Desarrollo de la conducta criminal de niños, niñas y adolescentes
Autor: Lic. Anaid del Valle Marcano Benavides | Publicado:  29/05/2012 | Medicina Forense y Legal , Pediatria y Neonatologia , Articulos | |
Desarrollo de la conducta criminal de niños, niñas y adolescentes .3

Éste es un proceso complejo que va evolucionando lentamente y se logra de manera idónea cuando existe la tutela de los representantes y es más óptima si se encuentran ambos progenitores, este desarrollo humano se lleva a cabo en cuatro dimensiones que son interdependientes de manera considerables ya que cada área requiere de la otra, estas dimensiones son: desarrollo físico, cognoscitivo, emocional y social.

El desarrollo físico, cognoscitivo, emocional y social, tienen influencias que son determinantes en el desarrollo de una persona psicológica y socialmente sana. El desarrollo físico se refiere a las bases genéticas del desarrollo; el crecimiento físico de todos los componentes del cuerpo, desarrollo motor, los sentidos y los sistemas corporales y se relaciona con temas de salud, como nutrición, sueño, abuso de drogas y funcionamiento sexual.

El desarrollo cognoscitivo incluye todos los cambios en los procesos intelectuales del pensamiento. Las influencias tanto hereditarias como ambientales en el proceso de desarrollo. El desarrollo emocional se refiere a una variedad de sentimientos, emociones y temperamentos. El desarrollo de uno mismo y de la autonomía, las perturbaciones emocionales y la conducta de representación. Y el desarrollo social se basa en el proceso de socialización y el desarrollo moral.

Según el desarrollo de las dimensiones estas se inician con el periodo prenatal que comprende el proceso de desarrollo que tiene lugar entre la concepción y el nacimiento, durante estos primeros meses el organismo es más vulnerable a las influencias ambientales tanto negativas como positivas que en cualquier otro periodo de crecimiento.

En la infancia de los dos primeros años de vida, el niño se apega a los miembros de la familia y otras personas que lo atiendan, aprende a confiar o a desconfiar y a expresar o reprimir amor y afecto. Aprenden a expresar sentimientos y emociones básicas y desarrollan cierta independencia y sentido de sí mismo. Manifestando considerables diferencias de personalidad y temperamento.

En la niñez temprana de 3 a 5 años, empiezan a desarrollar un autoconcepto así como identidad, adquieren roles de género y se muestran interesados en jugar con otros niños. La calidad de la relación padres e hijos es importante en el proceso de socialización que tiene lugar en este periodo. Durante la niñez intermedia de 6 a 11 años el logro académico adquiere una importancia vital, lo mismo que un ajuste exitoso con los padres. Tanto el desarrollo psicosocial como moral proceden rápidamente. La calidad de las relaciones familiares sigue ejerciendo una gran influencia sobre los ajustes emocionales y sociales.

En la adolescencia de los 12 a los 19 años ocurre la preparación para ingresar al mundo de los adultos. Una tarea psicosocial importante de esta etapa es la formación de una identidad positiva. A medida que los adolescente buscan una mayor independencia de los padres, también desean un contacto, sentido de pertenencia y compañía de sus pares.

En tal sentido, la niñez y la adolescencia son las etapas más importantes del desarrollo integral de él, y de allí la decisiva influencia de los padres que traerá consigo el advenimiento de hombres y mujeres de bien.

Descomposición social y su influencia en el desarrollo humano

El origen de la conducta criminal en la sociedad venezolana es complejo, y el mismo es atribuible a diversos factores hegemónicos que se circunscriben casi por exclusividad en el seno del núcleo familiar y en cuyo escenario se fermentan toda una gama de conflictos que van desde aquellos que gravitan en la incomunicación de los integrantes de la misma, hasta aquellos inherentes a la violencia de los mismos lo cual se convierte en uno de los elementos asimilados por los infantes a la hora de establecer las necesarias interacciones con sus semejantes.

La gama de problemas que se derivan de la incomunicación o comunicación fracturada entre los integrantes de cualquier comunidad trae consigo consecuencias notables que se traducen en la reproducción de relaciones conflictivas, en la cual la agresión pasa a convertirse en un poderoso medio para hacerse entender e interactuar sin considerar casi en lo absoluto los derechos de los demás, ocasionando como es de esperar buscar la satisfacción individual en detrimento de los derechos y bienestar de la otredad.

Para comprender la complejidad de la conducta violenta y criminal que se ha gestado en el grueso de la población infantil y adolescente es necesario, dirigir la mirada acuciosa a los condicionantes potenciales de la misma y, en este sentido De Freitas (2010) plantea que:

Debe realizarse, entonces, una especie de disección social, para observar desde allí que esas formas de expresión de la violencia se ramifica en una trama tan amplia, que pareciera no tener fin. Hablamos así de violencia urbana, violencia de género, violencia familiar, violencia psicológica, violencia política, violencia cotidiana o estructural, y hasta violencia simbólica, entre otras, reconociendo apenas una parte de este complejo tejido (p.5).

De esta manera es comprensible que la conducta criminal está consustanciada en elementos previos que la van consolidando, concretamente en la violencia objetivada en todas sus manifestaciones. En dichas expresiones del comportamiento humano hostil el niño va adquiriendo los patrones actitudinales carentes de valores, principios y sentido común, reproduciéndose así tanto los actos violentos enriqueciendo con ello la conducta criminal por excelencia.

Ahora bien, las conductas violentas y criminales que se observa a nivel individual y en los distintos grupos sociales que buscan satisfacer sus necesidades por otros medios que no sean los mecanismos regulares, refleja una realidad de la cual es difícil escapar dada la naturaleza compleja y dinámica de las causas potenciales que la generan, sin olvidar que aun cuando coexisten los mecanismos jurisdiccionales para su control el problema se agrava inexorablemente como consecuencia del franco deterior de las funciones de la familia y de la sociedad.

En sociedades cimentadas en una cultura de la corrupción producto de las bondades que brinda la gran burocratización los individuos o grupos sociales recurren a ciertas conductas no deseadas que violan o pasan por encima de los canales regulares en el caso de los organismos públicos y privados utilizan tráfico de influencia a través del amiguismo u otros, y en casos sobrados se hace uso de la extorsión y el chantaje, vicios de la sociedad venezolana que en caso extremo se observa en una degeneración social, aun peor, ya que determinados grupos sociales por sus ambiciones de poder y riquezas desmedida utilizan mecanismos más deplorables y violentos como el robo, el asalto, la violación, el secuestro, entre otros, que para colmo de males se encuentran con entes del estado que por omisión o complicidad resguardan su conducta inadecuada.

Lo anterior es un minúsculo panorama de una realidad de la sociedad venezolana que ha hecho de la violencia, de la corrupción y de la conducta criminal una costumbre, poniendo de manifiesto la agresión sin freno para todo tipo de acciones a llevar a cabo, legitimizándose así la misma. A esto hay que sumar otro elemento clave que nutre progresivamente la violencia y la criminalidad, es decir la llamada crisis por la que atraviesan las instituciones socializadoras del colectivo humano, la cual acentúan el déficit en el cumplimiento de los roles socializadores.

La institución educativa y la institución familiar también se ve afectada por esto y como son vértices fundamentales de la calidad de la estructura social se observa su deterioro en las realidades especifica que vive cada niño, niña y adolescente que demuestra la ausencia de valores definidos, de esperanzas y autenticidad debilitando los vínculos que se forman en el individuo que deberían ser adquiridos por él y por los demás.

La institución educativa no escapa de esta degeneración social y se observa en Venezuela que la cantidad de instituciones educativas existentes no satisfacen la demanda poblacional cada vez más creciente, la mayoría de estas instituciones no cuentan con una infraestructura adecuada, debido a la falta de mantenimiento, a la negligencia de sus directores y docentes así como del estado que no envía a los planteles los recursos necesarios a tiempo para su buen funcionamiento.

Por otra parte, el grupo docente no siempre cuenta con las competencias idóneas para ejercer su cargo, tampoco poseen con los recursos necesarios para llevar a cabo un proceso de enseñanza, reciben bajos sueldos, se encuentran en condiciones de trabajo deplorables, y además tienen hasta más de 40 alumnos en un aula cuando el número debería ser 20. Todo esto merma la calidad de la enseñanza en Venezuela afectando negativamente al alumno.

El docente desmotivado y con afectada autoestima refleja en clase y en su trato diario con los estudiantes su descontento convirtiéndose en un modelo significativo poco apropiado para el alumno, el educando que asiste a las instituciones educativas en la mayoría de los casos es un niño o niña con falta de motivación y estimulación hecho que aunado a lo antes expuesto incide negativamente en su desarrollo cognoscitivo, emocional y social que por una causa u otra o todas a la vez pierde el deseo de seguir estudiando ocasionando ausentismo, bajo rendimiento, repitencia, falta de prosecución hasta llegar al abandono por parte del niño, niña o adolescente de la escuela y que sí el mismo no encuentra en su hogar apoyo y ayuda terminará abandonando el sistema educativo (PNUD, 1998).

Es aquí donde la institución familiar reclama a la escuela las fallas, por sus incumplimientos con la sociedad en general, sin considerar que las responsabilidades son compartidas a manera de un contrato tácito, ya que es en la familia donde está la crisis que afecta más al desarrollo social. Es en el entorno familiar donde los individuos aprehenden sus primeros valores de cohesión social, los primeros abc éticos, luego, en consecuencia, la desarticulación del núcleo familiar acarrea severas consecuencia en la formación elemental de los individuos. Ninguna sociedad sobrevive a una crisis de la institución familiar sin pagar un alto costo en conflictos tales como la criminalidad, el desarraigo y la violencia.


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