Diagnosticos de enfermeria, resultados e intervenciones prevalentes en pacientes pluripatologicos al alta hospitalaria
Autor: Luis Villarejo Aguilar | Publicado:  12/04/2011 | Enfermeria , Articulos | |
Diagnosticos de enfermeria. Intervenciones prevalentes en pacientes pluripatologicos al alta .3

Por sexo, más de 2,30 millones de mujeres afirman tener una discapacidad, frente a 1,55 millones de hombres. Las tasas de discapacidad de las mujeres son más elevadas que las de los hombres en edades superiores a 45 años. En los tramos de edad inferiores a 44 años las tasas de los varones superan a las de las mujeres.

En 2008 la edad media de las personas con discapacidad es 64,3 años, mientras que en 1999 era de 63,3. En el grupo de edad de 65 y más años, la edad media se sitúa en 78,8 en 2008 frente 77,1 en 1999.

La discapacidad es el resultado de una enfermedad o deficiencia, que origina una pérdida parcial o total de la capacidad de desarrollar una actividad dentro de los límites que se esperan como normales. Según Clasificación Internacional del Funcionamiento, de la Discapacidad y de la Salud (16) (CIF) (OMS, 2001) se utiliza el término “discapacidad” como el nombre genérico que engloba todos los componentes: deficiencias a nivel corporal; limitaciones en la actividad, a nivel individual; y restricciones en la participación, a nivel social. Se trata de tres dimensiones diferentes asociados a un problema de salud que interactúan entre sí con los factores contextuales (factores ambientales y personales). La secuencia habitual de este grupo de población es la evolución de la enfermedad, que causa discapacidad y ésta, hacia la dependencia (17).

Según la EDAD, 2008 los principales grupos de discapacidad de las personas de seis y más años residentes en hogares son los de movilidad (que afecta al 6,0% de la población), vida doméstica (4,9%) y auto cuidado (4,3%). De hecho, más de la mitad de las personas con discapacidad tienen limitaciones en su actividad debido a alguno de estos tres motivos. Para el grupo de 80 y más años estos tres principales grupos de discapacidad afectan a siete de cada 10 personas con discapacidad.

Dentro del grupo de movilidad, la restricción de desplazarse fuera del hogar afecta a dos de cada tres personas con problemas de movilidad.
Por sexo, las mujeres presentan mayores tasas que los hombres en todos los tipos de discapacidad. Y tanto para las mujeres como para los varones la movilidad es el principal motivo de restricción de la actividad.

Del total de personas de seis o más años con discapacidad, el 74,0% (2,8 millones) tiene dificultades para realizar las Actividades Básicas de la Vida Diaria (ABVD).

Discapacidad para las Actividades Básicas de la Vida Diaria (ABVD)

Se consideran ABVD: Lavarse, Cuidados de las partes del cuerpo, Higiene personal relacionada con la micción, Higiene personal relacionada con la defecación, Higiene personal relacionada con la menstruación, Vestirse y desvestirse, Comer y beber, Cuidado de la propia salud: cumplir las prescripciones médicas, Cuidado de la propia salud: evitar situaciones de peligro, Adquisición de bienes y servicios, Preparar comidas, Realizar las tareas del hogar, Cambiar las posturas corporales básicas, Mantener la posición del cuerpo, Desplazarse dentro del hogar, Desplazarse fuera del hogar, Uso intencionado de los sentidos (mirar, escuchar, …) y Realizar tareas sencillas.

Las limitaciones adquieren mayor importancia a medida que aumenta la edad. Así, dentro del colectivo de personas con discapacidad entre seis y 44 años, seis de cada 10 tienen una dificultad en Actividades Básicas de la Vida Diaria (ABVD). Mientras que en el grupo de 80 y más años la proporción se eleva a 8,6 de cada 10.

Es un hecho que, a medida que aumenta la edad, también lo hace el riesgo de pérdida de autonomía, lo que conlleva una dependencia de otras personas para realizar las actividades de la vida diaria.

Las personas en situación de dependencia pueden requerir atención clínica y cuidados que deben estar coordinados en todo momento, y éstos a su vez con los servicios sociales, para dar respuesta adecuada a éstos casos (18).

1.4. Impacto en la atención especializada.

Los cambios demográficos antes descritos inciden diariamente en los ingresos y estancias hospitalarias. Según la Encuesta Nacional de Salud en 2001, el 13,3% de los mayores de 65 años reconoce haber estado hospitalizado, al menos una noche, en los últimos doce meses. Se estima que un 35% del total de ingresos hospitalarios corresponde a personas de más de 65 años, generando un 49% de las estancias totales, con una estancia media de 10,6 días frente a los 8,03 días en menores de 65 años. En los hospitales del sistema sanitario el 36,8% de los pacientes dados de alta (2003) son personas de edad, repartidas de la siguiente forma: el 5,7% son muy mayores (85 y más años), grupo que representa sólo al 1,8% del total de la población; el 14,7% son personas de 75 a 84 años (6% de la población) y el 16,4% de 65 a 74 años (8,7% de la población). Es decir, en proporción creciente con la edad.

Los de 75 y más representan por tanto el 20,4% de las altas, y en 1991 eran el 12,3%, ocho puntos porcentuales más ahora, mientras que los jóvenes viejos de 65-74 años también han crecido en representación pero sólo tres puntos. Es decir, los tratamientos parecen ir aumentando el límite de edad y los hospitales van sufriendo un proceso de geriatrización, con sus consecuencias en los tipos de tratamientos e intervenciones más frecuentes como el manejo de pacientes, el tipo de gasto o materiales utilizados.

Es evidente que en los últimos años de vida y en situaciones de salud complejas es donde se concentra la mayor morbilidad e incapacidad con los consiguientes ingresos hospitalarios; lo que contribuye a una mayor presión asistencial y consumo de recursos.

Por lo tanto, es de destacar el peso hospitalario que tienen los pacientes pluripatológicos, además es cada vez mayor, originando altos índices de ocupación y un número de estancias hospitalarias/año cercanas al 50%. Una vez producido el ingreso se estima que en el 70% aparecen complicaciones, que en la mitad de los casos se deben a la patología que lo motivó y en la otra mitad relacionadas con la estancia hospitalaria; dependiendo en éste último caso de dos factores importantes: lo prolongado del ingreso y el entorno hospitalario (19-20).

1.5. Prioridades en la atención al paciente.

Tradicionalmente durante el período de hospitalización se prioriza el problema de colaboración frente al diagnóstico enfermero, juicio que identifica y a partir del cual se tratan estas respuestas humanas.

La bibliografía médica indica que en el momento del alta hospitalaria, el colectivo de ancianos presenta una importante demanda de cuidados derivada de la existencia de problemas activos que generan dependencia (21-22).

Aunque el tiempo que se pasa en el hospital siempre es menor que el que se pasa en el domicilio o en el lugar de residencia habitual, es allí donde se identifican los principales problemas o diagnósticos de éstos pacientes con una taxonomía o lenguaje propio.

1.6. Estandarización de los cuidados.

La necesidad de utilizar un lenguaje común en el ámbito de los cuidados surge desde las primeras reuniones mundiales de enfermeras (CIE, Consejo Internacional de Enfermeras) (23). A partir de las primeras reuniones del Consejo, se crean sociedades nacionales que arraigan con fuerza en distintos países y permiten transmitir las experiencias profesionales. En EE.UU. se crea la NANDA (24) (North American Nursing Diagnoses) en 1973, para posteriormente relanzarse en el año 2002 como NANDA Internacional; en España la búsqueda de un lenguaje normalizado se ha plasmado en la creación de organizaciones como es el caso de la Asociación Española de Nomenclatura, Taxonomía y Diagnósticos de Enfermería (AENTDE) (25-26).

La secuencia de acontecimientos que tienen lugar en el proceso de cuidados fuero definidas por Carpenito L J (1987) (27) y Alfaro (1988) (28) que lo entienden como una forma de pensamiento crítico que nos permiten llegar a una conclusión acerca del estado de salud y la respuesta de una persona a una situación vital.

El primer paso identificado del proceso enfermero es la valoración (Yura y Walsh, 1967) (29); en esta década se pensó que el proceso enfermero constaba de cuatro partes: valoración, planificación, ejecución y evaluación. Posteriormente se reconoció que los datos de la valoración debían ser agrupados e interpretados antes de que se pudiera planificar, implementar o evaluar el plan de cuidados en diagnósticos enfermeros.


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