Había dado por finiquitada mi intervención en este post, pero creo que la aportación de nuestra amiga Ruchi merece una respuesta.
Empezaré por expresar mi absoluta coincidencia contigo en que la diversidad de opiniones que se vierten en este foro nos enriquece a todos, esa es una de las grandes virtudes del intercambio de opiniones desde el más absoluto respeto hacia las posturas de los demás.
También coincido contigo en que para todo en esta vida hay un término medio. El punto donde el fiel de la balanza está totalmente vertical y los platillos penden a la misma altura, trasladado a nuestro estado de salud física y mental, sería el estado ideal, pero para mí por ahora es una mera utopía. Si sabes cómo lograrlo, por favor, ilumíname, porque llevo muchos años en este mundo y no acabo de cogerle el tranquillo a esto del deseado equilibrio. Estoy seguro que si lo lograra, mis extras pasarían a ser historia, pero ya ves, por mucho que lo intento no acabo de lograrlo. Y ¿sabes qué? Eso no lo arregla un betabloqueante.
Cambias el término estoico por el de absurdo, pues nada, muchas gracias por la parte que me toca, pero creo sinceramente y desde mi particular punto de vista, que estás equivocada. El escudo de la prescripción médica está ya muy manido. Ya hemos desarrollado otros post en este foro donde ha quedado claro que a los médicos hay que bajarlos del pedestal al que algunos se suben. Ellos saben mucho (o al menos se le supone) de medicina, pero quien conoce mi cuerpo soy yo. Por desgracia, en este país quienes dependemos en mayor o menor medida de la sanidad pública debemos coger con pinzas lo que sus médicos nos digan. Hay hechos incuestionables, que no dependen tanto de la sapiencia del galeno como del resultado de determinadas pruebas diagnósticas, pero la mayoría de las cuestiones de trascendencia menor se resuelven con protocolos de actuación que buscan minimizar el tiempo de atención al paciente despachándolo por la vía rápida, aunque para ello se le someta a un tratamiento farmacológico de por vida que pudiera ser innecesario si realmente se estudiara al paciente y se le diera lo que necesita. Te reto a buscar estadísticas, que las hay, de la cantidad de mujeres jóvenes que han sido operadas en este país de apendicitis por lo que realmente era un problema de origen ovárico, o a que hagas algo similar con la cantidad de gente que padeciendo sólo hipertensión de “bata blanca” se han tenido que medicar toda su vida contra un mal que no padecían, teniendo para colmo graves consecuencias esos tratamientos en algunos casos. ¿Y qué decir de las personas que se son tratadas, también de por vida, con fármacos que a decir de algunos “alivian” sus extrasístoles pero no se las curan? Podría seguir exponiendo ejemplos de la imperfección, que no de la inutilidad, de la medicina, pero la prescripción médica en algo que conozco medianamente bien como es el asunto de las extras, no me vale en absoluto. Sin embargo, fíjate bien por favor, digo que no me vale, a mí, que soy el que me expreso a través de estas líneas, sin pretender hacerlo extensivo al resto.
Así, si haces un poco de memoria de los distintos mensajes de este post, verás que en uno de ellos digo lo siguiente:
“Si un betabloqueante o lo que fuera, consiguiera eliminar mis extras, es más que probable que me tiraría de cabeza a tomármelo”
Es posible que con eso tal vez mi nivel de absurdo se vea algo reducido, pues aquí no se habla de estoicismo o de posturas absurdas, sino del comportamiento más lógico y racional. Por eso, creo sinceramente que con la parte que debes de quedarte de mis intervenciones es esta:
“A estas alturas creo que ya está meridianamente claro que todas las opciones que se tomen en la lucha contra las extras son igual de válidas, siempre que nos conduzcan al mejor resultado posible”.
Pero eso sí, debidamente matizada por la siguiente frase:
“Sabiendo como sé que las extras van y vienen, ahora están controladas y después disparatadas, ¿por qué razón voy a pensar que alguna que otra pequeña mejoría se la debo a la medicación si también las tengo sin ella?”
O mejor aún, por esta:
“…no se puede polemizar con este tema, pues es más que probable que los que somos reticentes a medicarnos estemos equivocados”.
En fin, Ruchi, nada es verdad ni es mentira, todo es según del color del cristal con que se mira.

Cordiales saludos,

Carlos.