Alzheimer. Etiopatogenia
Autor: Dr. P. García Férriz | Publicado:  11/06/2009 | Geriatria y Gerontologia , Neurologia | |
Alzheimer. Etiopatogenia.8

En este estudio, el Método que empleamos para la investigación, la Teoría y las Pruebas, nos ha ayudado mucho para hacer más comprensible y convincente esta investigación, que, dicho sea de paso, está repleta de múltiples dificultades.

 

Nuestra vía de investigación la iniciamos siguiendo los preceptos metafísicos, es decir, buscar la causa o causas que puedan dar origen a la temible enfermedad de Alzheimer.

 

Empecemos por la edad. Se han descrito numerosas epidemiologías por cualificados investigadores. Todas ellas coinciden en que la edad avanzada es el factor común y esencial. Y, a mayor edad, mayor porcentaje de padecer dicha enfermedad, que suele aparecer casi por igual en ambos sexos.

 

La lógica nos dice, y nos hace recordar, que con el tiempo todo envejece. Nuestra maquinaria humana no puede ser una excepción. Y dentro de este envejecimiento tenemos a los centros vegetativos del sistema nervioso central (SNC), especialmente a las pequeñas glándulas endocrinas, hipófisis, hipotálamo e hipocampo. Estas glándulas, al ir envejeciendo lenta y progresivamente, van aumentando su correspondiente disfunción. Cuando estas disfunciones son bastantes acusadas y ostensibles, los efectos son demoledores.

 

Anteriormente ya hemos expuesto (incluso de forma reiterativa) dónde, por qué y cómo se inicia la enfermedad. Todos los cuadros clínicos que se conocen se basan en secuencias derivadas de una misma etiopatogenia. De aquí, que surja la teoría electrobioquímica o electro-hormonal.

A pesar de ello, aún no existe un medio específico para poder hacer en vida un ajustado y preciso diagnóstico: sólo nos vale el estudio necrópsico. Pero la reflexión, la lógica, incluso en sentido común, nos ayudan a conocer con certeza el lugar y los elementos que los ocupan. Junto a estos elementos, hay que mencionar al sistema nervioso parasimpático, que está íntimamente ligado al sistema nervioso central. Los centros vegetativos del tronco cerebral corresponden también al parasimpático. De aquí que su patología influya en las actividades químicas de las tres glándulas mencionadas.

 

Al disminuir ostensiblemente la corriente motora en el cerebro, quedan afectadas todas sus áreas motoras: área 4 de Brodmann, el área motora parapiramidal, áreas extrapiramidales y el área motora extrapiramidal de las fibras temporopónticas (fascículo de Turck-Meynert) (Fig. 3). También queda afectado el hipocampo. De las células de este, salen fibras que dan lugar a un sistema conocido como fórnix (forma de arco), que se conecta con el hipocampo del otro hemisferio y, especialmente, con los tubérculos mamilares y los núcleos habenulares. Es un componente funcional importante del sistema límbico.

Hechas estas breves consideraciones, creemos interesante esbozar determinados apuntes que exponemos a continuación.

 

8. Conjeturas

 

En toda investigación científica, cuando el origen del mal es desconocido, es normal y lógico que se promulguen y se prodiguen muy distintas hipótesis.

 

Las hipótesis, son como unas excelentes pinceladas pictóricas en cuyo cuadro aparecen también puntos oscuros, indefinibles. Toda hipótesis que presente carencia de dudas debe ser aceptada y profundizar en ella hasta encontrar el punto que sea capaz de determinar el origen de un determinado proceso con la máxima claridad y precisión.

 

Para demostrar el origen de una determinada enfermedad hay que encontrar la causa. La causa se demuestra definitivamente cuando al desaparecer el factor causante, desaparecen todos los efectos que de ella dependen. Sin electricidad, como se sabe, no hay acciones químicas. En cambio, cuando la causa vuelve a reaparecer, los mismos efectos brotan nuevamente. Como un ejemplo de ello recordamos aquí a los hemipléjicos: presenciamos varios casos de hemiplejía en los que desaparecieron todas las hiperqueratosis que padecían. Hemos visto con asombro cómo reaparecían las mismas hiperqueratosis en estos enfermos al conseguir mediante un adecuado tratamiento la recuperación funcional de la extremidad afectada. La corriente electromotriz ha vuelto a recuperar su normal neurofisiología. El ejemplo es sencillo, pero no exento de importancia científica. Este proceso lo consideramos como una buena prueba. Las células gliales han vuelto a ser excitadas.

 

¿Qué sucedería si se consiguiese la recuperación neurofisiológica en el diencéfalo (hipotálamo y tálamo) y en la hipófisis? Ante esta pregunta, no vemos nada más que una respuesta: sucedería lo mismo que en el caso de los hemipléjicos o parapléjicos.

 

Las aplicaciones del electroshock (electrochoque) que se han dado y publicado, han demostrado que todos los enfermos experimentaron una mejoría; pero una mejoría transitoria, de poca duración, mientras surtían los efectos provocados por la aplicación eléctrica exógena. Al durar breve tiempo la electricidad, la mejoría es también breve.

 

Los centros hipotalámicos constituyen un conjunto de importancia primordial. Quizá el más importante de todos los centros vegetativos, de los que anteriormente hemos hecho referencia.

Existen numerosas células vegetativas en las regiones subtalámicas posteriores, lo que demuestra una vez más las relaciones que existen entre el vegetativo y el SNC. Por sus conexiones, el diencéfalo vegetativo desempeña una actividad de coordinación sobre el conjunto de los centros subyacentes.

Por lo tanto, se puede concebir que el diencéfalo vegetativo represente la central vegetativa relacionada con el córtex por el intermedio del tálamo, con el tronco encefálico y los elementos neuroendocrinos (neurohipófisis y glándula pineal). (Fig. 4)

Hecha esta breve descripción neurofisiológica, nos inclinamos a plantear con la máxima sencillez y claridad posible cuantos conceptos consideremos interesantes y viables, y que a continuación exponemos con los fundamentos científicos.

 

 

9. Fundamentos científicos finales

 

En la enfermedad de Alzheimer, como en el cáncer y otras muchas enfermedades, el sistema nervioso tiene una indiscutible y poderosa influencia. En esta patología, sólo nos interesa la neurofisiología del parasimpático. ¡Atención al parasimpático!

 

Las terminaciones nerviosas del parasimpático correspondientes a los aparatos genital y urinario, no reciben de sus células la aportación química necesaria para que esta sea transformada en energía eléctrica. Es decir, que las células de dichos órganos no pueden nutrir a los nervios que de ellos parten. Y cuando un órgano, incluido el nervio, no se alimenta, ese órgano se va desnutriendo de forma lenta y progresiva. Aquí podríamos aplicar el “principio de Mayer” que consiste en el “principio de la conservación y transformación de la energía”. En este caso concreto podría afirmarse que “si no hay energía química, no hay energía eléctrica ni mecánica”.

 

Ateniéndonos a este principio vemos cómo se produciría dicha enfermedad: los nervios del parasimpático, que son mixtos, conducen su electricidad por vía sacra (Fig. 2 y 5); y a través de las fibras de asociación medular (corredor celular) conectan con el bulbo raquídeo. Del bulbo raquídeo, la electricidad pasa por el puente de Varolio y pedúnculos cerebrales; y de aquí, a todos los centros vegetativos del sistema nervioso central (SNC). Y a este proceso hay que sumarle el factor edad, que es la principal causa.

 

Como la desnutrición nerviosa va en aumento, los nervios pierden su energía conductora. La intensidad eléctrica va disminuyendo lenta y progresivamente; la hipófisis y el hipotálamo van padeciendo de unas disfunciones cada vez más alarmantes, hasta el extremo de que su inactividad funcional repercute tanto en el sistema neurovegetativo como en el SNC.

 

La hipófisis y el hipotálamo que forman parte del vegetativo están situados en el sistema nervioso central, es decir, en el encéfalo (Fig. 1 y 4). Por ello, no es de extrañar que el tálamo, al no recibir electricidad procedente del parasimpático, no puede aportar al cerebro la corriente eléctrica que recibe directamente de los centros vegetativos del SNC. El cerebro, por tanto, queda también afectado. Y de aquí se derivan otras patologías que entran dentro del cuadro clínico de la enfermad de Alzheimer.


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