Para quienes sienten temor por las extras que padecen durante el ejercicio, recomiendo la siguiente prueba (sólo si se tiene un cierto nivel físico)
Subirse a una cinta de correr y después del preceptivo calentamiento, aumentar gradualmente la velocidad hasta el punto que cueste mantener una conversación fluida. Aguantar en ese punto lo que prudencialmente se pueda y comprobar que no hay extra que valga.
En mi caso, cuando mi ritmo cardiaco cambia bruscamente (comienzo a subir una escalera con rapidez desde un estado de reposo, o paso de andar a correr intensamente de forma brusca) se producen extras de forma inexorable. En cambio, una vez que el corazón va a velocidad de crucero, las extras ya no tienen cabida.
Tengamos en cuenta pues, la intensidad del esfuerzo que realizamos. No es lo mismo andar, aunque sean 10 kilómetros, que esprintar, aunque sean 200 metros. Sin duda, durante una caminata de esa distancia sentiremos extras, en cambio en un verdadero esfuerzo, no hay extras que valgan. Lo mismo ocurre nadando, Helena. Yo también disfruto con la natación, pero no es lo mismo hacerse 2000 metros a croll con un ritmo pausado (ejercicio similar a andar), que 100 metros mariposa a toda pastilla. Te puedo asegurar que en el segundo caso no vas a sentir extra alguna, pues aunque se produjeran, pasarían inadvertidas.
El problema se manifiesta en nuestro corazón, pero no se origina ahí. Así que si queremos combatirlo, vayamos a su origen y no a su manifestación.

Un saludo,

Carlos.


Editado por Carlos2601 (30/01/09 04:53 PM)