Efectos adversos de una elevada ingesta de sodio y proteina. Altos niveles de excrecion urinaria de calcio. Breve revision
Autor: Dr. Luis Caballero | Publicado:  18/10/2011 | Endocrinologia y Nutricion , Articulos | |
Efectos adversos elevada ingesta sodio y proteina. Altos niveles de excrecion urinaria de calcio .2

Una reciente evaluación de infantes brasileños de 6-18 meses, reveló un bajo contenido de hierro y excesivo contenido de sodio en alimentos complementarios preparados en hogares, particularmente en familias de bajo nivel socioeconómico (Portella y col., 2010).

Se ha estimado, que una reducción universal del sodio en la dieta, en 50 mmol/día, podría reducir en 50% el número de personas que requieren terapia antihipertensiva, 22% de reducción de muertes por accidentes cerebro-vasculares (ACV) y 16% de reducción de muertes ocasionadas por enfermedad cardíaca coronaria (WHO/FAO, 2003).

Se halló una disminución de 25% en el riesgo de eventos cardiovasculares, entre los efectos a largo plazo de la reducción de sodio en adultos de 30-54 años de edad, participantes de un ensayo de prevención de hipertensión. Entre los criterios de selección se tomaron, personas con promedio de presión diastólica menor de 89 mm Hg, sin recibir medicación antihipertensiva (Cook y col., 2007). Estos resultados, producto de un seguimiento de 10-15 años, dan un fuerte soporte a la estrategia de reducción de sodio en la población, con miras a prevenir enfermedades cardiovasculares.

La reducción a menos de 5 g de sal al día, es compatible con los programas de yodación de la sal que se llevan a cabo en todo el mundo, es costo efectivo y de gran beneficio a la salud pública (WHO/PAHO, 2011).

Las variaciones en el consumo de sodio llegan a ser extremas, habiéndose reportado ingestas tan bajas como 1 mmol/día en indígenas Yanomamos en el Amazonas del norte de Brasil y sur de Venezuela (Oliver y col., 1975), hasta valores de 385 mmol/día en Corea y las Bahamas (Moser y col., 1959).

Valores tan bajos en la excreción urinaria de sodio en orina de 24 horas: 1 mEq, encontrado en la mayoría de los indígenas amazónicos evaluados, se corresponden con la más baja ingesta de sodio que se halla documentado en la raza humana (Oliver y col., 1975).

Los resultados del estudio INTERSALT en este mismo grupo indígena, corroboraron una bajísima excreción urinaria de sodio (0,9 mmol/24 horas). Se obtuvieron cifras promedio de 95,4 mm Hg y 61,4 mm Hg en la presión arterial sistólica y diastólica respectivamente, presión que no se elevó con la edad. La excreción urinaria de sodio y de potasio se relacionó positiva y negativamente respectivamente con la presión arterial sistólica (Mancilha-Carvalho y Souza e Silva, 2003).

El grupo de investigación INTERSALT, relacionó la excreción urinaria en 24 horas de electrolitos con la presión arterial, en 10079 hombres y mujeres, con edades entre 20 y 59 años, procedentes de 52 centros alrededor del mundo. Dentro de los centros, la excreción de sodio se relacionó significativamente con la presión arterial en los individuos, y en parte esta relación, fue independiente del Índice de Masa Corporal (IMC) e ingesta de alcohol. La excreción de sodio también se relacionó significativamente a través de los centros con el declive de la presión sanguínea y la edad. Así que una baja ingesta de sodio, pudiera tener una influencia favorable en la presión arterial, en cambios en la presión arterial con la edad y por consiguiente en la mortalidad cardiovascular. Las cuatro poblaciones con baja excreción de sodio, tuvieron baja mediana en la presión arterial, baja prevalencia de hipertensión y un decremento o muy leve incremento en la presión arterial con la edad. La excreción de potasio fue negativa e independientemente asociada con la presión arterial en los individuos dentro de los centros, después de ajustar la excreción de sodio, masa corporal e ingesta de alcohol. El Índice de Masa Corporal (IMC) y la ingesta de alcohol, se hallaron positiva y fuertemente asociadas, de forma independiente con la presión arterial en los individuos (Intersalt Cooperative Research Group, 1988). Una ingesta de sodio menor de 100 mmol, mostró en adultos con edad promedio 40 años, una presión sistólica menor en 3-6 mm Hg. Valores altos de sodio en orina, también se asociaron con grandes diferencias en la presión sanguínea en la mediana edad, comparada con la joven adultez (Elliott y col., 1996).

El modelo de dieta DASH, el cual es rico en frutas, vegetales y lácteos bajos en grasa, baja en grasas totales y saturadas, se comparó con una dieta americana típica. La reducción de sodio en ambas dietas redujo la presión arterial. Los seguidores de la dieta DASH tuvieron significativamente, más bajas presiones sanguíneas, aún con diferentes niveles de ingesta de sodio (Conlin, 2007).

En un estudio reciente en chimpancés, se logró después de disminuir a la mitad el contenido de sodio en una dieta alta en sal, mantenida durante dos años y que aportaba 248 mmol diarios de sodio, una reducción de la presión arterial al compararlo con animales que mantuvieron la dieta excesiva en sal (Elliot y col., 2007). Los resultados de investigaciones como éstas, realizadas en chimpancés, han fortalecido la iniciativa de disminuir el aporte de sodio a la población humana.

El exceso de sal afecta las cifras de presión arterial y es un factor de riesgo adicional, especialmente en individuos con demostrada sensibilidad a la sal, y consiste en un anormal incremento de la presión en respuesta al incremento de la ingesta de sal (Sanders, 2009).

Algunos definen la sensibilidad a la sal por dos vías, un decremento de los valores basales igual o mayor a 5 mm Hg en la presión sanguínea promedio consecuencia de un bajo consumo de sodio dietario, o un incremento igual o mayor de 5 mm Hg de la presión sanguínea promedio cuando se cambia de una dieta baja a una dieta alta en sodio (Wilson y col., 1996).

Para otros, la sensibilidad a la sal se define como un incremento promedio en la presión arterial igual o mayor de 3 mm Hg, que puede ser moderado cuando el incremento de la presión es igual o menor de 10 mm Hg y severo si es mayor (Morris y col., 1999).

Pacientes japoneses hipertensos con sensibilidad a la sal, presentaron mayor incidencia de hipertrofia ventricular izquierda y mayores tasas de fatales y no fatales eventos cardiovasculares, comparados con pacientes no sensitivos a la sal (Morimoto y col., 1997).

La ingesta de sal debe reducirse, específicamente en pacientes que presenten formas monogénicas de hipertensión, reducciones en la masa o función renal por causa congénita o adquirida, hipertensión con resistencia a drogas y susceptibilidad étnica. Como la patogénesis, de la morbilidad y mortalidad inducida por la sal es muy compleja, la ingesta de la misma debe reducirse en la población susceptible aún en ausencia de hipertensión (Sanders, 2009).

En relación a la susceptibilidad étnica, se ha demostrado que en la mayoría de americanos normotensos afrodescendientes, la sensibilidad a la sal ocurre cuando el potasio de la dieta es deficiente, situación que mejora cuando se incrementa el potasio dietario (Morris y col., 1999). Varios investigadores han señalado, así como Burnier ha comentado en su editorial, las diferencias étnicas en el manejo renal de líquidos y solutos y su relación con la hipertensión (Bankir y col., 2007; Burnier, 2008).

Uno de los beneficios de la limitación en la ingesta de sal, es la reducción de la producción endotelial del factor de crecimiento TGF-beta1, un regulador de la rigidez arterial, el cual es un factor asociado con eventos cardiovasculares (Laurent y col., 2007).

Una dieta alta en cloruro de sodio, indujo significativamente menores valores de pH y bicarbonato plasmáticos en adultos jóvenes sensitivos a la sal. Resultó curioso que los individuos que recibieron citrato de sodio, aumentaron su pH y niveles de bicarbonato y a diferencia de los que recibieron cloruro de sodio, no presentaron aumentos en la tensión arterial. Ello apunta a una anormalidad en la regulación renal ácido-base en personas sensibles, quienes mostraron mayores cifras tensionales en comparación con adultos resistentes a la sal (Sharma y col., 1990).

La determinación de la excreción urinaria de sodio en orina de 24 horas, es considerado el método estándar de oro para conocer la ingesta de sodio en poblaciones (World Health Organization, 2007).

Por ello, actualmente el CDC desarrolla estrategias y métodos para incorporar la determinación del sodio urinario en la encuesta del NHANES (National Health and Nutrition Examination Survey), lo que ayudará a estimar la tendencia en la ingesta de sodio (Frieden y Briss, 2010).


Ingesta elevada de sodio y excreción aumentada de calcio

Un balance positivo de calcio es particularmente requerido durante las etapas de crecimiento, como los dos primeros años de vida, la pubertad y adolescencia. Estos grupos de edad constituyen poblaciones de riesgo para la deficiencia de calcio, así como las embarazadas, especialmente en el último trimestre, mujeres en lactación, postmenopáusicas y hombres ancianos (FAO/WHO, 2004).

En niñas preadolescentes se evidenció, que el sodio urinario es uno de los más importantes determinantes de la excreción urinaria de calcio. Una baja ingesta de calcio y una relativa alta pérdida de calcio en la orina potenciada por la ingesta de sodio, en una etapa de rápido crecimiento, puede reducir la retención de calcio en el esqueleto con la concomitante reducción del pico de masa ósea. Con estos resultados, los investigadores sugirieron que los requerimientos de calcio para adolescentes deben estar influenciados por la ingesta de sodio (Matkovic y col., 1995).

En chinos adultos de Hong Kong, también se asoció al sodio de la ingesta como principal determinante de la calciuria (Ho y col., 2001).


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