Consumo de pescado y exposicion al metilmercurio. Riesgos y beneficios durante el embarazo
Autor: Dr. Luis Caballero | Publicado:  11/05/2010 | Ginecologia y Obstetricia , Endocrinologia y Nutricion | |
Consumo de pescado y exposicion al metilmercurio. Riesgos y beneficios durante el embarazo .6

En 37 muestras de atún enlatado (Thunnus thynnus) expendidas en Austria, se halló una concentración de 0,11 mg/kg; en 12 muestras de atún fresco de la misma especie se halló un contenido de 0,19 mg/kg [Suppin, 2005].

MERCURIO, CONSUMO DE PESCADO Y EMBARAZO:

El crecimiento del cerebro humano se acelera desde el tercer trimestre del embarazo hasta alrededor de los 18 meses después del nacimiento, y durante este periodo es muy grande la demanda de ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga n-3. Al existir insuficiencia de los mismos y otros nutrientes, resulta déficit en el desarrollo cerebral [Innis, 1991].

El consumo promedio de pescado en una cohorte de embarazadas danesas fue de 27 g/d. Se comparó el efecto del consumo de pescado magro y del pescado graso en el crecimiento fetal. El salmón, arenque, caballa, trucha, halibut de Groenlandia (Reinhardtius hippoglossoides) se consideran peces grasos, mientras que bacalao, abadejo, solla, platija y aguja son peces magros. Se halló un significativo incremento en el riesgo de baja talla para la edad gestacional, bajo peso y baja talla al nacer entre las mujeres que consumieron pescado graso cuatro veces al mes, comparadas con las que no consumieron pescado graso. El incremento de la circunferencia cefálica no fue significativo. No se observó asociación con el consumo de pescado magro; la asociación inversa encontrada en el consumo total de pescado puede ser explicado por el consumo de pescado graso. Una explicación para la asociación inversa observada en el pescado graso, pudiera ser la presencia de contaminantes, donde pudiera cumplir un rol el metil mercurio, que también puede estar presente en pescado magro. Organoclorados y hexaclorobencenos, potencialmente presentes en peces, han sido relacionados en otros estudios con reducción del crecimiento fetal. Concluyen los investigadores de esta cohorte de Dinamarca, que debe moderarse el consumo de pescado graso en las embarazadas [Halldorsson, 2007].

El metilmercurio atraviesa la placenta y puede hallarse en la sangre del bebé, en niveles tan altos como el de la madre. El cerebro del bebé es el órgano más sensible a la exposición de metilmercurio y como el cerebro continúa su desarrollo durante todo el periodo de embarazo, la exposición en cualquier momento del embarazo es de gran interés. Los estudios sobre la catástrofe de Minamata en Japón, donde madres fueron expuestas a muy altos niveles de metilmercurio por consumir pescado contaminado, mostraron en sus niños, parálisis cerebral, retardo mental, disminución del tamaño cefálico y alteraciones musculares. No existen datos que sugieran, la relación causal por la exposición de metilmercurio en el padre y la aparición de defectos al nacimiento o retardo mental en niños [OTIS, 2004].

Se recomienda a una embarazada que se halla excedido en su consumo semanal de pescado, limitar su consumo de pescado en la semana siguiente o en las siguientes dos semanas [OTIS, 2004].

Un alto consumo de pescado durante el embarazo se ha asociado con mejoría cognitiva en niños, aunque altos niveles de mercurio se ha asociado con un efecto contrario. En Massachusetts se examinó la asociación del consumo de pescado durante la preñez con el contenido de mercurio en cabello y desarrollo cognitivo de niños de 5,5-8,4 meses de edad (promedio 6,5 meses) mediante la prueba de memoria de reconocimiento visual. El promedio del contenido de mercurio en cabello fue 0,55 μg/g, con un rango de 0,02-2,38 y con más de 10% de las muestras por encima de 1,2 μg/g. El alto consumo de pescado se asoció con alto desempeño cognitivo, por cada ración semanal adicional de pescado la prueba de reconocimiento visual subió 4 puntos, aunque un incremento de 1 μg/g de mercurio se asoció con una disminución de 7,5 en el puntaje de la prueba cognitiva [Oken, 2005].

Sin embargo un estudio llevado a cabo en madres e hijos en la República de las Seychelles, un archipiélago ubicado en el Océano Indico, reveló un mejor desempeño en cuatro de las seis pruebas empleadas para evaluar el neurodesarrollo, en niños de 66 meses que tuvieron los mayores valores de exposición prenatal y postnatal al metilmercurio. El contenido de mercurio total de 350 muestras, de 25 especies de peces, estuvo dentro del rango 0,004-0,75 mg/kg. El promedio de mercurio total en cabello de las embarazadas fue 6,8 mg/kg y en el cabello de los niños a los 66 meses de edad, 6,5 mg/kg. Estos niveles de exposición en Seychelles, son típicos de poblaciones que dependen del pescado como fuente principal de proteínas y calorías. Este controversial estudio contrasta con el realizado en las Islas Faroe, donde se halló déficit cognitivo asociado con la exposición prenatal al mercurio, en niños de 7 años. Los investigadores destacan una diferencia capital, referida a la fuente de exposición al metilmercurio, pescado oceánico en las Seychelles, mientras que en las Islas Faroe son las ballenas pilotos (Globicephala sp.). El promedio de 1,6 mg/kg en los niveles de metilmercurio en la carne de ballena piloto, es 10 veces mayor al encontrado en el pescado consumido en Seychelles [Davidson, 1998].

En la isla Mediterránea de Menorca, España, se evaluó la relación entre el consumo de pescado y otros productos marinos durante el embarazo con el desarrollo neurológico de los niños. Los hijos cuyas madres reportaron consumir pescado >2-3 veces a la semana durante su preñez, que recibieron lactancia materna por menos de 6 meses, presentaron significativamente mayor puntuación en las pruebas cognitivas y de desarrollo motor a la edad de 4 años, comparados con aquellos niños cuyas madres reportaron un consumo ≤ 1 vez a la semana. En contraste, el consumo de otros alimentos marinos durante el embarazo se asoció con menor puntaje en las pruebas cognitivas, verbales y numéricas a la edad de 4 años en sus hijos [Mendez, 2008].

Se mantiene la hipótesis que trata parcialmente de explicar la positiva asociación entre el consumo de pescado durante el embarazo y el desarrollo de los niños, mediante la presencia de DHA, un ácido graso n-3 con alta concentración en pescado, aunque en menor concentración en otros productos marinos [Oken, 2005; Oken, Radesky, 2008].

Se usó prospectivamente la información sobre la dieta y niveles de mercurio en embarazadas de Massachusetts, para examinar los riesgos y beneficios de la ingesta materna de pescado en el desarrollo de los niños a los tres años de edad. El consumo materno de pescado se correlacionó directamente con el contenido de mercurio total en eritrocitos, cuyo promedio fue de 3,8 ng/g con un rango 0,03-21,9. Mercurio en cabello se correlacionó con mercurio total en eritrocito y con el consumo de pescado. Un incremento de 1 mg/kg de mercurio en cabello se asoció con un incremento de 4,5 ng/g en mercurio eritrocitario. El consumo materno mayor de de dos raciones semanales se asoció con alta puntuación en la prueba WRAVMA, que evalúa el desarrollo visual espacial y motor, comparados con niños de madres que no consumieron pescado. Niños de un grupo de madres que reportaron el consumo de atún enlatado al menos dos veces semanales, obtuvieron mayor puntuación en las pruebas PPVT, que evalúa vocabulario, y WRAVMA, comparados con los de madres que no consumieron atún. Altos valores de mercurio eritrocitario materno, se asociaron con los peores desempeños de los niños en las pruebas. El promedio de consumo de DHA+EPA fue 154 mg/d, de los cuales 128 mg/d provinieron del pescado. Por cada consumo materno de 100 mg/d de DHA+EPA, los niños presentaron un escore más alto en las pruebas WRAVMA y PPVT. Por todo lo anterior, concluyen los investigadores que las recomendaciones para el consumo de pescado durante la preñez, deben tomar en cuenta los beneficios nutricionales así como los potenciales daños por la exposición al mercurio [Oken, Radesky, 2008].

En embarazadas de Massachusetts se halló una disminución en el consumo de pescado, tales como atún enlatado, pescados azules como sardinas, salmón, pez espada, macarela y otros como bacalao, abadejo, halibut, posterior a las recomendaciones federales emitidas en Enero de 2001, para limitar la exposición al mercurio. El consumo total de pescado se redujo hasta aproximadamente 1,4 raciones al mes, aunque no hubo cambio en el consumo de mariscos. También disminuyó la proporción de mujeres que consumían más de tres raciones semanales de pescado. Dados los beneficios que el consumo de estos pescados puede aportar a la madre e hijo, se desconocen las implicaciones en la salud pública que puede traer la disminución en la ingesta reportada en la presente investigación [Oken, 2003].

Embarazadas suecas mostraron una disminución en el consumo de pescado, que alcanzó un promedio de 0,5 g/d, atendiendo a las recomendaciones dadas en la consulta prenatal, durante el segundo o tercer mes de gestación, para reducir el consumo fresco de especies predadoras y de algunas enlatadas como el atún. Un 88% de las mujeres recibieron la información, comparado con un 30% hallado en 1990, pocos años antes del presente estudio. El contenido de mercurio total en cabello presentó una mediana de 0,35 mg/kg, con un rango de 0,07-1,5 mg/kg, y se asoció significativamente con metilmercurio en sangre del cordón umbilical, que presentó una mediana de 1,3 μg/L, con un rango de 0,10-5,7 μg/L. Ambas determinaciones en cabello y cordón umbilical, se incrementaron con el aumento del consumo de especies marinas. El contenido de mercurio inorgánico en sangre del cordón, tuvo una mediana de 0,15 μg/L, con un rango de 0,03-0,53 μg/L, y se incrementó significativamente con el aumento del número de amalgamas dentales. Sin embargo solo 14% de las embarazadas exhibían más de 10 amalgamas, comparado con 37% de estudios previos, lo que puede traducirse en una mejoría del estado de la salud dental. Dos embarazadas de esta investigación, cuyo consumo de pescado fue mayormente enlatado, dos veces por semana, presentaron concentraciones de 2,3 y 2,6 μg/L de metilmercurio en sangre del cordón, y del total de especies marinas consumidas, 58% y 81% correspondió al atún enlatado [Ask, 2003].


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