Comportamiento del embarazo en la adolescencia
Autor: Dra. Bárbara de Armas Díaz | Publicado:  30/01/2012 | Ginecologia y Obstetricia , Pediatria y Neonatologia , Medicina Familiar y Atencion Primaria , Articulos | |
Comportamiento del embarazo en la adolescencia .4

El anhelo se corresponde con la representación sociocultural del deseo sexual y significa el deseo de llegar a estar involucrado en la experiencia sexual, es este otro componente independientemente del impulso y del motivo. Sin embargo, este anhelo está fuertemente mediatizado por el contexto. Historiadores, sociólogos y antropólogos llaman la atención sobre el hecho de que la vida sexual está influenciada por fuerzas sociales que circundan al individuo y que pueden llegar a ser más importantes que la propia vida individual. Dicho de otra manera, las aspiraciones sexuales están fuertemente diseñadas por la tradición cultural, el momento histórico y los intereses de las clases dominantes. Una de las principales expectativas respecto a las aspiraciones sexuales se deriva de la organización sociocultural de los roles que se definen sobre la base de los contenidos de género en función de las personas y sus capacidades. El discurso social acerca de la sexualidad establece lo que puede ser deseado por mujeres o por hombres.

Un ejemplo referido a la articulación de los tres componentes del deseo sexual es el siguiente: en las primeras sectas cristianas, el impulso sexual era considerado como una fuerza demoníaca, el motivo -como componente del deseo sexual- consistía en la evitación de toda experiencia subjetiva de deseo y el anhelo se convertía en la aspiración de ser virtuoso, es decir, radicalmente ascético.

Bien al contrario desde el punto de vista de criterios amplios de salud sexual, se puede considerar que un objetivo evidente de la educación afectivo sexual en la adolescencia consiste en facilitar la posibilidad de que cada adolescente pueda reconocer su impulso sexual, integrar los motivos para la actividad sexual en el conjunto de su personalidad con una perspectiva de futuro y valorar críticamente los anhelos o aspiraciones eróticos respecto a su propia identidad de una manera auténtica, personal, sin tergiversaciones, que responda genuinamente a sus propias necesidades y no a otras inducidas externamente.

Estos tres componentes del deseo sexual son realidades moderadamente separadas. La armonía entre ellos produce una adecuada integración de este. En el espacio clínico se puede apreciar su relativa independencia, puesto que en las personas que presentan dificultades con el deseo sexual es posible observar determinadas incongruencias entre ellas. Por ejemplo, personas con un nivel óptimo de impulso podrían tener razones para evitar la experiencia emocional subjetiva del deseo sexual por diversos motivos. El discurso social sobre lo "sexualmente correcto" podría lograr que una persona anhelase desear sexualmente aquello que dista de su propia realidad. Una persona mayor podría anhelar estar involucrado/a en experiencias sexuales porque ellas podrían hacerle sentirse activo/a, vital, querido/a, aunque por determinadas circunstancias careciese de impulso. Un o una adolescente, como veremos posteriormente, podría sentir un fuerte impulso sexual, pero carece de recursos para integrarlo en el conjunto de su personalidad en relación a otras instancias psíquicas. Podría tener motivos para no desear o aplazar la experiencia sexual a pesar de su impulso debido a algunas contradicciones o dificultades propias del comienzo de la adolescencia.

Desde el punto de vista del impulso, sabemos que la respuesta sexual en términos fisiológicos es muy precoz. Todo parece indicar que existen manifestaciones sexuales desde el segundo tercio del período intrauterino, erecciones, modificaciones vulvares, etc. así como comportamientos similares al ciclo de respuesta sexual, aunque la cuestión del orgasmo infantil ha sido discutida por diferentes autores. No cabe duda de que existe una predisposición innata a la búsqueda de placer físico, al contacto corporal. La etología aporta numerosas evidencias de que estas predisposiciones son constantes a lo largo de la evolución, sobre todo en las especies superiores.

No podemos decir, sin embargo, que exista en los niños deseo sexual tal y como lo entendemos desde una perspectiva adulta. Aunque no haya muchos datos sobre el comportamiento sexual de ellos, excepción hecha del campo psicoanalítico cuya discusión no es pertinente en este momento, podemos decir que dadas las características psicológicas infantiles, estos tienen una sexualidad egocéntrica y autoerótica. Los estímulos eróticos como activadores del deseo no tienen significado en ellos. No debe confundirse el interés y la curiosidad por el descubrimiento del propio cuerpo y del otro/a ni la búsqueda de contacto físico como manifestaciones del deseo sexual. En estas edades es más propio hablar de una dimensión sexual-afectivo-social más bien difusa y sin perfilar.

En términos de impulso, es decir, desde un punto de vista biofisiológico, en la pubertad ocurre un acontecimiento importante. Como efecto de los cambios puberales, aumenta considerablemente la tasa de testosterona, que, como ya hemos indicado, es un potente regulador del deseo sexual. En este momento aparece el erotismo puberal.

En estos momentos el deseo sexual se manifiesta con intensidad, en tanto que impulso, aparece poco a poco y de manera consciente dirigido a otra persona. Comienzan las primeras fantasías eróticas, la atracción y la respuesta hacia estímulos eróticos. El deseo sexual se orienta. Posteriormente tendrán lugar experiencias sexuales, primero autoeróticas, luego compartidas. El impulso sexual es la base energética del deseo sexual, su configuración dependerá de los antecedentes infantiles, de variables psicológicas y del contexto social en el que se desarrolla la socialización de la sexualidad.

Desde este punto de vista biosocial, los cambios hormonales tempranos en la adolescencia tienen una influencia directa en el interés y la motivación sexuales e indirecta a través de los efectos de los cambios en la apariencia física y la atracción erótica de los demás. Los procesos sociales se contemplan como facilitadores o inhibidores de la implicación en aspectos sexuales.

La relación entre los niveles de testosterona y la activación y el comportamiento sexuales han sido estudiados. Estos autores encontraron que los niveles de testosterona aumentan en los chicos la motivación sexual en forma de fantasías eróticas y excitación espontánea y de comportamientos explícitos, como la masturbación, los orgasmos nocturnos involuntarios y la frecuencia de relaciones compartidas a distintos niveles. En las chicas, los efectos de la testosterona inciden en el aumento de su motivación sexual expresada en fantasías y masturbación, pero no en el aumento de relaciones compartidas. Las diferencias de género en cuanto a la expresión del deseo sexual podrían ser explicadas como efecto de las pautas diferenciales en la educación de los y las adolescentes.

El período prepuberal y los inicios de la adolescencia son momentos muy sensibles a la configuración del deseo. Por un lado, por las propias modificaciones corporales y la intensificación de las manifestaciones de la excitación sexual y, por otro lado, por la vivencia de la activación del deseo sexual como experiencia emocional subjetiva.

Debemos aceptar que en estas edades los y las adolescentes viven con intensidad el impulso, que corresponde con la experiencia subjetiva de esta realidad. La fuerza de sus manifestaciones en los y las adolescentes les lleva a enfrentarse con el sí mismo sexual. La manera en que se desarrolle predispondrá el futuro bienestar sexual adulto. El proceso por el cual el impulso se organiza e integra en la personalidad puede ser considerado como una línea de desarrollo que probablemente alcance su forma madura después de la adolescencia. Como en otras líneas de desarrollo, es importante considerar cuáles son las influencias anteriores y cómo integra el o la adolescente el sí mismo sexual. No estaríamos muy equivocados si afirmáramos que este es un tema habitualmente soslayado, tanto en el ámbito familiar como en el escolar.

Desde nuestro punto de vista, el comportamiento sexual de los adolescentes pasa por dos momentos bien diferenciados: el autoerotismo o erotismo dirigido hacia la propia persona y el heteroerotismo o erotismo dirigido hacia los demás. (23-25)

El autoerotismo o masturbación

Los primeros comportamientos sexuales en la adolescencia generalmente son autoeróticos. Sin embargo, la masturbación en este momento evolutivo adquiere una cualidad diferente a los comportamientos autoeróticos infantiles. En realidad solo la masturbación infantil es genuinamente autoerótica, en la medida en que se trata de la experiencia de placer que emana del propio organismo en la que no existe el "otro". Sin embargo, en la adolescencia, el autoerotismo tiene una clara vocación heteroerótica, relacional, puesto que la masturbación va guiada, en general, por fantasías que incluyen la satisfacción sexual compartida.

La masturbación es una actividad que ayuda a conocer el cuerpo y la propia respuesta sexual descubriendo todos sus matices. A través de ella se obtienen satisfacciones sexuales y construyen en la fantasía situaciones idealizadas o inalcanzables; ayuda también a elevar la autoestima sexual. Tiene sentido en sí misma como una forma de acceso al placer, por ello puede estar presente, con mayor o menor intensidad, a lo largo de las edades; en los primeros años de la adolescencia puede suponer un ensayo imaginado de la anhelada experiencia sexual. La fantasía a través de la masturbación puede ser el motor que tire de la realidad y ayude de este modo a acceder a la experiencia compartida.

En relación al nivel de conocimientos contrastados que poseemos sobre esta cuestión, se puede afirmar que la masturbación es un comportamiento natural y saludable que forma parte del repertorio de las actividades sexuales. Sin embargo, determinadas situaciones conflictivas tanto desde el plano individual como familiar o escolar podrían dar lugar a un tipo de masturbación reactiva o compulsiva. En estos casos, la masturbación compulsiva debe ser interpretada como una manifestación del conflicto y no como el origen de este.

La integración saludable de la masturbación está mediatizada por las actitudes hacia la sexualidad y estas a su vez por las reacciones emocionales ante esta. De los estudios que han analizado esta cuestión, se puede deducir que existe una variedad de reacciones de los adolescentes hacia ella. Algunos/as la consideran algo sucio e inaceptable, otros/as como una necesidad biológica y natural. Sin embargo, la síntesis de los estudios más recientes indica que aproximadamente un 80% de los chicos y un 70% de las chicas la consideran como normal y natural. En cuanto a su incidencia podemos decir que aproximadamente un 80% de los chicos y un 60% de las chicas se ha masturbado antes de los 18 años. La comparación entre los estudios actuales y las realizadas décadas atrás demuestran que las diferencias entre chicas y chicos respecto a la masturbación tienden a disminuir, de este hecho se podría deducir la importancia de las diferencias en la educación entre mujeres y hombres.

El heteroerotismo

Llegado un determinado momento, el autoerotismo da paso al heteroerotismo o experiencia compartida. Esta será heterosexual, bisexual u homosexual dependiendo de cómo se haya orientado el deseo.

La edad de la primera experiencia sexual se está adelantando tanto en chicos como en chicas, no obstante, la experiencia sexual es más temprana en ellos, aunque estas diferencias son menores que en décadas pasadas. En los últimos años aumenta el porcentaje de los que dicen haber tenido experiencias sexuales con más de un compañero o compañera en ambos sexos. En general, se puede deducir de las investigaciones que los chicos tienden a ser más activos y a poseer mayor experiencia sexual que las chicas.


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