se hacen todas las consideraciones con respecto a la impureza de la menstruación, de las metrorragias y, del coito en ésas circunstancias (81).

Entre los mayas, la sangría se practicaba como una especie de desagravio (26). A lo largo de la historia los médicos sangraron a sus pacientes por decenas de afecciones; ponían a “ventilar una vena” ante cuadros de: fiebre (como la amarilla; durante la epidemia de 1793 en Philadelphia, Benjamín Rush (1745-1813) (51), el “príncipe de los sangradores”, rechazó la teoría del contagio y combatió la enfermedad con sangrías (24,29)), reumatismo, jaqueca, hipertensión arterial, melancolía, neumonía e, incluso, ante las posesiones diabólicas (30). En Roma, Claudio Galeno, adoptó la sangría como un mecanismo para curar enfermedades y llevar adelante purificaciones. De acuerdo con la teoría del animismo, se indicaba en donde había que hacer una sangría y, bajo que signo astrológico había que hacerla; de ninguna manera se hacía cuando la luna y las mareas estaban en su apogeo (días egipciacos). Se aseguraba (Las mil y una noches) que el mejor momento para la sangría era, en el menguante lunar (tercer cuarto de la fase lunar, ya que "los líquidos reumáticos se multiplican menos y, fluyen en menor grado", en esta fase (25)), con buen tiempo y, de preferencia, el 17 del mes y, en martes (22,27,81).


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