Pronóstico
Es siempre serio en
razón de las complicaciones que sobrevienen: infecciones, endocraneanas
o graves hemorragias.
Es favorable si se lo
reconoce tempranamente y se lo extirpa. También es favorable cuando la
edad del paciente supera los 25 años de edad. En otras palabras, los
pequeños ANJ que no rellenan el espacio nasofaríngeo son mas
fácilmente removidos que aquellos que lo rellenan completamente.
Después de los 25 años de edad el crecimiento del tumor tiene a
regresar.
Evolución
Si el enfermo resiste
las complicaciones del período de estado, el tumor entra en regresión
entre los 15 y 25 años; pero durante su larga evolución, el paciente
está expuesto a serias complicaciones que pueden provocar su muerte.
La transformación
maligna de estos tumores es excepcional; Shaheen sostiene que puede
establecerse no sólo la transformación sarcomatosa, sino también la
carcinomatosa.
Diagnostico
Es muy difícil
establecerlo en sus comienzos; la rinofaringe es una región que
prácticamente no acusa síntomas de la lesión primaria. La rinolalia o
la obstrucción nasal sólo se producen cuando el tumor ha alcanzado un
tamaño relativamente grande. Este hecho se repite en los tumores
malignos que son tardíamente diagnosticados por la falta de una
sintomatología orientadora, de ahí la necesidad de examinar
sistemáticamente la rinofaringe de todo enfermo.
Cuando la tumoración
se ha desarrollado el cuadro sintomático es bastante típico. Un tumor
duro, no ulcerado, implantado en las partes altas de la rinofaringe, muy
sangrante, propio del sexo masculino y de la adolescencia, orienta
rápidamente el diagnóstico.
El diagnóstico
presuntivo es de gran importancia y se basa en el interrogatorio y el
examen clínico.
En el interrogatorio
deben destacarse las características evolutivas de los síntomas que
motivaron la consulta: duración, rebeldía y progresividad.
El examen
otorrinolaringológico debe ser completo debe incluir rinoscopía
posterior, anterior, inspección y palpación de la cavidad bucal, la
cara y el cuello.
La endoscopía, sea con
ópticas rígidas o fibroscopio, debe emplearse ante toda obstrucción
nasal rebelde y progresiva o ante epistaxis rebeldes, cualquiera que sea
su intensidad, preferentemente con retracción adecuada de la mucosa.
El examen
oftalmológico es necesario en presencia de signos de invasión ocular o
de deformación.
Debe realizarse un examen neurológico en presencia de cefaleas o signos
de invasión ocular o de deformación facial.
Las bases fundamentales
del diagnóstico positivo son el examen clínico y los estudios por
imágenes, particularmente la tomografía axial computada, que muestra
en posición axial con ventana ósea el agrandamiento de la hendidura
pterigomaxilar, el rechazo hacia delante de la pared posterior del seno
maxilar y la desviación de la cola de tabique nasal hacia el lado
contrario, y con contraste la intensa tinción del tumor. La biopsia,
como excepción, no es necesaria, salvo en los casos de sexo femenino,
edad atípica o imágenes dudosas. Cuando se decide su realización se
debe efectuar con el paciente internado, bajo anestesia general e
intubado, condiciones estas necesarias en vista del profuso sangrado que
puede ocasionarse al realizarla.
La rinoscopía anterior
previa retracción de la mucosa, que por lo general está hipertrofiada
e inflamada, podrá observarse que la fosa nasal, por lo general la
izquierda, aloja una neoformación, roja, fija, dura al tacto, que la
obstruye en tal forma que imposibilita al paciente sonar la nariz. La
rinoscopia permitirá ver el tumor originado en las partes altas de la
rinofaringe.
El tacto nasofaríngeo
dará la impresión de dureza característica de esta neoformación, muy
distinta por cierto a la de la vegetación adenoidea y evidenciará
asimismo la fácil tendencia a la hemorragia.
Diagnóstico
topovolumétrico: Es esencial para orientar una correcta elección
terapéutica. Se basa en el examen otorrinolaringológico, la
endoscopia, nasofibroscopía, la tomografía computarizada y la
resonancia magnética. La tomografía computarizada permite la
evaluación axial y coronal de las usuras óseas y, mediante contraste,
destaca el tumor. La resonancia brinda información en el plano sagital
y permite conocer con exactitud los límites del tumor con respecto a
otros tejidos normales o patológicos; es de gran utilidad en los
tumores extendidos al endocráneo y a la órbita.
Las clásicas
incidencias radiográficas (frente, perfil y base cráneo) han sido
reemplazadas por métodos radiológicos digitales.
Las radiografías
simples pueden mostrar el tumor y las alteraciones óseas producidas por
éste. En TAC aparece como una masa hipodensa que muestra reforzamiento
de poca duración tras la administración de un bolo de contraste yodado
intravenoso.
La extensión a la fosa
pterigopalatina ocurre en aproximadamente en el 89% de los casos,
causando aumento de este espacio con desplazamiento anterior de la pared
antral. Este signo radiológico no ocurre únicamente en el ANJ, pero es
un signo característico de la enfermedad. La extensión del tumor al
seno esfenoidal ocurre en aproximadamente el 61% de los casos. Puede
también afectar al seno maxilar (43%) y a los senos etmoidales (35%).
La TAC demuestra la
presencia de la masa con la afectación de las áreas ya mencionadas.
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