Factores de riesgo y enfermedades no transmisibles
Autor: Dr. Jaime Altamar Rios | Publicado:  27/02/2012 | Medicina Interna , Medicina Preventiva y Salud Publica , Medicina Familiar y Atencion Primaria , Articulos | |
Factores de riesgo y enfermedades no transmisibles .5

3- Los factores epigenéticos (FE) oxidan las lipoproteínas de baja densidad (LDL) (5) infiltradas en la membrana celular y entre las células endoteliales, sufriendo precipitación con tendencia a formar placas de ateroma en las arterias escleróticas (5,22), como ya explicamos.

4- Los factores epigenéticos (FE) inhiben las enzimas con grupos sulfhidrilos (1,3), como la lisozima. Por ello ella desempeña el papel de molécula barrendera, al igual que las vitaminas A, C, E, cisteína, glutatión, albúmina, etc (1,3). La lisozima es básica en la activación del gen p53 o gen supresor (reportado por David Lane, en 1979) (23), para convertirlo en antioncogén o gen supresor tumoral (3).

5- El FE, por su parte, puede lesionar el DNA de una célula somática por mutación puntual para determinar una lesión maligna (3,24).

En este último caso, debemos señalar que para el control normal de la proliferación de las células se distinguen dos tipos de genes:

A- Los genes promotores o protooncogenes, encargados de promover la proliferación de las células activadas por la enzima DNA-polimerasa (1,3) y, en caso patológico, también por los factores de crecimiento.

B- El gen supresor, al que Lane acuñó el nombre de gen p53 (25-28) o regulador de dicha proliferación, activado, como lo presumimos, por la enzima lisozima (3), para que ordene la síntesis de una proteína que inhiba el gen promotor. Del equilibrio accional de estos dos tipos de genes surge una normal multiplicación celular. Los primeros son mejor conocidos desde cuando los nobel Arthur Kolberng y Severo Ochoa, en la década del cincuenta del siglo pasado, sintetizaron el DNA y descubrieron la DNA-polimerasa, enzima capaz de propiciar su replicación. Mientras los segundos apenas si se sospechan.

La lisozima, por su parte, es una enzima básica de carga eléctrica positiva (29) constituida por una cadena polipeptídica de 129 aminoácidos, ocho de los cuales son moléculas de cisteína que por acción del factor epigenético anión superóxido forman cuatro puentes disulfuro de cistina que le dan consistencia a la molécula enzimática y la mantienen plegada. Aquí los FE actúan favorablemente. Para su síntesis la lisozima requiere ATP, para lo cual son indispensables las vitaminas del complejo B. Aproximadamente el 40% de la cadena polipeptídica tiene forma de segmentos alfa-helicoidales o secundaria, que dibuja una hendidura a un lado de la molécula y que constituye el sitio activo de la enzima. Su estructura secundaria es mantenida por enlaces de H entre un grupo amida situado en cierta posición y un grupo carboxilo (CO) situado por arriba o por debajo. El OH- rompe esos enlaces para formar agua perdiendo la molécula su estructura secundaria con inhibición de la enzima.

De esa manera, como antioxidante, la lisozima cumple la función de proteger al organismo de las enfermedades no transmisibles, en particular, el cáncer endógeno o celular, dependiente de los factores epigenéticos (FE) y, además, por su actividad electropositiva protege del cáncer de origen exógeno o viral, determinado por el papilomavirus ADN, electronegativo. Una tercera función importante parece ejercer dicha enzima: activar la acción supresora del gen p53 para inducirlo a ordenar al ribosoma a generar la proteína supresora.

Normalmente el organismo sintetiza ampliamente esta enzima por casi todos los órganos. Sin embargo, su síntesis disminuye por la acción de los mismos factores generadores de las enfermedades no transmisibles, que ya hemos indicado. Al disminuir su síntesis, se reduce o deja de activarse el gen supresor o gen p53.

La lisozima actúa entonces, como regulador o ‘freno’ de la replicación del DNA o sea, como control de la multiplicación celular. Para ingresar a la célula ella debe despolimerizar el mucopolisacárido que constituye los receptores existentes en la membrana. De allí es captada por receptores proteicos del citoplasma, que por fosforilación transducen sus órdenes reguladores sucesivamente hasta el gen p53 del DNA del cromosoma 17 del núcleo de una célula somática (1,3,29). Así se activa este gen convirtiéndose en gen p53 salvaje, conocido como antioncogén o supresor tumoral. Este lleva la orden de controlar la replicación del DNA o sea de la multiplicación celular determinada por la DNA-polimerasa. Al disminuir la lisozima, sea por deficiente síntesis de ATP, por cualquier causa, como la hipovitaminosis B o por acción inhibidora de los factores epigenéticos (OH-), se salta el freno con predominio del protooncogén activado por la DNA-polimerasa y los factores de crecimiento (3). En este caso puede suceder:

a- Dada la mayor actividad de la DNA-polimerasa y los factores de crecimiento, por la falta o disminución del ‘freno’ se va a generar una proliferación de células bien diferenciadas, normales, es decir, una hiperplasia del tejido afectado con características y producción de matriz intercelular (mucopolisacáridos) normales. Ello es debido a que el mRNA conserva la información del código genético. De esa manera se produciría un tumor benigno (3).

b- Si en lugar de este fenómeno o sobre él se opera una mutación puntual del protooncogén por acción del OH- (Fig. 3) producido en exceso durante la Inflamación Crónica Inespecífica o por acción de las radiaciones ionizantes, este protooncogén se va a convertir en oncogén con deleción parcial de una base complementaria, el código genético se altera inmediatamente y el mRNA, con su mensaje genético alterado va estimular el ribosoma para que codifique una proteína intercelular anómala, la oncoproteína. La proliferación celular va a ser irregular, sin un patrón, descontrolada; las mitosis más rápidas y las células muy indiferenciadas o anaplásicas en la medida en que el proceso es más agresivo, activados, a su vez, por los factores de crecimiento (mitógenos) y citoquinas fibrogénicas, determinantes de angiogénesis y fibrosis, es el tumor maligno (1,3).

c- La tercera forma es una mezcla de las dos anteriores. La lesión comienza en forma de tumor benigno y si en el transcurso de un tiempo variable el protooncogén sufre una mutación puntual para convertirse en tumor maligno, ya descrito, como sucede en la malignización del tumor mixto de parótida, el bocio, el papiloma laríngeo, etc. Sin embargo, el tumor benigno no necesariamente sufre malignización.

El tumor maligno producido por esta vía es lo que se denomina oncogénesis endógena o celular (c-onc), a diferencia de la exógena o viral (v-onc) que ocurre cuando al protooncogén se integra por mutagénesis insercional un virus oncógeno DNA de carga eléctrica negativa, como el papilomavirus (HPV) (29), con mutación puntual de dicho gen del fibroblasto. Cuando el virus oncógeno no se integra al DNA nuclear, da lugar a la Papilomatosis laríngea juvenil u otra lesión, permaneciendo latente en el soma del núcleo recibiendo el nombre de episoma, sin determinar malignidad, aunque puede sufrirla en cualquier momento favorable.

No obstante, para que se efectúe esa integración del virus al DNA se requiere que exista una predisposición dada por una deficiencia inmunológica a partir de la ICI, con un bajo nivel de lisozima, porque ella con su carga eléctrica positiva inhibe extracelular o citoplasmáticamente al virus oncógeno electronegativo impidiéndole ingresar a la célula o integrarse al DNA nuclear. Por tal razón, dicha enzima constituye el verdadero “guardián del genoma”. Así se explica por qué los agentes cancerígenos parecen selectivos al afectar a unas personas y no a otras.

El virus del papiloma es un virus oncógeno DNA desnudo que no puede ser propagado por cultivo. De ahí la imposibilidad de la elaboración de una vacuna, además de que ésta no supliría la insuficiencia inmunitaria, con disminución de las secreciones serosas (entre ellas la saliva), que contienen la lisozima. Por ello la sequedad de las mucosas es uno de sus síntomas manifiestos. El virus, por su parte, no se localiza en el citoplasma de la célula huésped, sino en el núcleo. Y, a diferencia de los virus citocidas (RNA), que llevan a la muerte celular, la infección por este virus tumoral ADN conduce hacia la coexistencia simbiótica del virus con la célula, lo que determina un cambio profundo de las propiedades de las células infectadas. La célula presenta, en consecuencia, un incremento en su metabolismo y la multiplicación.

Aquí nos asalta una pregunta: ¿Por qué el papilomavirus ataca determinadas zonas específicas, como el área cutánea, el cuello del útero y las cuerdas vocales, predominantemente?

Sencillamente, porque son áreas cubiertas por un epitelio estratificado, a donde no llega la sangre, como tal, que es donde se encuentran los factores epigenéticos (FE), sino una especie de trasudado. Por esta razón, es muy baja la incidencia del cáncer en esos lugares disparado por los factores epigenéticos (FE). En cambio, estas son zonas expuestas al ambiente externo a donde llega un factor procedente del exterior, el papilomavirus, que no circula en la sangre. Por otro lado, para garantizar la efectividad de esta vacuna, se requiere una estricta observación de por lo menos 30 años.

En nuestro estudio (3), las enfermedades malignas estuvieron presentes en un 31% de los familiares que convivían con los 360 pacientes con malformaciones congénitas. 15 pacientes con Papilomatosis laríngea tratados con dieta balanceada, complejo B y lisozima (29) se recuperaron.

6- Los factores epigenéticos (FE) pueden igualmente determinar una mutación de un gen cromosómico de una célula germinal, sea el espermatozoides o el óvulo (3,22) (Fig. 3). Ello da lugar a anomalías de carácter genético preconcepcional. Esta mutación es, en general, de tipo puntual (30), ocasionada por la acción oxidante del HO- sobre el enlace de hidrógeno que une las bases de las dos tripletas de un gen del DNA con deleción parcial. Se afecta una sola base complementaria, en la que se sustituye una base por otra, por ej. T por A. Esta mutación altera, en consecuencia, la información del código genético del gen al dificultar la transcripción en el DNA correspondiente con su mensaje genético y la generación de dismorfosis en la descendencia (1). Ello sucede así porque al llevarse a cabo la concepción ya lleva el error que se desarrolla en la blastogénesis durante el periodo de organogénesis o de diferenciación y migración celular que ocurre durante el primer trimestre del embarazo.

Las anomalías postconcepcionales o embrionarias, son aquellas que se producen por exposición de la gestante a algún factor teratógeno durante el período de organogénesis en el primer trimestre de gestación. Las causas son diversas y las clasificamos en dos grupos: A- Metabólicas y B- Inflamatorias.


Revista Electronica de PortalesMedicos.com
INICIO - NOVEDADES - ÚLTIMO NÚMERO - ESPECIALIDADES - INFORMACIÓN AUTORES
© PortalesMedicos, S.L.
PortadaAcerca deAviso LegalPolítica de PrivacidadCookiesPublicidadContactar