Historia de la Fiebre Amarilla en Cuba y en las Americas. ¿Quien fue Carlos J Finlay?
Autor: Dr. Marco J. Albert Cabrera | Publicado:  14/02/2007 | Medicina Interna , Medicina Tropical , Enfermedades Infecciosas | |
Historia de la Fiebre Amarilla en Cuba y en las Americas. ¿Quien fue Carlos J Finlay? 2.

En realidad sobre la misma hay ciertas dudas, a diferencia de la que apareció en 1699 en Charleston y Filadelfia, las que sí se reconocen como las primeras indiscutidas y específicas de Norte América. Desde este momento la fiebre amarilla se presentó más de una vez en diferentes puntos del territorio de la Unión. Reseñar con exactitud las epidemias que hubo en todo este vasto territorio que se extiende desde la zona ecuatorial hasta cerca de los límites más altos de la templada, no es posible.

 

La presunción más generalizada es que el hontanar de la enfermedad estaba en Yucatán y el golfo de Campeche, en Darién, Portobelo y Cartagena, y que desde allí pasó a las islas caribeñas, de las cuales la irradiación más intensa y sostenida era desde Barbados. Cuba sorprendentemente permaneció mucho tiempo inerte, en tanto se recrudecían las eclosiones del mal amarillo en Santo Domingo, Jamaica, Martinica y Guadalupe. En la zona Norte fue Charleston, también Florida y Nueva York. En 1715 se extendió por estos lugares una epidemia cuya mortalidad se apareja con la peste de Londres de 1665.


A pesar de la fama de tierra malsana que se imputa a Veracruz, de la que se asegura que más de una vez fue transferida a otro sitio por esta causa, no consta que hubiera fiebre amarilla hasta 1699, importada por un barco inglés que transportaba un cargamento de esclavos.

 

A lo largo de su historia ha adoptado un sinnúmero de sinonimias que han ido unos tras otras desapareciendo. En Cuba predominó fuertemente la de Vómito Negro, debido a que así tituló Tomas Romay su Disertación. Con ese nombre se conoció también la violenta epidemia que penetró por Cádiz en 1730 que se supuso procedente de Suramérica y que se mantuvo 8 años, propagándose ampliamente por el Continente Europeo. Entre septiembre y octubre causó unas 22,000 muertes.

 

Un hito muy significativo en la historia de la fiebre amarilla lo constituyó la que tuvo lugar en 1762, por marcar el último año en que se produjo un brote de considerable extensión y gravedad en la mayor parte de la zona amarilógena de América, resultado de la presencia de grandes contingentes de marinos ingleses que invadieron el Caribe con el deliberado fin de apoderarse de La Habana. Esta fue la acción más importante política y militar que engendraron las guerras entre Inglaterra y España.

 

En Charleston hubo también un brote, un año antes, que fue calificado de fiebre infecciosa biliosa sospechosa de ser fiebre amarilla. Esta se extendió de modo que coincidió con la de Filadelfia y Nueva York, los tres centros más activos de fiebre amarilla en América del Norte. En Filadelfia fue devastadora con una tasa de mortalidad superior a 20 diariamente.

 

El punto de partida de estos brotes que estallaron simultáneamente con el de La Habana, se originó en las Indias Occidentales, sin poderse precisar en qué isla, pero sin duda en una de las colonias británicas.

 

La casi desaparición de la forma urbana por la destrucción del vector y la inmunización por la vacuna, han obrado contra la continuación de las investigaciones de su origen y sus interrelaciones con la selvática. El conocimiento de las mismas no arroja aún definiciones concluyentes. (6)


La fiebre Amarilla en Cuba:


La fiebre amarilla, fue entre todas las endemias que azotaron la isla, la más impresionante y espectacular, la que más temor provocaba entre los colonizadores, con el consabido retardo para el progreso del país. Como muy elegantemente la ha descrito un historiador, en un paralelo que traza con la peste, o plaga del medioevo europeo, dice que si aquélla cabalgaba cual jinete gigantesco, en caballo negro, ésta la hacía sobre bestia amarilla, ocasionando la muerte a aquéllos que osaban trasponer el Océano. (1)


En Cuba se reportan las primeras manifestaciones de FA en 1620 y l

a primera epidemia oficialmente reconocida data de 1649, que tiene el récord  histórico la mayor tasa de mortalidad entre las epidemias que afectaron la isla, calculada por el doctor Jorge Le Roy en 121 72 por mil. (1, 5) Así se mantuvo de forma endemoepidémica por más de 250 años.

El 7 de octubre de 1648 el Gobernador de la Isla informa al Cabildo que le consta que hay noticia cierta de que en la Villa de San Francisco de Campeche había muerto mucha gente de la que allí residía de la enfermedad contagiosa de peste... y que había pasado a Mérida... y se dio orden para que no entrase dentro de él ni saltase de la gente que en él venía, ninguno a tierra... y se le hizo proseguir su viaje a Puerto Rico". Las medidas precautorias no libraron a la ciudad de la epidemia, y el contagio se esparció entre los habitantes. El clímax más violento se produjo en La Habana en los meses de Agosto y Diciembre donde alcanzó el 78,8 % de todas las defunciones ocurridas en ese año.

A juzgar por la denuncia que se hace de encharcamiento de las aguas, se cree que fue una temporada lluviosa, las calles eran de tierra, con el consabido saldo favorable para la procreación de larvas y mosquitos. La atención médica de la población, como ya era de rutina, estaba a cargo de algunos cirujanos y muy escasos médicos. (6)

En esta epidemia fueron diezmados también las pocas fuerzas médicas con que contaba la villa de La Habana. Fallecieron los cirujanos Pedro Estela, Jacques de Sandoval y Jorge Venjes Gualcar y los médicos Antonio Paz Gutiérrez y Juan de Estrada, que ejercían desde 1638 y 1639 respectivamente.


En 1652 se repitió otra epidemia en La Habana, que se extendió a toda la isla. En 1658 hubo una violenta presencia de la enfermedad en Bayamo y masivas irrupciones en 1693 en La Habana y en 1695 en Santiago de Cuba. Entre los siglos XVI y XVII la isla estuvo afectada principalmente por frecuentes y catastróficas epidemias de viruela, a las que se sumó la fiebre amarilla a mediados del XVII. Desde entonces ambas enfermedades fueron de la mano sembrando el terror con profundas repercusiones demográficas y económicas, que tuvieron su reflejo también en el aspecto social.  (5)

Principalmente desde el año 1649 en que la epidemia fue más extensa, esta enfermedad hizo presa de la población de nuestra isla en forma endemoepidémica, manteniéndose durante los siglos XVII, XVIII, XIX y principios del siglo XX, hasta el año 1909 en que la enfermedad se extinguió del territorio nacional. (1, 4)


Doscientos ochenta y nueve años tuvimos que padecer la fiebre amarilla, hasta que el genio del Dr. Carlos J. Finlay y de Barrés al descubrir el vector transmisor el mosquito Stegomya fasciata (Aedes aegypti), facilitó la consecución de las grandes medidas de saneamiento ambiental general que posibilitaron que ya en el año 1909 no tuviéramos más casos. (4)


Carlos J. Finlay y los estudios sobre el vector trasmisor de la  Fiebre Amarilla:


Los estudiosos del tema han planteado un elemento muy razonable : el vector transmisor de la enfermedad no existía en América al arribo europeo, fue introducido años después desde las costas de África Occidental, donde si pertenecía al ecosistema del lugar y formaba parte del ciclo de infección.


Esta especie de mosquito viajó a través del Océano Atlántico dentro de los barcos negreros. Este detalle demuestra que en América no podía existir la forma urbana de la enfermedad, pues faltaba uno de los elementos de la cadena epidemiológica. Por lo tanto los brotes que existieron anteriormente fueron de fiebre amarilla selvática  donde los vectores de la transmisión del virus son especies diferentes. Estos brotes estaban justificados por la estrecha relación en que vivían los pueblos o comunidades precolombinas con la naturaleza, con la selva, donde si estaban presentes todos los elementos de la cadena epidemiológica de la enfermedad.


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