Alzheimer. Etiopatogenia
Autor: Dr. P. García Férriz | Publicado:  11/06/2009 | Geriatria y Gerontologia , Neurologia | |
Alzheimer. Etiopatogenia.2

Para demostrar una determinada investigación científica, es necesario encontrar un encadenamiento de hechos que se relacionan entre sí, desde el primer al último eslabón; y que la causa de estos fenómenos sea la misma. La causa es confirmada cuando, al desaparecer, quedan automáticamente eliminados los distintos efectos que de ella dependen.

 

Como se sabe, cada glándula endocrina posee mecanismos peculiares para regular la existencia de una secreción basal, por lo general constante. Esta secreción, en determinadas circunstancias, puede aumentar o disminuir ante estímulos químicos o nerviosos, especialmente de estos últimos.

 

El sistema nervioso actúa también como regulador endocrino. Determinados territorios hipotalámicos regulan la secreción hormonal hipofisaria, gracias al normal funcionamiento de la electricidad que reciben. Cuando el hipotálamo no recibe corriente eléctrica, el sistema hormonal sufre una grave alteración funcional. En estas condiciones, todas las glándulas endocrinas quedan seriamente afectadas por falta de actividad neuroquímica de la hipófisis.

 

Por otra parte, la carencia de electricidad en el tálamo repercute también en las células del cerebro. Por esta causa, las células se van atrofiando lenta y progresivamente. El cerebro va perdiendo volumen y peso. El peso normal del cerebro en el hombre es de 1.200 gramos, y el de la mujer de 1.000 gramos. En estas condiciones electroquímicas, al cerebro le sucede lo mismo que a las extremidades del parapléjico: estas quedan paralizadas al no recibir corriente eléctrica suficiente para poder mantener con normalidad su habitual energía mecánica y química. Como vemos, sin electricidad no puede haber actividad química ni mecánica. Así pues, se demuestra que la unidad funcional en el organismo se mantiene a merced de dos grandes mecanismos: el hormonal y el nervioso (eléctrico).

 

Por ejemplo, las hormonas vertidas en la sangre se diluyen o se transforman, confiriendo a los plasmas cualidades particulares ante las cuales el sistema nervioso reacciona de un modo particular. Y estas reacciones nerviosas son las que, descargándose en los efectores, originan las características respuestas fisiológicas. Pero siempre, como vemos, por mandato eléctrico. Todas las glándulas endocrinas poseen una doble innervación motora: la parasimpática y simpática. El mandato eléctrico en dichas glándulas es riguroso y a la vez bien regulado.

 

En tal sentido, la hipófisis ofrece una particularidad: los demás órganos endocrinos reciben filetes postganglionares (simpáticos), emanados del ganglio cervical superior; pero, además, tiene otra inervación no venida de un ganglio periférico, sino directamente de neuronas vegetativas hipotalámicas.

 

Así pues, hipófisis e hipotálamo, constituyen el primer eslabón de la cadena. El segundo eslabón lo forma la disfunción de todas las glándulas endocrinas. Y el tercer eslabón corresponde a los múltiples efectos patológicos emanados del amplio sistema endocrino. Estos afectan al sistema neurovegetativo y al sistema nervioso central, especialmente al cerebro. Todos estos eslabones rigurosamente encadenados, son producidos por la atrofia o inhibición de las células de los parénquimas ováricos y testiculares como consecuencia de la avanzada edad. Como más adelante veremos, estos eslabones (efectos) dependen de una misma causa: el parasimpático.

 

Aportamos una prueba más: “Los centros de inervación de las glándulas incretoras entran en juego por impulsos aferentes muy diversos; pero su actividad se despierta también por la acción directa de hormonas, mostrando una vez más la citada influencia mutua que se establece entre los órganos endocrinos descritos y el sistema parasimpático”.

 

Es posible (así lo creemos) que la causa de la ausencia eléctrica en la hipófisis y en el hipotálamo, radique en el siguiente fenómeno: como se sabe, “las células normales y las nerviosas están encargadas de nutrir a los nervios motores; si dichas células se inhiben o se atrofian, los nervios afectados mueren”. Si esto fuese la causa de las disfunciones del hipotálamo y de la hipófisis, ¿qué factor o causas pueden provocar la inhibición o atrofiamiento de las células correspondientes a los centros vegetativos del sistema nervioso central (SNC)? ¿Por qué se produce el bloqueo eléctrico progresivo en dichos centros? Más adelante lo exponemos con el estudio de la teoría electrohormonal (página 16). En dicha teoría describimos y concretamos lo mejor que nos ha sido posible el mecanismo íntimo de la producción del Alzheimer, basado en distintas fases.

 

Pero antes, debemos recordar la decisiva importancia que tienen en dicha patología las hormonas hipofisarias, de las que a continuación nos vamos a referir brevemente.

 

3. Hormonas hipofisarias

 

Son producidas en los lóbulos anterior y medio de la hipófisis. El lóbulo posterior es el reservorio de tales hormonas y un regulador de su paso a la sangre. La hipófisis está regulada y controlada por el hipotálamo. Pero hay muchos puntos interesantes que vamos a exponer de forma ordenada, teniendo como base a la central vegetativa, que está constituida por la neurohipófisis, el tronco cerebral (encefálico), el tálamo y el córtex.

 

Desde los trabajos de Machmansohn se sabe que la formación de la acetilcolina es un proceso intracelular íntimamente ligado al impulso nervioso. Como dicha hormona se produce en las mitocondrias, al cesar la actividad eléctrica (impulso nervioso), forzosamente dejan de producirla y también el ATP, que es vital para la actividad celular. Ante este panorama, ¿qué actividad podría ejercerse en los centros vegetativos del SNC sin el impulso eléctrico? De lo que se deduce que si el parasimpático carece del impulso eléctrico (nervioso) necesario, la acetilcolina no puede hacer acto de presencia en el cerebro. Y esto es precisamente lo que sucede en la enfermedad de Alzheimer, al no poder haber sido excitadas las mitocondrias.

 

A continuación vamos a efectuar un breve comentario sobre los centros vegetativos del tronco cerebral, por su importancia neurofisiológica en el proceso de la enfermedad de Alzheimer. Constituye una región de tránsito entre el vegetativo y el encéfalo.

 

4. Centros vegetativos del tronco cerebral

 

Corresponden al parasimpático. Regulan la actividad del músculo liso de las vísceras y glándulas de la cabeza, cuello, tórax y abdomen, hasta la flexura cólica izquierda del colon. A partir del colon, los elementos reciben las fibras nerviosas del parasimpático sacro.

 

El tronco encefálico representa la zona de transición entre la médula, los hemisferios cerebelosos y el cerebro, y también constituye la vía de los influjos activadores del hipotálamo y del córtex cerebral, por intermedio del tálamo.

 

Consideramos necesario especificar a continuación los centros vegetativos, no sólo los del tronco cerebral, sino también los centros vegetativos del diencéfalo y los centros vegetativos de la médula espinal, que intervienen en la enfermedad.

 

1.     Centros vegetativos del diencéfalo. Comprende:

 

a) Centros talámicos.

b) Centros hipotalámicos. Están en la base del cráneo.

c) Centros corticales. Son discutidos, pero sin duda existen (Latarjet).

 

El diencéfalo vegetativo o central vegetativa se relaciona con el córtex (por intermedio del tálamo), con el tronco cerebral (encefálico) y con los elementos neuroendocrinos (neurohipófisis). Desde el punto de vista de la conducción eléctrica, le dedicamos al tálamo una especial atención.

 

2.     Centros vegetativos del tronco encefálico.

 

Corresponden al parasimpático. Regulan la actividad del músculo liso de las vísceras y glándulas, etcétera, que acabamos de mencionar al referirnos a los centros vegetativos del tronco cerebral. Atención, pues, al parasimpático.


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