Una crisis en silencio. La crisis de la sexta decada de la vida. El climaterio masculino
Autor: Dr. José Cukier  | Publicado:  21/10/2008 | Psicologia , Geriatria y Gerontologia | |
Una crisis en silencio. La crisis de la sexta decada de la vida. El climaterio masculino.2

c. En 1911, en la carta del 14 de Marzo a Binswanger, se lo adivina preocupado por la herencia y le dice a éste, "[...] Cuando el imperio que he fundado quede huérfano, ningún otro sino Jung debe heredarlo todo [...],". (Schur, op. cit. T.I, p.379).

En la carta del 16 de Diciembre de 1912, Schur, (op.cit. T. I, p. 394) recuerda un comentario de Freud, "[...] todos ellos (Stekel y Jung en especial) apenas pueden esperar [...]". Es decir, a que Freud estuviera muerto.

 

d. Con "Grande es Diana Efesia", (1911f), denota el interés por la continuidad de la historia y el tema de la inmortalidad. (Su trabajo remite al nombre de un poema de Goethe. Proviene de un capítulo sobre Efeso, de Villes mortes d' Asie mineuse, de F. Sartiaux, (Paris, 1911).

 

e. Cuando Freud escribe Totem y Tabú, (1912-13), tenía 56 años, y se sentía como el padre de la horda primitiva cuando observaba a sus discípulos. Por un lado la necesidad de un sucesor confiable a quien legar. Por otro, las raíces instintivas de la rebeldía y el conflicto edípico, sustentaban la ambivalencia para transmitir el poder y la herencia. Si bien el hombre primitivo estaba incapacitado para concebir y aceptar la muerte, señala que el hombre moderno solo está aparentemente preparado. "[...] Todos le deben una muerte a la naturaleza [...]", (Schur, op. cit, p.445). (Esta cita remite a la observación hecha por el príncipe Hal a Falstaff en, Enrique lV, "Le debes una muerte a Dios", Shakespeare, Acto V, escena l). A Freud se le hace evidente la inevitabilidad de la muerte.

 

f. Cuando Freud desarrolló el tema de "El motivo de la elección del cofrecillo", (1913f), trabajo donde despliega la temática de el Rey Lear, tenía entonces 57 años. Le preocupaba el tema del poder y la herencia. Al respecto, sugiere el Dr. Horacio Etchegoyen que éste trabajo era contemporáneo a las decisiones de Freud acerca de la creación de la asociación psicoanalítica internacional, pero que que tenía sus incertidumbres acerca del legado. Sus dudas estarían dichas en las palabras de Lear. Dice Freud "[...] La creación de las Moiras es el resultado de la intelección que advierte al ser humano que también él es parte de la naturaleza, y por eso está sometido a la inexorable muerte [...] el hombre viejo en vano se afana por el amor de la mujer [...] solo la [...] callada diosa de la muerte, lo acogerá en sus brazos [...]". (S.E. 12. p. 299-301). Schur (op.cit.), opina que en yddisch, idioma que Freud conocía, moira, (mejor dicho "moire"), significa temor y no destino. Se insinúa el miedo, "moire", a la muerte.

 

g. En 1914, en carta a Abraham del 25 de Agosto dice "[...] ¿Qué son las esperanzas, qué son los proyectos, hechos por el hombre débil y perecedero [...]", Schur, (op.cit. T. II, p.436). . Con la cita de Braut von Messina de Shiller se le hace evidente la finitud de la vida.

 

h. En su trabajo "De guerra y muerte temas de actualidad", (1915b), termina el ensayo y dice "[...] Si vis vitam para mortem: si quieres soportar la vida, prepárate para la muerte [...]", refrendando lo que ya se viene configurando de años atrás. . (S.E, 14, p.300).

 

i. En la carta del 16 de Diciembre de 1917 a Fliess, Freud que tenía 61 años y nueve meses, le dice; "[...] de hecho no hay nada extraño en que un hombre de mi edad note la inevitable decadencia gradual de mi persona [...] trabajo espléndidamente todo el día [...] y apenas puedo controlar mi apetito, pero ya no gozo del sueño como solía [...]". (Schur. op.cit. p.469).

 

j. En 1927, cuando Freud tenía 71 años, reflexiona sobre un recuerdo ya lejano, en 1904, cuando se preparaba para ingresar a la cincuentena. Evoca que "siendo ya un hombre maduro" visitó por primera vez la colina de la Acrópolis en Atenas, y el embeleso se le mezcló con un sentimiento de asombro y de incredulidad ante lo que veía, como un intento de desautorizar la realidad. Freud analiza la denegación por culpa ante el padre, y concluye: "[...] parece como si lo esencial en el éxito fuera haber llegado más lejos que el padre [...]". Cuando en 1936, ya anciano, en la carta abierta que le escribe a R. Rolland, (1936a), en ocasión del septuagésimo aniversario de éste, introdujo una prevención acerca de su propia edad y le dice "[...] soy diez años mayor que Ud., mi producción languidece. Lo que en definitiva le ofrezco es el don de alguien empobrecido que 'ha visto antaño días mejores' [...]". Los años mejores se refiere al recuerdo en la Acrópolis (esos restos empobrecidos de la 'gloria de los Antiguos', que remiten al padre). La dicha, quedó empañada por una 'moción de piedad', y agrega en la carta "[...] Y ahora ya no le asombrará a Ud., que el recuerdo de la vivencia de la Acrópolis me frecuentara desde que, anciano yo mismo, me he vuelto menesteroso de indulgencia y ya no puedo viajar [...]". Freud en la cincuentena, tiene una "moción de piedad", expresión de su identificación con el padre, y al ver las ruinas, deniega la realidad y la dicha. Entonces el interrogante "¿Todo esto existe efectivamente tal como lo aprendimos en la escuela?" puede ser una pregunta proyectada al futuro que podría ser así ¿Efectivamente nos volvemos viejos, en ruinas? Esta pregunta es respondida 30 años más tarde; al decirle a Rolland, "[...] anciano yo mismo me he vuelto menesteroso de indulgencia [...]". (S.E. 22. p. 239 a 248). En 1904 no quería ver las ruinas a las que está condenado el hombre, y la desdicha que eso produjo en su ánimo, pero ya se estaba configurando en su mente y proyectado como construcción exterior; el espacio sobre el cual se interrogaba. El espacio de la muerte.

 

4. Consideraciones metapsicológicas acerca de algunas singularidades del climaterio masculino.

 

A. El problema del poder.

 

El estudio del poder requiere de algunas consideraciones previas acerca del trabajo. Freud (1912a), refiriéndose al trabajo, sostiene que ninguna otra técnica de conducción de la vida liga al individuo finalmente a la realidad como la insistencia en el trabajo. La posibilidad de desplazar sobre éste componentes libidinosos, narcisistas y agresivos le confiere un valor indispensable para afianzar y justificar la vida en sociedad. Brinda una satisfacción particular cuando ha sido elegido libremente, o sea, cuando permite volver utilizables mediante las sublimaciones las inclinaciones existentes. La voluntad de poder, es un patrimonio yoico, y la forma más decantada de la tramitación de la pulsión de destrucción y ésta de la pulsión de muerte, Freud, (1924c). El trabajo permite que las aspiraciones homosexuales, sean conducidas a nuevas aplicaciones con sectores de las pulsiones yoicas para constituir las pulsiones sociales, y gestan así la contribución del erotismo a la amistad, la camaradería, el sentido comunitario y el amor universal por la humanidad, Freud, (1930a). El trabajo, como forma de ligadura de la pulsión homosexual evita que la violencia fraterna culmine en asesinato o en práctica homosexual. Pero, ¿qué sucede cuando el contexto social va impidiendo la tramitación de la violencia mediante la inserción laboral? ¿Qué sucede, cuando la transformación en la voluntad de poder se pierde, y deja de ocupar un lugar que tenía una investidura narcisista muy alta? La respuesta requiere reflexionar acerca del doble valor que puede reconocer el trabajo.

 

a) El trabajo ligado a una forma genuina de tramitación pulsional.

 

Aunque claudique la inserción laboral, el trabajo continúa toda la vida con alternativas de salida creativas. Puede perderse la posición relacionada con el poder sobre otro, con todo lo que éste plano implica como forma de tramitación de la propia hostilidad, pero conservando el poder interior. Este poder interior es un derivado del trabajo psíquico y de una armonía pulsional. Provee un estado de bienestar. El ejercicio del poder "sano", tiene que ver con el ejercicio del poder sobre uno mismo, ligado a la fusión pulsional, opuesto al estancamiento, que es repetición y muerte. Y sobre todo vinculado al placer de rescatar capacidades no desarrolladas, o que preexistiendo adquieren nuevas formas. El procesamiento pulsional, puede alcanzar en ocasiones su tramitación genuina en los hobbies, acordes con la legalidad de cada quien, y aún cumpliendo con valores éticos.

 

Otro aspecto vinculado al poder sobre uno mismo, se relaciona con el retorno a una lógica más elemental. De una posición arrogante, ilusoria, que supone el cuerpo como una unidad cerrada sobre sí mismo y autoabastecida, puede sustituirse por otra más primitiva en que cada cuerpo, vinculado a otro, forma parte de una totalidad. Freud, (1920g), supone el cuerpo constituido por células que para sobrevivir y reproducirse, requieren unirse con otras diferentes. En los vínculos entre las personas, tiene vigencia la necesidad de neutralización recíproca de los excesos, la protección mutua, el cuidado contra los intrusos. Todo ello, asegura la cohesión libidinal, pero requiere del poder sobre uno mismo. Implica renunciar al narcisismo omnipotente, reconociendo necesidades y limitaciones; las propias y las ajenas. Se instalan nuevos vínculos de trabajo y nuevas relaciones intergeneracionales y de trabajo. Es el profesional que se retira dando lugar a los jóvenes y les aporta su experiencia (el espacio de los consultores), o el espacio intrapsíquico para dar cabida a los nietos, complementándose las necesidades de la lógica infantil con la lógica a la que retorna el presenescente.

 

Se le preguntó a Sófocles si la edad le permitía aún disfrutar de los placeres del amor, y Sófocles respondió, "[...] has de saber que todos los días hallo nuevos encantos en la conversación a medida que los placeres del cuerpo disminuyen y me abandonan [...]". (Diálogos entre Céfalo y Sócrates. Platón, República l) citado por M. Strejilevich. 1970. p.223). He aquí la excelencia de una compensación, la excelencia de la comunicación humana.

 

b) El trabajo ligado a un sentimiento de injusticia y vinculado al ejercicio de un poder despótico.

 

Mientras la inserción laboral se mantiene, la ligadura psíquica se expresa bajo la forma de protesta permanente, anhelando un paraíso no laborable. Se trabaja por coerción, como obligación de conectarse con el mundo. Coartado el trabajo, la voluntad de poder deviene en un camino inverso. Puede conservarse en la pulsión de apoderamiento o hacer una degradación mayor hacia el proceso orgánico. La violencia no descargada vuelve sobre sí.


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