Trasplante Renal. Impacto de Vida o de Corporeidad
Autor: Dra. Onelia Orence Leonett | Publicado:  17/10/2011 | Otras Especialidades , Nefrologia , Urologia , Articulos | |
Trasplante Renal. Impacto de Vida o de Corporeidad .2

El trasplante es definido como la transferencia de células, tejidos u órganos vivos de un donante a un receptor con la intensión de mantener la integridad funcional del material trasplantado en el receptor (9). La introducción de fármacos inmunosupresores y la creciente investigación que con ellos se ha realizado, ha permitido en al presente el trasplante sea el método terapéutico idóneo ante los fracasos orgánicos terminales.

El trasplante renal constituye en la actualidad una opción terapéutica consolidada, que mejora la cantidad y la calidad de vida de los pacientes con enfermedad renal crónica (ERC). Año tras año, el esfuerzo de múltiples profesionales hace posible el éxito del programa de trasplantes en los diferentes países donde se efectúa. Así, la tasa de donantes/pmp continúa incrementándose de tal manera a nivel mundial. En España hubo en el año 2009 la tasa más alta de donación con un total de 1.509 donantes, lo que representa una tasa de donación por millón de población de 34.3, seguida por la de Uruguay la cual se sitúa en 29.2 donantes/p.m.p., cifra mucho mayor a la media de la Unión Europea que es de 18.1 que supera claramente la tasa de donantes de EE. UU constituida por 26.3. En Canadá, se logró una tasa de 12,8 donantes, mientras que en Australia, solo hubo una tasa de 10 (10). La tendencia mundial se inclina hacia los trasplantes de órganos de fallecidos en 63 % de los casos, contra un 37 % de donación entre pacientes vivos. Este aumento a nivel mundial aunque no es homogéneo, se ha conseguido gracias a una mayor detección de donantes, al mejor aprovechamiento de los órganos y a que el porcentaje de negativas familiares a la donación sigue disminuyendo, con una media mundial de 10,2% en el pasado año.

En Latinoamérica se estima que la tasa de donantes vivos debería estar alrededor de 15 personas por cada millón de habitantes. En Venezuela, sólo 5 donantes/ p.m.p lo hacen. La tasa de donación de cadáver del país también es baja 3.3 donantes p.m.p.(11). En contraste con la de Puerto Rico donde existe una historia antagónica, es decir, con 4 millones de nativos, el índice es de 30,8 p.m.p. (12).

En la actualidad, cada 27 minutos alguien en el mundo recibe un órgano trasplantado y cada 2 horas y 24 minutos un ser humano muere por no obtener el órgano que imperiosamente necesita (13). A medida que el número de enfermos en espera aumenta, también crece de manera proporcional la escasez de órganos para ser trasplantados. Esa espera es mortal, especialmente para los pacientes con fallos cardíacos y hepáticos, porque los sistemas de soporte vital para estos padecimientos no se encuentran suficientemente desarrollados; no así para los portadores de enfermedad renal crónica (ERC), que pueden ser incorporados a diálisis en sus diferentes modalidades como soporte terapéutico que los mantiene con vida pero que presentan durante éste tratamiento una alta morbi-mortalidad.

La enfermedad renal crónica (ERC), considerada como el cese de las funciones renales en forma sostenida, progresiva e irreversible originada por diversas causas, ha experimentado cambios notables en su manejo, desde que se realizó el primer trasplante renal (TR) con éxito hace más de 40 años (12); sin embargo, el trasplante renal (TR) y de otros órganos se encuentra en la actualidad limitado principalmente por el rechazo que puede destruir al aloinjerto, rápidamente después del trasplante. Este rechazo crónico y lento, ha surgido como un factor que afecta la supervivencia a largo plazo en la sobrevida del órgano trasplantado (13). Por esta razón los estudios se han centrado en buscar cómo y con que vencer esta gran barrera, así como el favorecer la aceptación inmunológica del órgano, dejándose a un lado estudios que investiguen la parte humana de la persona trasplantada, especialmente de riñón, trasplante que se realiza en mayor número a nivel mundial y en que las repercusiones socio-laborales y familiares que se desprenden después del trasplante renal (TR) son evidentes.

Aunque, el vencer el rechazo es primordial para garantizar la sobrevida del injerto en un individuo, los especialistas y el resto del equipo en nefrología no debe olvidar que las barreras culturales, las convicciones religiosas y las restricciones morales encierran los escollos también importantes que deben ser superados, porque allí radican las distintas fuentes de las nociones y representaciones que operan sobre el equipo médico y el público en general respecto a la aceptabilidad del procedimiento de trasplantes. Las ideas antropológicas circulantes de corporeidad-corporalidad, de disponibilidad-indisponibilidad del cuerpo propio y del ajeno, de las categorías de la identidad y la alteridad, de la mismidad y la otredad, del altruismo y del nostrismo, para utilizar el neologismo acuñado hace pocos años, del bien común y del bien social, del cadáver y de la persona muerta, la noción de segundas exequias o el segundo cuerpo, o el escurridizo concepto vida-muerte no puede ser desechado sin más trámite, (14). Precisamente aquí es donde se juega con la fenomenología del cuerpo humano y en particular con la integridad corporal, según se comprenda el cuerpo como una realidad del orden de la tenencia o de la propiedad, del orden de la subjetividad o de la objetividad, del orden de la alteridad o de la identidad, en un territorio marcado por la gnoseología o por la axiología, preferentemente (15). Son estos posicionamientos los que permiten discurrir éticamente en torno de la licitud de la automutilación voluntaria en beneficio de terceros y sobre su obligatoriedad; sobre las posibilidades de tornar al cuerpo una mercadería que pueda inscribirse dentro del circuito del comercio, como si se tratara de una cosa más en el mundo de las cosas, y habilitar con ello estrategias para subvencionar o incentivar la práctica.

La mayoría de los autores describen el hecho de la transferencia de atributos de la personalidad entre donante y receptor. Esta bidireccional se explica porque existen receptores que atribuyen al donante anónimo características suyas propias, como aquellos que asumen características ya sean reales o imaginarias del donante llegando incluso a adaptar su comportamiento en base a estas asunciones para favorecer la aceptación biológica del órgano(16,17). Por ejemplo, si el receptor ha recibido el órgano en Nochevieja teme sufrir de alcoholismo porque el fallecimiento del donante tuvo que tener relación con el alcohol. Si se muestran vigorosos y optimistas no dudan en pensar que su corazón era de una persona joven y fuerte.

Esta investigación que apremia indagar como percibe el trasplantado al donante, permite un acercamiento a la autopercepción del trasplantado y descubrirá que el trasplantado a pesar de no saber sobre el donante, posiblemente lo verá con características positivas y asimilables a las suyas propias. Seguramente esta persona proyectará valores positivos de su propia realidad para colocarlos en el donante. A partir de convertirse en trasplantado, quizá percibirá que la forma en que actúa el órgano en este proceso es como un objeto transicional: adjudica al corazón todas aquellas realidades que el receptor desee (19). Valores que hasta ese momento estaban en el donante y ahora son proyectadas en el órgano y que le ayudaran en la transición hacia la independencia. La vida terminal del receptor pasa con el nuevo riñón a una nueva vida que tendrá que comportar este tipo de recursos psicológicos para la superación de la nueva etapa vital que se avecina (18, 20).

Existen sentimientos secundarios en el individuo trasplantado en mayor o menor medida aparecen siempre como la culpa y la injusticia por la muerte del donante, pero a su vez siempre estará presente la gratitud tanto al donante como a los familiares y la intensificación del sentimiento de precariedad de la existencia (21).

Otros efectos que aparecen de forma recurrente son aquellos secundarios al tratamiento farmacológico para prevenir el rechazo y esto tiene dos componentes: los directamente relacionados con las distorsiones anímicas que refieren padecer todos los receptores (euforia artificial, tristeza, irritabilidad…); la otra derivada de las transformaciones sufridas en el aspecto físico y que provocan aumento de peso, efectos indirectos sobre el deterioro de la función sexual, hirsutismo, acné, hematomas, que da lugar a una percepción de rechazo del paciente en su entorno (22,24).

Sin embargo, en la revisión bibliográfica realizada no se han encontrado estudios que aborden la dimensión de la corporeidad en los pacientes trasplantados de riñón. Acercarme a esta dimensión del problema puede ser de gran utilidad para la preparación y el abordaje terapéutico posterior, no solo del proceso quirúrgico sino también, como elemento central de la aceptación del órgano trasplantado a medio y largo plazo.

La existencia corpórea no puede separarse de los demás atributos de lo humano, y hacerlo supone caer en el deterioro de la propia humanidad del cuerpo. Esta reflexión, que establece que el cuerpo no entra en el orden de lo poseído en la medida en que no es un objeto distinto a mí e independiente, pertenece a la corriente fenomenológica contemporánea. Según ésta tener cuerpo no es del orden de lo posesivo sino de lo implicativo; yo tengo pero a la vez me tienen. Desde esta perspectiva también se diluye la dualidad interior/exterior ya que no puede escindirse de este mundo en el que participa ni de este cuerpo que tiene. Como se ha reseñado, esta visión supera los dualismos y plantea una unidad discernible del ser como totalidad (25).

Ante todo lo expuesto como investigadora me propongo indagar a cerca de la incertidumbre biopsicosocial y espiritual que se crea en la persona que necesita un riñón para prolongar su vida, y como afecta este hecho a su grupo familiar. A su vez me surge la interrogante de cómo es ese dilema una vez trasplantado. Si bien es cierto que después del trasplante renal, quien lo recibe mejora su salud al recibir un riñón ajeno, pudiera surgir la incógnita, de si quien se lo donó influirá de alguna manera en su personalidad y en su autopercepción; por lo tanto me propongo comprender e interpretar sus vivencias y las de sus familiares, es decir, el Impacto de Vida o de Corporeidad en estos sujetos. Para llevar a cabo esta realidad, me he planteado las siguientes preguntas que servirán de guía:

1.- ¿Qué piensan los trasplantados y su familia ante el diagnóstico diagnostica de enfermedad renal crónica (ERC)?
2.- ¿Cómo se comportan la persona y su familia ante el diagnóstico de enfermedad renal crónica (ERC)?
3.- ¿Qué piensan los trasplantados y su familia de las personas trasplantadas?
4.- ¿Cómo es la funcionalidad de la familia antes y después del trasplante?
5.- ¿Qué cambios han ocurrido en el trasplantado y en la familia antes y después del trasplante?
6.- ¿Qué piensan los trasplantados y su familia de la donación de órganos para trasplante?
7.- ¿Cómo percibe la familia el tener que vivir con alguien que posee un riñón extraído de un cadáver?
8.- ¿Cómo percibe el trasplantado y la familia la transmisión de sus vivencias en el recorrido de la enfermedad y trasplante renal (TR)?
9.- ¿Cómo se han distribuido las tareas desde el diagnóstico de la enfermedad renal crónica (ERC) hasta después del trasplante renal (TR)?
10.- ¿Percibe usted como trasplantado o su familia que ahora tiene características que pudieran ser inherentes al donante?


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