Fragilidad en el adulto mayor
Autor: Dra. Magaly Catarí Sánchez | Publicado:  28/06/2010 | Medicina Familiar y Atencion Primaria , Geriatria y Gerontologia | |
Fragilidad en el adulto mayor .1

Fragilidad en el adulto mayor

Dra. Magaly Catarí Sánchez. Especialista en Medicina General Integral. Consultorio Popular Valle Hondo. Municipio Palavecino. Estado Lara.
Dr. Eugenio Mario de Zayas Alba. Especialista en Medicina Interna y Terapia Intensiva. Profesor Asistente. Centro Médico de Diagnóstico Integral. “Hermanos Quinteros” Municipio Iribarren. Estado Lara. Ce:
Dra. Johanna Carolina Meza Aldazoro. Médico Cirujano. Hospital “Dr Rafael Antonio Gil” Município Crespo. Estado Lara.


RESUMEN

Se realizó un estudio observacional descriptivo de corte transversal con el objetivo de determinar la frecuencia de fragilidad así como la caracterización de esta en la población adulto mayor perteneciente al consultorio popular Valle Hondo, Parroquia José Gregorio Bastidas, Municipio Palavecino, estado Lara, donde el universo estuvo representado por 510 adultos mayores residentes de la comunidad “Valle Hondo”, quedando una muestra de 308 adultos de 60 años y más de edad que estaban dispensarizados en dicha unidad asistencial, posterior al análisis según los criterios de inclusión.

El estudio se desarrolló en el período comprendido entre Julio a Diciembre del año 2008. Se incluyeron todos los pacientes que una vez efectuado el diagnostico inicial clasificaron como adulto mayor (AAMM) previo consentimiento por escrito de participar en la investigación. Se les aplicó una encuesta diseñada por los investigadores así como los Índices de Katz, además del Índice de Lawton y Brody. A todos los datos se les calculó las frecuencias absolutas y porcentajes, los mismos fueron distribuidos y representados en tablas. Los resultados arrojados determinaron cinco criterios de fragilidad: sin ingresos económicos recientes; sin participación en actividades culturales, sociales o recreativas dentro de la comunidad; comorbilidad; nivel de escolaridad y polifarmacia. Dentro de las conclusiones arrojadas está que predominaron las edades comprendidas de 60-69 años de sexo femenino, estado civil casados, con nivel de escolaridad primaria terminada y sin diferencia significativa los jubilados y amas de casa, la comorbilidad mayormente obedeció a déficit visual e hipertensión arterial y existió fragilidad de los adultos mayores.

Palabras clave: Fragilidad, Adulto mayor, índice de medición

INTRODUCCIÓN

El número de personas que en el mundo rebasa la edad de 60 años, aumentó en el siglo XX de 400 millones en la década del 50, a 700 millones en la década del 90; estimándose que para el año 2025 existirán alrededor de 1 200 millones de ancianos (1). También se ha incrementado el grupo de los "muy viejos", o sea los mayores de 80 años de edad, que en los próximos 30 años constituirán el 30% de los adultos mayores (AAMM) en los países desarrollados y el 12% en los llamados en vías de desarrollo (1,2).
El proceso de transición demográfica que tiene lugar difiere entre países. La Organización Mundial de la Salud ha considerado las tasas de natalidad, mortalidad y crecimiento natural para establecer los criterios que permiten clasificarlos en cuatro grupos de transición:

• Incipiente: tasa de natalidad alta, mortalidad alta, crecimiento natural moderado (2,5%).
• Moderada: tasa de natalidad alta, mortalidad moderada, crecimiento natural alto (3,0%).
• Completa: tasa de natalidad moderada, mortalidad moderada o baja, crecimiento natural moderado (2,0%).
• Avanzada: tasa de natalidad moderada o baja, mortalidad moderada o baja, crecimiento natural bajo (1,0%).

Entre los países con transición avanzada se encuentran, por ejemplo, Japón, Italia y Grecia. En Las Américas se encuentran Argentina, Bahamas, Barbados, Canadá, Chile, Estados Unidos, Jamaica, Martinica, Puerto Rico y Uruguay, Cuba entre otros (3). En este último país toda persona que alcanza los 60 años de edad y los supera es considerada un adulto mayor (AAMM).

El reto social que el proceso de transición demográfica representa para las naciones, se debe a las grandes necesidades que genera desde el punto de vista económico, biomédico y social. Su repercusión sobre el sistema de salud radica en que son los ancianos los mayores consumidores (relativos o absolutos) de medicamentos y servicios de salud (4-6). A nivel estatal representa un considerable aumento de los gastos para la Seguridad y la Asistencia Social. De la misma manera que el envejecimiento transforma sustancial y progresivamente la situación de salud individual, también influye sobre la estructura y la dinámica de la familia como célula básica de la sociedad.

El ancestral interés de los humanos por vivir el mayor número de años posible, unido al creciente desarrollo de la ciencia y la técnica, sustentan la tendencia actual que considera que si importante es vivir más años, es esencial que estos transcurran con la mejor calidad de vida posible. La problemática del anciano adquiere primordial importancia y factor decisivo en las investigaciones médicas y sociales (7-10). Las investigaciones sobre el tema se dirigen ya no sólo a los aspectos relacionados con el proceso “fisiológico” de envejecer; también se pretende conocer aquellas condiciones que colocan al adulto mayor (AAMM) en una situación de riesgo, o potencian la disminución progresiva de la homeostasis y de la capacidad de reserva inherentes al envejecimiento. Es de destacar que aunque la edad constituye un elemento importante, se considera insuficiente como criterio aislado para evaluar, cuantificar y definir las necesidades de una persona mayor enferma (11).

En lo que concierne a la especie humana se reconocen tipos diferentes de envejecimiento, entre los que sobresalen el individual y el demográfico o poblacional. El envejecimiento individual es el proceso de evolución -hasta ahora irreversible- que experimenta cada persona en el transcurso de su vida mientras que el envejecimiento poblacional es el incremento del número de adultos mayores (AAMM) con respecto al conjunto de la población a que pertenecen. Esta dualidad de interpretaciones hace que el análisis del envejecimiento deba hacerse en 2 planos diferentes: el social -con implicaciones y dimensiones del micromundo y macromundo y el individual (12).

El proceso de envejecimiento humano individual es el resultado de la suma de dos tipos de envejecimiento: el primario, intrínseco o per sé y el secundario (13). El envejecimiento primario es el proceso o grupo de procesos responsables del conjunto de cambios observados con la edad en los individuos de una especie y no relacionados con la presencia de enfermedad. Su investigación se centra en los mecanismos genéticos, moleculares y celulares que intervienen en el proceso de envejecimiento y que, de expresarse adecuadamente, condicionan lo que se ha denominado “envejecimiento con éxito” (succesful aging) (14,15).

El envejecimiento secundario hace referencia al que se produce en los seres vivos cuando son sometidos a la acción de fenómenos aleatorios y selectivos, que ocurren a lo largo del tiempo de vida y que interaccionan con los mecanismos y cambios propios del envejecimiento primario para producir el “envejecimiento habitual” (usual aging). Los principales representantes de este envejecimiento secundario son los problemas de salud de carácter crónico y los cambios adaptativos para mantener la homeostasis del medio interno. Su investigación abarca tanto la causa, prevención, desarrollo, manifestación, pronóstico y tratamiento de la enfermedad y de sus consecuencias, como lo relacionado con hábitos y estilos saludables de vida (16).

Sea cual sea el tipo de envejecimiento considerado, la característica fundamental común a cualquiera de ellos es la pérdida de la reserva funcional, que condiciona una mayor susceptibilidad a la agresión externa al disminuir los mecanismos de respuesta y su eficacia para conservar el equilibrio del medio interno (17). Esta disminución de la respuesta se manifiesta inicialmente sólo bajo circunstancias de intenso estrés para luego pasar a manifestarse ante mínimas agresiones. Según se pierde la reserva funcional la susceptibilidad es mayor, aumentando la posibilidad de que cualquier noxa causal desencadene en pérdida de función, discapacidad y dependencia (13,18).

El proceso normal de envejecimiento produce cambios en la homeostasis y en la reserva, aumentando la vulnerabilidad a presentar enfermedades crónicas y degenerativas. Lo que sumado a predisposición genética, estilos de vida inadecuados y condiciones socio-económicas precarias y ambientales nocivas, hace que el estado de salud funcional de la persona mayor aumente el riesgo de transitar desde la independencia a la dependencia.

En la vejez, la expresión de las enfermedades, suele ser más larvada y los síntomas se modifican, por ejemplo, aumenta el umbral del dolor, cambia la regulación de la temperatura y el balance hidroelectrolítico, se modifican los mecanismos compensatorios como taquicardia y polipnea. Incluso en algunas ocasiones, existiendo compromiso, los signos y síntomas clásicos aparecen normales.

Los adultos mayores (AAMM) a los 80 años, aún en los mejores sistemas de salud, pueden presentar hasta tres enfermedades crónicas. De este modo la comorbilidad, en el grupo de adultos mayores (AAMM), dificulta establecer diferencia entre el grupo de sanos o enfermos, dado que en su gran mayoría las personas mayores presentarán alguna enfermedad crónica o degenerativa.


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