La Universidad de Padua forjadora pensamiento medico cientifico moderno. Capitulo 1. Introduccion .6
Papa Clemente IV (Guido le Gros Foulques) (1342-1352) Heráldica del Papa Clemente IV Fue C.H Haskin, medievalista norteamericano el primero que acuñó el término ‘Renacimiento’ para aplicarlo al siglo XII. (42) Los motivos se basaban en la aparición de centros intelectuales, de grandes obras escritas, axial como de bibliotecas importantes, la facilidad de poder consultar los libros clásicos latinos, el uso de la lengua latina, la presencia de la poesía latina, la reaparición de la jurisprudencia romana y la sistematización del derecho de la Iglesia, axial como los escritos históricos, las traducciones del griego y del árabe, el renacer con vigor de las ciencias en general y de la filosofía en particular, y el comienzo de las universidades.
Todo esto hacía del siglo XII una centuria que prepararía, sin duda alguna, la aparición del humanismo renacentista (1) (2)
La expansión económica hizo crecer la importancia de las ciudades y por ende de la vida urbana en confrontación con la vida rural. Se produjo una ruptura de la estructura social donde había clérigos, nobles y siervos y se introducirían con fuerza histórica los comerciantes, burgueses, intelectuales y políticos.
Fue entonces el siglo XII, el punto de partida de la nueva ciudad medieval, con un nuevo enfoque en las relaciones comerciales, culturales y personales. Las escuelas ubicadas en Monasterios y Catedrales se tornaban insuficientes para albergar a todos los alumnos que llegaban con el interés de aprender. Nacen entonces las escuelas urbanas, que ya existían desde antes con los nombres de catedralicias, episcopales y capitulares y las escuelas comunales a cargo del municipio citadino.
Es necesario señalar que los Monasterios en las sociedades feudales, no tenían como meta principal el estudio y las funciones de enseñanza, salvo la que era necesaria para formar al monje. Pero aun así eran centros de privilegio porque transmitían el conocimiento y poseían textos antiguos, que copistas adiestrados los iban sacando del olvido y los traducían para hacerlos objeto de estudio. Las ordenes monásticas nuevas como los camaldulenses, cistercienses, premonstratenses, cartujos, por nombrar algunas, no tenían en sus metas el cultivo de la intelectualidad, sino solo de la espiritualidad. Desde el siglo XI y mucho más en el XII las escuelas urbanas son favorecidas por la nueva estructuración social, económica, eclesiástica y política. Con el correr de los años algunas escuelas urbanas se hacen famosas y se convertirán en centros intelectuales con un ferviente deseo de desarrollar un modo reflexivo de pensar, ya no aceptando de manera pasiva las sentencias inobjetables de un ‘magíster dixit’ (El maestro lo dijo).
Reflexión, objeción, controversia, polémica, argumentación racional, serán la base de las nuevas escuelas urbanas que irán a desembocar de manera natural en las Universidades.
Las artes liberales consideradas como el ‘Trivium’ (gramática, retórica y dialéctica-lógica) y el ‘Quadrivium’ (aritmética, música, geometría y astronomía) y la Teología conformaban para entonces la excelencia en la enseñanza.
En la mayoría de las escuelas no se cumplían éstas enseñanzas como tal y se daban parcialmente de acuerdo al juicio particular de las ‘autoridades monásticas del lugar’ (11). Esto era motivo de descontento entre los estudiantes y fue también una de las razones de ‘crear’ centros de estudio que no dependieran de una decisión arbitraria, sesgada y obtusa. Estos centros de estudio serían las Universidades.

Pasarían seiscientos años entre la desaparición de las academias antiguas y la aparición de las Universidades medievales. En esos seis siglos la iglesia cristiana fue la preservadora de la cultura y el saber a través de sus monasterios y catedrales donde ‘el saber estaba encriptado en lugares a veces inaccesibles y sólo conocido por algunos de la cofradía’. Este celo del saber dio sus frutos a partir del siglo XII. Clérigos como Alcuino de York, Teodulfo de Orléans, Benito de Aniano, Agobardo de Lyon, todos del siglo IX, fueron los precursores de una mayor ‘apertura’ de la enseñanza.
No olvidemos que los estudios dentro de la Cristiandad y más específicamente los objetivos pedagógicos estaban dirigidos hacia cuatro facultades: Artes, Derecho, Medicina y Teología, como lo vemos en el dibujo del ‘Hortus Deliciarum’, o Jardín de las Delicias, que era una enciclopedia iluminada o ilustrada, que se compiló el año 1167 como un argumento pedagógico para jóvenes novicios de los conventos, fue considerado un compendio del conocimiento del siglo XII.

La palabra ‘Universitas’ alude a la comunidad (‘societas’, corporación) de maestros, estudiantes o ambos.
La palabra ‘Studium’ hace referencia al lugar o recinto donde se daba la enseñanza (cátedra).
Desde la época Carolingia surge el concepto de la ‘traslatio studii’ donde se veía el origen de la ‘universitas’ en sucesivos actos de transferencia llevados a cabo por la autoridad soberana.
Lo decisivo en el modelo del intelectual del medioevo era su poderoso vinculo con la urbe. De hecho la evolución del escolasticismo va de la mano con la revolución urbana de los siglos X, XI, XII y XIII. (47)
La ‘universitas’ se vinculaba con las escuelas (‘studia’) de la antigüedad. Se le atribuía una importancia grande junto al Imperio y a la Iglesia como institución universal. La tesis de que las universidades eran las sucesoras directas de las escuelas griegas, romanas y bizantinas, le dio un respaldo importante en su establecimiento inicial.
Sólo en Italia existían escuelas laicas, además de las regidas por la Iglesia. En los otros países estaban bajo el control absoluto de la iglesia. Cada escuela estaba vinculada a un organismo eclesiástico, como un monasterio, una catedral y la dirigía un ‘magíster scholarum’ llamado ‘Scholasticus’ (cabeza de la escuela).
Estas escuelas estaban destinadas a los oblatos (‘Muchachos ofrecido por sus padres a Dios y confiado a un monasterio para que se educara culta y piadosamente’) del monasterio o a los clérigos jóvenes. Sin embargo la escuela estaba también abierta a escolares ‘de afuera’, otros clérigos o jóvenes nobles cuyos padres deseaban para ellos una educación esmerada.