Pedagogias enfermantes
Autor: Dr. José Cukier  | Publicado:  24/09/2009 | Psicologia , Psiquiatria | |
Pedagogias enfermantes.10

Freud sustenta el carácter múltiple de las influencias en el psiquismo del educando cuando recuerda en “Duelo y melancolía”, (1917e), que cada presentación se halla representada por innumerables impresiones. El yo está compuesto por múltiples fragmentos de identificaciones, y muchos, contrapuestos entre sí. Todos estos fragmentos, a su vez, tienen orientación o contenidos distintos según el liderazgo alrededor del cual están inscriptos. Así, en el ideal del yo, puede aparecer el vector de la tradición (superyó), o carismático (ello) o racional (realidad), y se constituye un ideal con precipitados múltiples resultado de transacciones entre múltiples vínculos; y que actúan sobre un terreno disposicional dado por: las características genéticas y hereditarias del sujeto y la interacción de las relaciones padres e hijos. Sobre la vicisitud del vínculo actúan los factores ambientales, sociales, familiares; y en general, todos aquellos factores que actúan en la sustitución de la sensualidad por la ternura. Toda organización institucional, deja intersticios no institucionalizables, no sólo por falencia de aquélla, sino porque no toda aspiración individual puede ser rescatada institucionalmente. Necesariamente, hay un resto de insatisfacción pulsional que ninguna vivencia logra contener y queda como amenaza de un displacer. Esta amenaza puede ser tramitada de diferente manera por cada psiquismo. ¿Hasta dónde la influencia cultural puede contener las exigencias pulsionales? ¿O es que hay un resto no contenible, como algo intrínseco de la cultura?, Freud, (1930ª. ) Dentro de esta característica intrínseca de la cultura, de no poder satisfacer totalmente, habrá instituciones que satisfacen más o menos que otras. El líder tiene la tendencia a tratar de que en la institución haya una consumación de la pulsión, pero no es posible, porque la vida institucional misma depende de una creciente renuncia a la satisfacción pulsional directa. Cuanto más complejo el vínculo institucional, mayor es la renuncia pulsional en juego.

 

La influencia patógena de la institución puede deberse, por ejemplo, al liderazgo. Muchas interacciones patógenas tienen que ver con la necesidad del líder de hacerse adorar y que es propio de los vínculos carismáticos. El vínculo carismático, a su vez, implica una regresión del yo, con pérdida del poder crítico. Freud, en “Psicología de las masas y análisis del yo”, (1921c), dice que los numerosos lazos afectivos que se dan en la masa explican uno de sus caracteres”[...]la atrofia de la personalidad individual consciente, la orientación de pensamientos y sentimientos en las mismas direcciones, el predominio de la afectividad [...]”. El liderazgo, ejercido por el grupo conductor, está constituido por un conjunto de siete funciones, que tienen que encontrar transacciones entre las tres exigencias a que está sometida la institución: la tradición, la realidad y los intereses sectoriales de la misma institución. Estas siete funciones son: 1) liderazgo político; 2) liderazgo ideológico; 3) de contacto; 4) de distribución (tiempo-dinero-espacio); 5) expresiva (componente afectivo); 6) ejecutora; 7) de paragolpe. Cuando hay armonía entre las funciones, el grupo conductor queda legitimado. Cuando el liderazgo no encuentra buenas transacciones pierde legitimidad, y el poder se concentra cada vez en menos manos. Una función pasa a tener predominio por sobre todas las demás.


Ideales colectivos, contenidos históricos del ideal. En el “Porvenir de una ilusión”, (1927c), Freud dice que en un comienzo parece que los ideales son los que han determinado los rendimientos de la civilización. Pero que en realidad los ideales son una secuela y “[...] se forman tras los primeros logros posibilitados por la conjunción entre las dotes interiores y las circunstancias externas de una cultura [...]” Cuando un erotismo individual tiene éxito social, se constituye en colectivo. No siempre los ideales individuales entran en consonancia con los colectivos; o dentro de los ideales colectivos hay algunos que resultan más acordes con los proyectos exitosos de una época y otros que no lo son. Se puede entonces producir armonías y fracturas entre los ideales individuales, colectivos y los de la época. El ideal colectivo no es omniabarcativo sino dominante, porque ha tenido éxito. Un determinado erotismo que sustenta un contenido, es sostenido por un grupo y tiene éxito. Esto lo hace dominante dentro del proyecto institucional o nacional. Según las vicisitudes históricas, los ideales comunitarios van cambiando y se articulan en relación más contingente con los ideales individuales del erotismo y pueden crearse encuentros más o menos felices. La proyección de lo individual a lo social es de un nivel interrogativo. Cuando lo social responde a la pulsión, da en el individuo la posibilidad de vehiculizar la pulsión, de invocarla (de ahí la vocación), y la invocación social y la invocación individual encontrarse; y se convierte en trabajo. Si la invocación es sólo desde la pulsión y no tiene reclamo social, o no sabe encontrarse en lo social, surgen frustraciones, síntomas, neurosis, fallas laborales, disgusto por el trabajo, sobreadaptación, enfermedad psicosomática, entre otros. La pulsión puede buscar acomodaciones en lo social y crear un trabajo nuevo, y este trabajo inscribirse en un ideal que influye en el ideal del educando. Este tiene su disposición pulsional, sus identificaciones y su contexto social; dando por resultado formas ideales mixtas.

 

Si la pulsión es adecuadamente sublimada en un trabajo, o si no lo es y crea síntoma, puede, a su vez, ser modelo de identificación. Los ideales sociales, fruto de ideales individuales que encontraron eco por medio de héroes y que forman parte de la historia, los ideales familiares; todos pueden articularse entre sí; o no. En el área individual como en el área colectiva, el ideal es el resultado de la transacción entre el éxito y el esfuerzo. Si hay esfuerzo sin éxito, puede frustrarse, volver a intentar hasta tener éxito y encontrar transacciones adaptativas a la realidad. Se puede insistir masoquistamente, sosteniendo la frustración y aquí la transacción entre lo individual y lo colectivo, depende de la estructura psicopatológica del sujeto. A su vez, la necesidad social estimula los ideales individuales.

 

Ideales individuales (el terreno disposicional). En este capítulo voy a desarrollar el contenido de los ideales, que devienen de la sublimación de los distintos erotismos. Cada erotismo, es el punto de fijación de una patología dominante por lo cual se hace necesario un breve recordatorio de:

 

Las etapas de la evolución libidinal. Siguiendo el modelo de las fases del desarrollo de la libido, Freud (1905d), Abraham (1924), los erotismos y sus patologías correspondientes son las que siguen:

Erotismo oral de succión: esquizoidías y esquizofrenias. -Erotismo oral canibalístico: depresiones y melancolías. -Erotismo anal expulsivo: paranoias y perversiones. -Erotismo anal retentivo: obsesiones. -Erotismo fálico uretral: fobias. -Erotismo fálico genital: histerias.

 

Generalidades de la construcción de ideales. Para investigar la producción de los ideales debemos partir de la consideración de la prehistoria del ideal del yo. Es aquel momento en que el yo coincide con el ideal. (Maldavsky, 1980. 86. 88. 92)El yo, pasivo ante la pulsión, emerge de la inermidad y se vuelve activo ante los objetos del mundo. Esta es una forma básica de ligar las exigencias provenientes del cuerpo a lo anímico. Las pulsiones tienen un carácter imperativo, y el yo responde a ellas mediante actos. El hecho de que el yo ocupe la posición sujeto, Freud, (1921c. ), implica que el inviste al otro como modelo o ideal, como aquello que desearía ser, con el cual pretende alcanzar la identificación. Para que una pulsión pueda sufrir un proceso sublimatorio que existen diferentes requisitos, de los cuales uno es primordial: que esa pulsión forme parte del yo, y lo tome inicialmente como su objeto. De ésta forma queda representada por el yo en la relación con las cosas del mundo sensible. No toda pulsión ingresa en esa síntesis constituyente del yo. Sólo uno de los destinos, pese a su costo, es la sublimación en un ideal, para lo cual debe terminar incluyéndose en el yo. La sublimación implica sobre todo un desvío en cuanto a la meta de una pulsión, y en principio esta sublimación genera un ideal separado del yo. Luego, ésta producción de un ideal puede promover la sublimación de ciertas investiduras objetales en productos de valor social. Los ideales derivan de un procesamiento sutil del erotismo para extraer, de los erotismos, una meta diversa de la consumación directa de la pulsión y sin embargo no ajena a ella. Esta tarea de formación de ideales es constante, y algunos de los productos generados como tales luego son revisados crítica-mente, y se hace necesario formar otros, más complejos. En el ideal se incluyen también valoraciones acerca de diferentes estados y modos de pensar y/o percibir, entendidos como pertinentes o desechables no sólo por sus contenidos sino también por sus formas.


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