Implicaciones filosoficas de la calidad de vida en pacientes con enfermedad renal cronica
Autor: Dra. Nery Eulalia Jorge Cruz | Publicado:  10/05/2007 | Nefrologia | |
Implicaciones filosoficas de la calidad de vida en pacientes con enfermedad renal cronica.

RESUMEN.

 

Se realiza una revisión acerca de los aspectos filosóficos que están implicados en el mantenimiento de la calidad de vida de los pacientes con Enfermedad Renal Crónica, haciendo referencia a los métodos y nuevas tecnologías que se emplean en los diferentes países, y en particular en el nuestro para lograr que estos pacientes lleguen a una etapa final con una mejor calidad de vida, para lo cual nos propusimos como objetivos: Valorar los aspectos sociales y filosóficos vinculados con la calidad de vida del enfermo renal crónico, y enunciar las alternativas tecnológicas y de apoyo que brinda la sociedad al paciente renal crónico para mejorar su calidad de vida.


Considerándose que  la Calidad de Vida debe ser valorada de forma  multidimensional, donde interactúan la cultura, la sociedad, las condiciones de vida, el contexto ambiental y social, la satisfacción personal, los valores y creencias, asi como la etapa evolutiva de la vida, en la que se encuentra el paciente, de manera general se consideran afectados en el enfermo renal crónico, la Autoestima, la valoración de él como ser social, el sentido de la vida, y la Autonomía, los cuales pueden ser transformados en la medida en que seamos capaces de mejorar el uso de las nuevas  tecnologías.


Existen múltiples asociaciones de enfermos renales crónicos en el mundo para mejorar la calidad de vida de estos pacientes,  muchos e ellos para aliviar los costos que representan las diferentes modalidades de tratamiento.

 

INTRODUCCIÓN:

E
l interés por la Calidad de Vida ha existido desde tiempos inmemorables. Sin embargo, la aparición del concepto como tal y la preocupación por la evaluación sistemática y científica del mismo es relativamente reciente. La idea comienza a popularizarse en la década de los 60 hasta convertirse hoy en un concepto utilizado en ámbitos muy diversos, como son la salud, la salud mental, la educación, la economía, la política y el mundo de los servicios en general.


Hasta los años 60, el creciente interés por conocer el bienestar humano y la preocupación por las consecuencias de la industrialización experimentada por la sociedad, hacen surgir la necesidad de medir esta realidad a través de datos objetivos (relacionados con las necesidades del individuo en salud, educación, etc.) y en términos subjetivos mediante el análisis de la percepción del individuo en cuanto a lo que considera su nivel de bienestar. 1,2

El desarrollo y perfeccionamiento de los indicadores sociales, a mediados de los 70 y comienzos de los 80, provocará el proceso de diferenciación entre éstos y la Calidad de Vida. La expresión comienza a definirse como concepto integrador que comprende todas las áreas de la vida (carácter multidimensional) y hace referencia tanto a condiciones objetivas como a componentes subjetivos. La inclusión del término en la primera revista monográfica de EE UU, "Social Indicators Research", en 1974 y en "Sociological Abstracts" en 1979, contribuirá a su difusión teórica y metodológica, convirtiéndose la década de los 80 en la del despegue definitivo de la investigación en torno al término.1,2

 
En los años 80 el término calidad de vida se adoptó como un concepto sensibilizador que podía ofrecer a los profesionales de distintas disciplinas un lenguaje común y guiar las prácticas de los servicios humanos, más orientados hacia la persona, su autodeterminación y el logro de una mayor satisfacción con su vida (Jiménez, 1998).3

Existe consenso entre los diversos autores que han abordado el tema, que la calidad de vida está relacionada con las necesidades humanas, y que la evaluación de ésta debe hacerse a través de datos objetivos y subjetivos (Moreno, 1996). La diferencia entre los indicadores objetivos y subjetivos determinarían los componentes de la misma del individuo (Palomino y López, 1999). 1, 2,3


A lo largo de los 90 las preocupaciones en torno a la definición y evaluación del concepto tuvieron un mayor carácter metodológico. Superadas estas inquietudes, el siglo XXI se presenta como aquél en que el término calidad de vida no sólo teñirá las intenciones y acciones de individuos que gozan cada vez de mayores posibilidades de elección y decisión y optan por una vida de mayor calidad, sino también la de los servicios humanos en general, que se verán obligados a adoptar técnicas de mejoramiento de sus procedimientos, en la medida que existirá un grupo de evaluadores que analizará sus resultados desde criterios de excelencia como es el de calidad de vida (Croog y Levine, 1989). 1,2,3


Los trabajos de investigación científica emplean hoy el concepto, como un modo de referirse a la percepción que tiene el paciente de los efectos de una enfermedad determinada, especialmente de las consecuencias que provoca sobre su bienestar físico, emocional y social (Lugones, 2002). En las ciencias de la salud los avances de la medicina han hecho posible prolongar notablemente la vida, generando un aumento importante de las personas con enfermedades crónicas, lo que ha llevado a poner especial acento en la Calidad de Vida Relacionada con Salud (CVRS) (Alvares y Badía, 1995). 1,2,3


La CVRS
ha probado ser útil, principalmente como un rasgo de estructura general, dentro de la cual las dimensiones relevantes de la vida y salud se pueden examinar en investigación y prácticas clínicas (Dubos, citado por Croog y Levine, 1989). Su medición se ha utilizado para distinguir diferencias entre pacientes o grupos de pacientes, para predecir resultados en ellos y para evaluar las intervenciones terapéuticas (Bravo y Falache 1993). 1,2,3

A partir de la década de los 80, el concepto fue aplicado en el mundo de las enfermedades incapacitantes, dado que captaba una visión nueva y cambiante sobre las personas con discapacidad (Schwartzmann, 2003). En la medida que la satisfacción con la vida se consideró muy ligada a las posibilidades de tomar decisiones y elegir entre diversas opciones, se abrieron oportunidades a las personas con discapacidad para expresar sus gustos, deseos, metas y aspiraciones y a tener mayor participación en las decisiones que las afectan (Gómez y Sabeh citando a Schalok, 2000) 4

Los avances tecnológicos experimentados en las últimas décadas han llevado a un considerable aumento de herramientas biotecnológicas en salud, en contraste con el lento desarrollo de herramientas vinculadas a los factores o aspectos sociales y humanos involucrados (Velarde y Ávila, 2002). Esto lleva a que se produzca un desequilibrio en la atención de salud, con un acentuado énfasis en el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades y una insuficiente consideración de las consecuencias psicosociales de sus problemas (Rebollo y col., 2000).5


La aplicación de la tecnología previene la muerte prematura, como ocurre con las enfermedades crónicas terminales, pero a su vez sobreviene una serie de problemas que se refieren a las consecuencias de vivir con ellas. Las enfermedades cardíacas y renales reflejan plenamente los problemas de costo y efectos sobre la calidad de vida de los pacientes portadores de estas patologías (Lawrence y Gaus, citado por Croog y Levine, 1989) 6


Neinstein y Schubiner definen las enfermedades crónicas como aquellas que presentan una invalidez permanente o residual, una alteración patológica irreversible, o aquella que requiere períodos de supervisión, observación, atención y rehabilitación prolongados.7


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