Comportamiento del embarazo en la adolescencia
Autor: Dra. Bárbara de Armas Díaz | Publicado:  30/01/2012 | Ginecologia y Obstetricia , Pediatria y Neonatologia , Medicina Familiar y Atencion Primaria , Articulos | |
Comportamiento del embarazo en la adolescencia .3

Basándonos en una visión diacrónica del desarrollo, nos situamos en los albores de la adolescencia. Los niños y niñas al final de la infancia cuentan ya con su biografía sexual, resultado de su propio proyecto de sexuación, constituido por el desarrollo de la bases biofisiológicas fruto de la programación genética hasta ese momento en interacción con la socialización de la sexualidad derivada de la regulación social propia de esta cultura occidental.

Al mirar hacia adelante, la adolescencia es una etapa particularmente intensa en el proceso de sexuación (22). Si afirmamos que la sexualidad es la manera en que nos integramos como personas sexuadas, es el modo de vivir esta realidad, entonces la adolescencia es la etapa en la que el proceso de sexuación va a producir transformaciones esenciales para tal fin. Estas se van a producir en tres áreas: en la redefinición de la identidad sexual, en la aparición y configuración del deseo sexual y en la evolución de los afectos relacionados con la sexualidad. Desarrollaremos a continuación estos tres aspectos. (23,24)

La identidad sexual

El ser humano desde que nace inicia un camino que lo conducirá a su individualización, que consiste en el desarrollo de la propia identidad, entendida esta como la conciencia de ser un ser autónomo y diferenciado de los demás, la conciencia de sí mismo. Dada nuestra naturaleza sexuada, la identidad necesariamente tiene que serlo: "Yo soy yo que soy mujer, yo soy yo que soy hombre".

Podemos afirmar que en torno a los tres años los niños y las niñas adquieren la identidad de núcleo genérico o identidad básica de género. Este concepto hace referencia al hecho de que, desde un punto de vista evolutivo, es la primera vez que los niños y las niñas perciben su identidad sexuada. Sin embargo, la identidad sexual y de género adquirirá su conformación madura a lo largo de la adolescencia. (23)

Antes de introducirnos de lleno en la pubertad y la adolescencia, desearíamos hacer una aclaración terminológica. La identidad sexual hace referencia a la conciencia de pertenecer a un sexo en función de los atributos corporales, en especial los genitales, mientras que la identidad de género hace referencia a los contenidos de la identidad que provienen de las atribuciones que una cultura determinada hace al hecho de ser mujer u hombre respecto a actitudes, valores, comportamientos, etc.

El proceso de sexuación es esencialmente un proceso de desdoblamiento en dos formas que se produce desde lo biológicamente más elemental hasta lo psicológicamente más complejo. Por ello, reiteramos que la sexualidad es el modo de vivir el resultado de la propia sexuación. Así, en la pubertad, atrio de la adolescencia, se van a producir cambios en ambos sentidos, tanto en lo biológico como en lo psicológico: la nueva imagen corporal y nuevas capacidades intelectuales de análisis de la realidad. (24,25)

• Cambios en la imagen corporal

A lo largo del período intrauterino se desarrolla el proceso de dimorfismo sexual, que culmina al final del embarazo con la diferenciación hipotalámico-hipofisaria. El gonostato queda diferenciado y latente hasta que el reloj biológico lo dispara en el momento de la pubertad. El cuerpo adquiere su naturaleza dimórfica con la aparición de los caracteres sexuales secundarios como resultado de la acción de las gonadotropinas en la maduración de las gónadas, las cuales aportan al caudal sanguíneo las hormonas responsables de los cambios.
Este evento puberal obliga a una reestructuración de la identidad sexual en la medida en que el cuerpo es su pilar esencial. Por un lado, los cambios físicos exigen, desde un punto de vista intrapsíquico, una redefinición de la identidad en función de la nueva imagen y de las nuevas funciones adquiridas. Por otro lado, la nueva imagen es puesta en relación con el medio social y, generalmente, comparada con los estereotipos de belleza. (25)

La diferenciación sexual es, como hemos indicado, un proceso de desdoblamiento en dos formas a partir de momentos indiferenciados, homólogos para ambos sexos. Desde la propia biología podemos afirmar que cada persona es el resultado de su propio proyecto genético, por lo tanto, dentro de cada sexo existe una gran diversidad de morfologías que van desde las físicamente más ambiguas hasta las más estereotipadas. La imagen corporal debe ser integrada en la redefinición de la identidad que se produce en este momento. Sin embargo, es evidente que la cultura occidental es altamente exigente con la figura corporal en relación al modelo de belleza establecido, se la instrumentaliza con fines comerciales. Por otro lado, las personas que mejor se ajustan al modelo de belleza tienden a tener una "ventaja sociológica", mejor autoestima, mayor popularidad, mejor adaptación. Desde un punto de vista preventivo y en nuestra opinión, la educación afectivo sexual debe promocionar un concepto de belleza diferente basado en el desarrollo y cultivo de los valores y cualidades que resulten atractivos y seductores para uno mismo y los demás, antes que un modelo puramente figurinista y estático de la imagen corporal. (23,24)

• Cambios en las nuevas capacidades

Durante la infancia, una vez adquirida la identidad básica de género, esta resulta muy estereotipada. Los niños y las niñas necesitan afirmarse en su grupo. Además, sus capacidades cognitivas no les permiten más que una visión concreta de la realidad: "Las cosas son lo que son y no pueden ser de otra manera".

Al comienzo de la adolescencia, el propio desarrollo cognitivo potencia un cambio cualitativo en la manera de procesar la realidad. Es el paso de lo concreto a lo abstracto. La realidad es tan solo una posibilidad entre otras: "Las cosas son como son, pero podrían ser de otra manera".

Estos cambios cognitivos permiten relativizar los contenidos de género. No existe una única manera de ser mujer u hombre. Las atribuciones clásicas que la cultura occidental ha venido haciendo al hecho de ser mujer u hombre pueden ser cuestionadas.

Los estudios sobre los roles de género indican que en el análisis de valores, actitudes y comportamientos observados desde la variable sexo, se pueden agrupar en dos polos que hacen referencia a la instrumentalidad (interés por lo que uno puede construir o destruir, impulsividad, independencia, competitividad) y a la comunalidad (interés por el cuidado del grupo, empatía, dependencia). Convencionalmente, el modelo de congruencia en la relación sexo-género determinaba que el primero se asocia a la masculinidad y el segundo a la feminidad. Sin embargo, el modelo actual o de androginia afirma que ambos polos pueden estar presentes en cualquiera de los dos sexos, por tanto, las personas que mejor integren ambas dimensiones, instrumentalidad-comunalidad, serán más sanas porque poseerán mayor capacidad de adaptación.

Las personas que están en este momento evolutivo deben realizar, al hilo del desarrollo de su identidad globalmente considerada, una asimilación de contenidos de género. Estos no son otra cosa que todos aquellos elementos que dan significado al hecho de ser mujer u hombre. Semejante tarea no es sencilla, puesto que los y las adolescentes en la actualidad se hallan en un momento vertiginoso de cambio en los roles, en un ambiente donde convergen los tradicionales y los actuales caracterizados por los cambios habidos en la emergencia del nuevo rol de la mujer y sus consecuencias sistémicas respecto al del hombre. Por otro lado, continúa una fuerte presión social debida a la inercia del modelo masculino, en cuanto a lo que hoy por hoy significa socialmente la masculinidad.

En resumen, podemos decir que la sexuación es el resultado de la integración de los diversos niveles que conforman el hecho sexual. La identidad sexual es la síntesis del desarrollo de la programación genética respecto a las bases biológicas del hecho sexual y de los procesos psicológicos que la determinan. Anteriormente, hemos hecho una distinción entre la identidad sexual y la de género, aun si son conscientes de que probablemente tan solo tiene valor teórico, porque en la realidad al final de la adolescencia, salvo dificultades, las personas adquieren una conciencia nítida de su propia identidad que es inexorablemente sexuada. Así, la sexualidad es el modo de estar en el mundo como persona sexuada, que sin duda es el resultado del diseño individual de la propia sexuación. (23,24)

El deseo sexual

Como hemos indicado anteriormente, una de las novedades más relevantes en la adolescencia es la aparición del erotismo puberal. Una manera de enriquecer el conocimiento de tal evento consiste en tomar en consideración las aportaciones más actualizadas acerca del deseo sexual. El cual está constituido por tres elementos moderadamente independientes: el impulso, el motivo y el anhelo. El impulso (drive) representa la base biofisiológica del deseo sexual, el motivo (motive) hace referencia a su articulación psicológica y el anhelo (wish) a su representación sociocultural.

El impulso sexual está constituido por lo que podríamos considerar el "sistema sexual". Los seres humanos heredan filogenéticamente los elementos anatómicos, fisiológicos y neuroendocrinos que regulan el comportamiento sexual y que generan predisposiciones comportamentales hacia los estímulos eróticos. Como es bien sabido, la testosterona es la hormona relacionada con el deseo sexual en ambos sexos. Sin embargo, la motivación sexual constituye un sistema interactivo entre el "sistema sexual" (bases biofisiológicas del deseo sexual) y los incentivos, estos estereotipados en las especies subhumanas y complejos en los humanos por las diversas mediaciones tanto psicológicas como culturales. Por tanto, el impulso hace referencia a la activación que puede generarse desde la propia dinámica biológica o inducirse a partir de determinados incentivos, es decir, estímulos que en diversas situaciones tienen valencia erótica. Activación en definitiva.

El motivo constituye la articulación psicológica del impulso sexual. Representa la disposición hacia la actividad sexual. Se manifiesta por la integración del impulso en el conjunto de la personalidad y supone la aceptación o el consentimiento de la activación sexual, la disposición hacia lo erótico. Esta depende de la propia historia sexual y de cómo haya sido su socialización en el contexto sociocultural donde estos se desarrollan.


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