Intervencion educativa sobre habitos alimentarios a madres de preescolares con diarreas
Autor: Lic. Leonel Puentes Ramos | Publicado:  13/03/2012 | Medicina Preventiva y Salud Publica , Pediatria y Neonatologia , Medicina Familiar y Atencion Primaria , Gastroenterologia , Articulos | |
Intervencion educativa sobre habitos alimentarios a madres de preescolares con diarreas .2

El pilar fundamental en el tratamiento de la diarrea es el tratamiento preventivo, que es el que se realiza en la comunidad por el médico y la enfermera de la familia cuando estos orientan sobre higiene ambiental a través de visitas o charlas educativas; además, prepara a la futura mamá sobre la importancia de la lactancia materna en los primeros 6 meses de la vida y de mantener un esquema de ablactación acorde con la edad, pues el estado nutricional es una herramienta fundamental para proteger la salud del niño.

Para lograr este objetivo se requiere de diversas coordinaciones intra y extra sectoriales, pero fundamentalmente se requiere de la participación de la comunidad para establecer una relación con la tarea nunca terminada y siempre cambiante de procurar la salud y evitar enfermedad.

Los niños con diarrea deben recibir entonces una mayor cantidad de líquidos, siendo lo más recomendable el uso del suero oral alternado con agua o agua de arroz.

Si los niños están recibiendo leche materna, por ningún motivo se debe suspender la lactancia. Se ha demostrado que los niños con diarrea que reciben leche materna se curan más rápido que los que solo reciben suero oral. Lo que sí se puede modificar es la frecuencia, permitiéndole al niño que se alimente más seguido.

Si el niño no vomita, debe proporcionársele una alimentación adecuada, a pesar de la diarrea. Es un error creer que el ayuno lo va a curar más rápido, cuando realmente es a la inversa: el mantener la alimentación favorece la recuperación en un menor tiempo y mejora el aspecto nutricional, el cual es básico para el control de la infección.

El apetito normal es a menudo el último comportamiento en normalizarse después de una enfermedad y a los niños se les debe permitir tomarse su tiempo para retornar a sus hábitos alimentarios normales. No hay una alimentación específica que se recomiende para combatir la diarrea, pero los niños suelen tolerar mejor las comidas suaves. Los agentes formadores de masa, como los almidones, las frutas y las verduras, algunas veces ayudan a producir heces más sólidas.

Para algunos niños, un retorno a su alimentación regular también puede traer consigo un retorno de la diarrea, lo cual generalmente se debe a una leve dificultad que el intestino tiene para absorber los alimentos normales. Este tipo de diarrea por lo regular no dura tanto, es diferente de la diarrea que se presentó durante la enfermedad real y no requiere ningún tratamiento, siempre que no haya otros síntomas.

El consumo de líquidos es muy importante porque un niño con diarrea se deshidrata fácilmente. La deshidratación es una afección grave en los bebés y en los niños pequeños. Es necesario reponer los líquidos perdidos. La reposición de líquidos en todos los niños se hace bebiendo algo, excepto en el caso de los más gravemente deshidratados o aquellos que no pueden retener ningún líquido.

La diarrea se caracteriza por un mayor número y menor consistencia de las evacuaciones diarias, aunado a un incremento de volumen de las heces. Cuando el individuo consume una dieta regular para su edad, las evacuaciones residuales alcanzan un promedio de 200 a 250 g diarios en el adulto y de 10 g/kg/dia en lactantes, y a los 3 años alcanza al volumen de los adultos. Puede acompañarse de otros signos gastrointestinales como dolor abdominal y vómitos. La diarrea aparece cuando se alteran los mecanismos de transporte de solutos en el intestino, provocando una mayor secreción o menor absorción, con pérdida excesiva de sales y agua en las heces.

Existe una relación compleja entre la diarrea, la desnutrición y la integridad intestinal. La inanición altera la función de barrera de la mucosa y la realimentación fomenta la reparación de la lesión provocada por la desnutrición. La desnutrición provoca cuadros agudos y/o crónicos de diarrea empeorando aún más el estado de la mucosa intestinal.

Después de lograr un estado adecuado de hidratación se debe iniciar la ALIMENTACIÓN INMEDIATAMENTE, a pesar de que continúen las evacuaciones líquidas, ya que la nutrición adecuada minimiza los cambios nocivos a nivel de la permeabilidad de mucosa intestinal, reduce la duración de la enfermedad y mejora el estado nutricional.

En la morbilidad por diarreas se han identificado varios factores entre los que la ineficiencia de la educación a las madres juega un importante papel.

Es indudable que los conocimientos maternos sobre nutrición de niños con diarreas juegan un papel importante en la evolución de la enfermedad. ¿Qué alimentos ofrecer y en qué momento administrarlos? Es la clave del problema.
En la provincia de Ciego de Ávila, en el municipio de Morón, según datos obtenidos de forma casuística o de forma personal, las diarreas en niños menores de cinco años se han comportado de forma muy similar a los datos obtenidos por estadísticas cubanas, pero debido a la no realización de un estudio clínico adecuado del comportamiento de hábitos alimentarios en estos pacientes, es lo que ha motivado al autor de este trabajo a la realización del mismo.

FUNDAMENTACIÓN TEÓRICA

La importancia de la dieta puede observarse al analizar las dietas de nuestros antepasados y cómo estas afectaron la vida y la salud de los pueblos. En el siglo V a.n.e. los griegos tenían como base de su alimentación los cereales, como por ejemplo la cebada, el trigo, y entre las legumbres las lentejas. Los egipcios (2000 a.n.e.) ingerían como alimentos principales el pan y la cerveza obtenida de la cebada, y los ricos, como los faraones, comían cantidades excesivas de carnes, resultando efectos nefastos sobre el funcionamiento del hígado, solo contrarrestados al menos parcialmente por los antioxidantes contenidos en los vegetales. En el caso de los romanos (siglo I a.n.e.) los soldados se desgastaban rápidamente a pesar de que en la dieta estaban presentes el tocino, los embutidos y cereales abundantes como fuente energética; no obstante la actividad física constante, las carencias vitamínicas por falta de frutas y verduras frescas pudieron contribuir a este desgaste. En el siglo XII los monjes benedictinos se caracterizaron por una longevidad marcada entre sus miembros; su dieta estaba conformada por huevos, tocinos y en general una alimentación casi vegetariana y una actividad física notable impuesta por las reglas de su orden. En el siglo XV los samuráis comían una dieta apropiada para su intensa actividad física en cuanto a los carbohidratos contenidos en abundante arroz, así como carne salada y condimentos, soya y trigo, pero como elemento negativo tenía la pérdida de vitaminas en el arroz descascarado. Por otra parte, ingerían pocas frutas y verduras frescas, lo que pudo contribuir a la menor duración de la vida (1).

En 1979, en la reunión mixta OMS/UNICEF (Organización Mundial de la Salud/Fondo de Naciones Unidas para la Infancia) sobre alimentación del lactante y el niño pequeño, el valor de la lactancia natural se definió concretamente como: “La lactancia materna es parte integral del proceso reproductivo, la forma natural e ideal de alimentar al bebé y la base biológica y emocional única para el desarrollo del niño”. Esto, junto con sus otros efectos importantes en la prevención de infecciones, en la salud y bienestar de la madre, en el espaciamiento de los alimentos, en la salud de la familia, en la economía familiar y nacional, y en la producción de alimentos, la convierte en un aspecto clave de seguridad en si misma (15).

A principios de los años 80 se puso de manifiesto en todo el mundo que las políticas económicas planteadas por las instituciones financieras internacionales y privadas, provocaban efectos desfavorables en los grupos más pobres de la sociedad; así, en varios países se incrementó la desnutrición y la mortalidad. A partir de aquí, los organismos internacionales del campo de la salud y nutrición, consideraron necesario promover el establecimiento y fortalecimiento del sistema de vigilancia alimentaría y nutricional (15).

Ya en 1990, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) instó a los estados miembros, a través de su resolución WHA 43.3, a proteger y fomentar la lactancia natural como componente esencial de sus políticas y programas generales de alimentos y nutrición en favor de las mujeres y los niños, de manera que todos los bebés se alimenten exclusivamente de leche materna durante los primeros 4-6 meses de vida y que se propicien prácticas adecuadas de alimentación complementaria a partir de los 6 meses de edad aproximadamente, insistiendo en la conveniencia de continuar el amamantamiento y la alimentación frecuente con alimentos locales salubres en cantidad suficiente (6,16-17).

En la Conferencia Internacional sobre nutrición, celebrada en Roma en 1992, los representantes de 159 países, incluida Cuba, aprobaron la declaración y el plan de acción para la nutrición, lo cual significa que cada país representado se comprometió a preparar y perfeccionar lo más pronto posible y antes de 1994, planes de acción y estrategia (18).

La cultura alimentaría no representa una solución mágica para resolver el problema de la desnutrición, sino un instrumento indispensable que provee a la población de elementos para tomar decisiones en cuanto a la elección de alimentos por sí sola (9).


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