El docente. Un desafio en el proceso de transformacion educativa a traves del desarrollo comunitario
Autor: Prof. Marlene Isabel Medina Azócar | Publicado:  12/04/2011 | Otras Especialidades , Articulos | |
El docente. Un desafio en el proceso de transformacion educativa de desarrollo comunitario .2

Se requiere acometer un trabajo intenso que propicie que los estudiantes vinculen los contenidos con la vida, con la práctica social, de modo que las clases pasen de un mero acto de transmisión de conocimiento a una práctica reflexiva donde el alumno construya y propicien satisfacción y provecho.

Es importante resaltar, que la educación de un país es capaz de lograr en buena medida de quiénes son, qué pueden y están dispuestos a hacer sus docentes. Adoptar esta perspectiva implica entender el "diagnóstico" en educación sobre todo, de lo que hay y es posible: éste es el verdadero punto de partida para la acción, la movilización y el cambio. Es claro el papel que tiene ahora la educación: ser el medio que equilibre los avances científicos y la esencia de lo humano, promoviendo así, individuos íntegros conscientes de su trascendencia y, por lo tanto, responsables con las nuevas generaciones.

Para ello, es indispensable contar con profesionales de la educación que sean gestores de este nuevo perfil de cambio, que sean capaces de definir sus objetivos, así como la forma de llegar a ellos; que sean referentes congruentes con el ser y el pensar, pero, sobre todo, sembradores de esperanza. El desafío está planteado y no es menor; los cambios son profundos e imparables y requieren de una visión analítica y reflexiva para no poner en juego el futuro de la escuela y la sociedad.

La mayor parte de los países de América Latina han comenzado profundos e integrales procesos de transformación de sus sistemas educativos que tienen algunos aspectos en común. Uno de ellos se refiere al contexto. En todos los casos, ocurren en escenarios rápidamente cambiantes, afectados por la emergencia de la sociedad de la información y del conocimiento, la articulación a la economía mundial y la reapertura de la oportunidad de desarrollo democrático.

Precisamente una de las razones que induce esos procesos de transformación es la toma de conciencia de las características de ese cambio de escenario y de la potencialidad de la educación como factor de crecimiento económico, oportunidad de construcción de mayor equidad social y consolidación de la democracia (CEPAL-UNESCO, 1992).

La Conferencia Mundial de la UNESCO realizada en París en octubre de 1998 considera a la Educación, el pilar fundamental de los derechos humanos, de libre acceso, sin distinción de raza, credo o estrato socioeconómico. De allí que la transformación educativa se vea como un proceso clave para responder a las nuevas necesidades de una sociedad del conocimiento y para detener los procesos de desintegración social.

Se trata de generar una educación que prepare para la vida en un proceso productivo cambiante cuyas fronteras no serán las de un país sino las del mundo, donde se requerirá más iniciativa que docilidad, más creatividad que orden. Las exigencias del nuevo proceso productivo se entrelazan con las virtudes ciudadanas de democracia y participación. En un número importante de países de América Latina se han iniciado procesos de reforma educativa que abarcan aspectos cuantitativos y cualitativos, entre los cuales Venezuela forma parte.

El proceso de transformación de la educación básica venezolana se encuentra dirigida a la consolidación de una sociedad humanista, democrática, protagónica, participativa, multiétnica, pluricultural, plurilingüe e intercultural; en un Estado democrático de derecho y de justicia, cuyos principios están definidos en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV) de 1999, la cual orienta el proceso de refundación de la República como fin supremo del Estado y plantea la formación de un ciudadano y una ciudadana con principios, virtudes y valores de libertad, cooperación, solidaridad, convivencia, unidad e integración, que garanticen la dignidad y el bienestar individual y colectivo.

Por ello establece la educación integral para todos y todas como base de la transformación social, política, económica, territorial e internacional y se ha planteado como reto una mejor comprensión del proceso de enseñanza-aprendizaje y garantizar una educación de calidad. La reforma educativa trata esencialmente de adaptar la estructura y funcionamiento del sistema a las transformaciones producidas en la sociedad, para lograr un mayor nivel en la enseñanza y más ajustada a las demandas sociales.

Al respecto Albornoz (2000), señala: “La educación representa uno de los pilares fundamentales en el desarrollo socio-económico de un país, el cual exige y reclama una educación que ofrezca al hombre la oportunidad de amoldarse con éxito a las experiencias de la época” (p.48). En este sentido, sobre la base de la concepción de Simón Rodríguez acerca de la educación, vista como un proceso colectivo e integrador y, a la sociedad, como una gran escuela formadora de ciudadanos y ciudadanas; la Educación se define como un proceso político y socializador que se genera de las relaciones entre escuela, familia y comunidad; la interculturalidad, la práctica del trabajo liberador y el contexto histórico-social, la cual promueve un saber significativo dentro del ámbito del desarrollo del ser.

Frente al dinamismo del cambio social la escuela ha mantenido una estructura rígida y estática donde la escuela se erige en un centro del quehacer teórico-práctico, integrado a las características sociales, culturales y reales del entorno, en el cual los actores sociales inherentes al hecho educativo dialoguen, reflexionen y discutan sobre el sentir, el hacer y los saberes acumulados, para construir conocimientos más elaborados que den respuesta a la comunidad y su desarrollo.

Esta relación entre ciudadanía y educación requiere revisar el modelo pedagógico tradicional que no favorece la participación y en ocasiones constituye un obstáculo al acceso del ciudadano a su plena madurez y al ejercicio de sus libertades. Igualmente, algunas prácticas educativas las cuales producen una fragmentación de la identidad del sujeto al negar sus referentes éticos, estéticos, físicos, étnicos y simbólicos. Lo cual supone una significativa ruptura ética (Esté, 1996).

Bajo estos parámetros y con una visión focalizada, el docente mediante su labor diaria tiene un papel de vital importancia para fomentar en los estudiantes el cuidado y protección del entorno comunitario, así como fortalecer sentimientos de pertenencia hacia el lugar de origen, teniendo la posibilidad real de formar hombres auténticos, demócratas, críticos, participativos, que valoren y optimicen su contexto físico y social. Sólo un educador que facilite la participación, practique la democracia, propicie la oportunidad para disentir, plantee una verdadera situación de aprendizaje cimentada en la ruptura de la relación de poder que hasta ahora se da en nuestras escuelas, estará moldeando los valores y la personalidad de los ciudadanos que el país necesita, pasaría así a ser un constructor de voluntades.

El docente, por lo tanto, debe repensarse en el nuevo contexto socio-cultural y político, por consiguiente debe replantearse el rol del docente en la escuela y su capacidad socializadora debe ser redefinida a la luz de una visión que conciba el proceso educativo en términos integrales. Un rol que estimule el desarrollo de un ser humano capaz de comprender y transformar su realidad.

El Art. 104 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, reza: "La educación estará a cargo de personas de reconocida moralidad y de comprobada idoneidad académica." Más adelante al referirse al trabajo docente lo describe como "...elevada misión" y obliga al Estado a establecer leyes que regulen el ingreso, promoción, permanencia en el sistema educativo y evaluación de méritos sin injerencia partidista o de cualquier otra naturaleza no académica.

Los cambios políticos e institucionales que caracterizan a la Venezuela de hoy, obligan a los ciudadanos venezolanos dedicados a la docencia, a replantear su rol en los centros educativos y en la sociedad. Su elevada misión, definida por la Carta Magna, debe enmarcarse dentro de los nuevos paradigmas o doctrinas que inspiran los textos legales.

El docente no puede ignorar estos nuevos planteamientos, y seguir implementando una práctica pedagógica tradicional, basadas en relaciones de poder, aún y cuando los cambios han sido establecidos en los diferentes textos legales, allí se sigue observando resistencia por parte de muchos docentes para establecer la relación escuela-comunidad que permita resolver los problemas inherentes a la misma y mejorar la calidad de vida de los educandos, padres y/o representantes y la comunidad en general, el quehacer docente se encuentra integrado por actores que en su mayoría reflejan desmotivación por el cumplimiento de sus funciones, dando la impresión de considerar su trabajo como algo ajeno, donde el mismo se ocupa más en su situación administrativa laboral que en la esencia de su quehacer, como lo expresa Morán (1999), “La problemática laboral de los trabajadores de la educación influye en su desempeño y estorba en muchos casos sus posibilidades de participar activamente en acciones de formación y superación académica.”(p. 38).


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