Caracterizacion Epidemiologica, Clinica y Humoral del paciente hipertenso
Autor: Dr. Ricardo René Núñez Barrera | Publicado:  15/04/2009 | Cardiologia , Nefrologia , Medicina Interna , Medicina Preventiva y Salud Publica | |
Caracterizacion Epidemiologica Clinica y Humoral del paciente hipertenso.2

Algunos estudios (37–40) han demostrado que los individuos que ingieren aguas duras (ricas en calcio) tienen la presión arterial más baja y sufren menos complicaciones vasculares que los que las ingieren blandas. En otros (40-42) sin embargo se ha observado que los hipertensos esenciales tienen una excreción urinaria de calcio aumentada, un defecto en la absorción intestinal de dicho ion y unos niveles aumentados de hormona paratiroidea. Los suplementos de calcio en la dieta reducen, aunque muy discretamente, la presión arterial (43).

 

Aunque la administración aguda de cafeína aumenta la presión arterial, el aumento es transitorio y no se ha demostrado que el consumo habitual de café determine mayores niveles de presión (44). Sin embargo existe una asociación clara entre hipertensión e ingesta elevada de alcohol, aunque para los consumos moderados inferiores a 30 g/día se ha sugerido una menor mortalidad coronaria (45,46).

 

En cuanto a la clínica por lo general se trata de un proceso asintomático. Esto significa que el médico debe medir la presión arterial a todo paciente que asista, sea cual fuere el motivo de la consulta. (47) ¿Con qué periodicidad debe medirse la presión arterial? Siguiendo las recomendaciones del VII Joint National Committee de 1997 (23) , en adultos mayores de 18 años con una presión arterial sistólica inferior a 130 mmHg y diastólica inferior a 85 mmHg ha de medirse cada 2 años; entre sistólica de 130-139 y diastólica de 85-89 mmHg, al cabo de un año; entre sistólica de 140-159 y diastólica de 90-99 mmHg, confirmar a los 2 meses; entre sistólica de 160-179 y diastólica de 100-109 mm Hg confirmar en menos de un mes; si la sistólica es superior a 180 mmHg o la diastólica supera 110 mmHg se debe iniciar su estudio o remitir inmediatamente al paciente a un centro de referencia. (2,3,47) Con mucha frecuencia, cuando se detecta la hipertensión ésta ya presenta repercusiones orgánicas evidentes (48).

 

Cuando los síntomas de la hipertensión son el motivo de la consulta, éstos pueden ser debidos a:

a) la propia elevación de la presión arterial;

b) la lesión vascular secundaria a la hipertensión en el sistema nervioso central (SNC), el corazón y/o el riñón, y

c) los síntomas y signos propios de la etiología de dicha hipertensión, en caso de que ésta sea secundaria.

 

Los síntomas más comunes son totalmente inespecíficos, tales como cefalea, disnea, "mareo" y trastornos de la visión (9,40,49). Respecto a la cefalea, incluyendo la de los pacientes con hipertensión, la mayoría de las veces no tiene relación alguna con el nivel de presión. En ocasiones, el paciente refiere cefalea una vez que sabe que es hipertenso. La cefalea es propia de presiones arteriales diastólicas superiores a 110 mmHg; se localiza comúnmente en la región occipital, sobre todo en individuos jóvenes, y con frecuencia aparece al despertar por la mañana (a veces la cefalea despierta al paciente) y desaparece, a menudo espontáneamente, al cabo de unas horas (50). En ocasiones, los pacientes refieren cierta dificultad al respirar que puede ser secundaria a una coronariopatía isquémica o a insuficiencia cardíaca incipiente (51). La sensación de "mareo" es frecuente en hipertensos no tratados, aunque también puede aparecer como resultado de descender la presión arterial, con compromiso de la circulación cerebral. La visión borrosa puede estar causada por una retinopatía hipertensiva grave. Otras manifestaciones frecuentes son epistaxis, acúfenos, palpitaciones, fatiga muscular e impotencia sexual, que tampoco guardan relación con las cifras de presión. Pueden presentarse episodios bruscos de debilidad e incluso pérdida de conciencia como consecuencia de una isquemia cerebral transitoria. Muy a menudo el paciente refiere nicturia, incluso con poca o nula afección del funcionalismo renal (9,19,40,52).

 

Otras veces se refieren manifestaciones debidas a complicaciones directas de la hipertensión, como disnea, ortopnea, edema agudo de pulmón o insuficiencia cardíaca congestiva, o a procesos como infarto de miocardio, angina de pecho o dolor propio de la disección de la aorta, descubriéndose entonces hipertensión (51-53).

 

En otras ocasiones la forma de presentación es un accidente vascular cerebral isquémico o hemorrágico, estos últimos constituyen un índice de mal pronóstico. En general, ocurre en los que presentan los criterios de la denominada hipertensión acelerada o maligna, pero éstos no siempre están presentes. Los pacientes presentan cifras de presión muy elevadas, con cefalalgia, signos neurológicos focales, normalmente transitorios y fluctuantes (convulsiones, estupor, disfagia, hemiparesia, etc.). En pacientes previamente normotensos estos límites se superan a niveles inferiores que en los hipertensos, como ocurre en niños con glomerulonefritis aguda y en mujeres jóvenes con toxemia del embarazo. También los fallos en la capacidad de concentración o en la memoria, o la presencia de escotomas son síntomas relacionados con alteraciones del sistema nervioso central (SNC) (51-53).

 

En otros casos los síntomas serán los propios de la etiología responsable: poliuria, polidipsia y debilidad muscular debido a la hipopotasemia del hiperaldosteronismo primario; palpitaciones, sudación, crisis de cefalea y adelgazamiento en el feocromocitoma; la historia previa de proteinuria o infecciones urinarias sugiere una nefropatía crónica; o la historia familiar de una poliquistosis renal, etc. (9,19, 23, 40, 51-54).

 

Se estima que la hipertensión arterial incrementa entre 2-3 veces el riesgo de cardiopatía isquémica (angina de pecho e infarto del miocardio (IMA)), de enfermedad cerebrovascular (trombosis y hemorragia cerebral), de arteriopatía periférica y de insuficiencia cardiaca (55).

 

Perera (56) describe que el 42%, de una serie de 500 hipertensos seguidos hasta su muerte presentaban proteinuria y que el 18% tenían diferentes grados de insuficiencia renal.

 

Son múltiples los exámenes complementarios que se indican para el estudio de la hipertensión arterial los cuales son útiles para confirmar que se trata de una hipertensión esencial en primer lugar ya sospechada por la clínica (antecedentes patológicos familiares, edad y manifestaciones clínicas) y determinar la presencia de daño a órganos diana en segundo lugar (57).

 

Muchos autores (58–61) los consideran estudios complementarios de primer y segundo nivel. Los de primer nivel son aquellas exploraciones elementales en general de fácil accesibilidad que se realizarán a todos los pacientes con hipertensión arterial (HTA) como complemento de la exploración física que incluye la hemoglobina, hematocrito, iones plasmáticos (fundamentalmente potasio), creatinina, lipidograma total (colesterol total, LDLc, HDLc, VLDLc y triglicéridos), ácido úrico, análisis elementales de orina (cituria), electrocardiograma y rayos x de tórax. Los de segundo nivel son considerados aquellos que se utilizaran cuando sea necesario definir con mayor precisión los diferentes aspectos de la hipertensión arterial e incluyen microalbuminuria, automedición domiciliaria de la presión arterial (AMPA), monitorización ambulatoria de la hipertensión arterial (MAPA), ecocardiograma, ecografía abdominal, dosificación de catecolaminas en sangre y orina, aldosterona urinaria por carga, urografía intravenosa, renograma isotópico, arteriografía renal, actividad de renina basal y posestimulación, tomografía axial computadorizada.

 

Las consideraciones anteriores que avalan el impacto médico sanitario de la hipertensión arterial como problema de salud de gran repercusión para el bienestar físico y social de las poblaciones humanas, prescriben la necesidad de la evaluación y monitorización continuada de esta entidad, que permita un conocimiento actualizado de su distribución geográfico poblacional, así como de los factores epidemiológicos, clínicos y humorales que la caracterizan, para alcanzar en corto plazo un control sostenido y metas preventivas en beneficio de las poblaciones dianas. Es oportuno señalar además que la presente investigación viene a dar salida a objetivos propios del Programa Nacional de Prevención, Diagnóstico, Evaluación y Control de la Hipertensión Arterial (2) en la provincia de Santiago de Cuba.

 

 

Objetivos

 

Caracterizar a la población de pacientes hipertensos según variables epidemiológicas y clínicas de interés.

Identificar factores humorales presentes en la población diana.

 

Método

 

Se llevó a cabo una investigación observacional, descriptiva y longitudinal para caracterizar desde el punto de vista epidemiológico, clínico y humoral a la población de pacientes diagnosticados con hipertensión arterial, reclutados en la consulta especializada en esta patología, del Policlínico de Especialidades, adscrito al Hospital Provincial Clínico-Quirúrgico Docente “Saturnino Lora” de la ciudad de Santiago de Cuba, en el periodo comprendido entre el 1º de julio de 2006 al 31 de julio de 2007.

 

El Universo estuvo constituido por todos los pacientes que acudieron a recibir servicios médicos por esta enfermedad en el periodo anteriormente citado, que totalizaron 220 enfermos. Fue seleccionado una muestra por Muestreo Simple Aleatorio de 120 pacientes según los siguientes parámetros:

 

Fórmula del tamaño mínimo muestral:

 

HTA_hipertension_epidemiologia/poblacion_muestra_minima

 

Tamaño de la población (N): 220

Percentil 1,96 de la Distribución Normal Estándar (Z)

Proporción esperada (p): 15,0%

Precisión absoluta deseada (d): 4,0%

 

Para dar salida al objetivo número 1 planteado se estudiaron las siguientes variables:

 

Grupos de edades:

 

  • 15-29 años.
  • 30-44 años.
  • 45-59 años.
  • 60 y más años.


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