Pedagogias enfermantes
Autor: Dr. José Cukier  | Publicado:  24/09/2009 | Psicologia , Psiquiatria | |
Pedagogias enfermantes.7

En esta síntesis alguna erogeneidad suele caer fuera del esfuerzo totalizante y se resiste a la integración en un yo. Amenaza constantemente con irrumpir para desordenar la organización alcanzada, siempre parcial. Es que la función de la identificación primaria, ésa nueva “acción psíquica”, consiste en ganar un yo, y con éste la unificación erógena que parece promovida por el empuje de las necesidades, de las pulsiones de autoconservación y las investiduras libidinosas narcisistas de los órganos En éstos se registran las grandes necesidades, y hecha posible tal vez por la sobre investidura de la piel como factor de cohesión de un cuerpo erógeno. Tales identificaciones primarias interesan al ser, al sujeto del yo, y su desarrollo implica que este yo alcanza el sentimiento de sí. Ya indicamos que la identificación primaria ocurre en un vínculo con un objeto puesto (por proyección) en la posición de modelo o ideal para el yo, el cual pretende configurarse acorde con aquél. Si el yo supone alcanzar este cometido ocupa la posición sujeto, ocupación que se acompaña del desarrollo de un sentimiento de sí.

En el modelo o ideal, en aquello que desea ser, el yo encuentra un promesa de su propia configuración por venir. El modelo antes mencionado no está constituido por una realidad objetiva, un padre o una madre o un maestro que con sus rasgos confecciona o prefigura al sujeto, sino que es engendrado por un proceso proyectivo que plasma con una forma determinada a la sensorialidad. En consecuencia, ciertos rasgos de las personas que rodean a un educando se vuelven eficaces en la medida en que constituyen soportes sensoriales que se corresponden con las exigencias proyectivas del aprendiente. La proyección en el ámbito sensorial constituye un recurso al que apela el yo para hacer conscientes sus procesos de pensamiento y de sentimiento, su espacialidad psíquica. Posteriormente se reencuentra mediante el acto anímico identificatorio con aquello primariamente proyectado. Con ello queremos decir que el yo se esfuerza por adueñarse de los procesos internos (afectos, pensamientos, como representantes psíquicos de las pulsiones) por medio de una técnica. Esta consiste en la proyección que configura un modelo en un mundo sensible, modelo al cual luego pretende asemejarse mediante la identificación. Reiteramos pues que la eficacia psíquica de los estímulos contextuales, sobre todo de la educación escolar en un yo en constitución, deriva de que dichos estímulos se encuentran con un movimiento proyectivo, interrogativo en cuanto al propio ser, que proviene desde el yo. Posteriormente esos estímulos se incluyen en la identificación.

 

B) Aspectos clínicos.

 

La educación escolar del joven Freud. En las “Nuevas Conferencias de introducción al psicoanálisis”, (1933ª), Freud postula que el superyó del niño no es construido conforme al modelo de los padres, sino al del superyó parental, y que en las ideologías del Superyó, perviven el pasado que solo de manera lenta y costosa cede al presente. En el caso de Sigmund Freud, éste pudo cambiar y superar, educación mediante, el sistema de ideales paterno, tanto en contenidos como en niveles abstracción. Lo describe en “Un trastorno de la memoria. . ”, (1936ª), cuando recuerda las escasas aspiraciones de su padre, comerciante sin estudios superiores para quién Atenas, carecía de valor psíquico. Inicialmente el ideal del joven Freud coincidía con el padre, luego con el ideal del padre y por fin lo elevó mediante la complejización. El factor eficaz para producir el cambio, fueron los libros. Al respecto decía Freud que “la escritura es la palabra del ausente”, (1930ª), y en el caso de la educación escolar es la palabra de los Maestros herederos del padre, quienes dejan su marca en la escritura.

Cuando Freud visitó Grecia, (1936ª), se asombró de comprobar que todo lo que vio con su hermano en la Acrópolis, era verdad y correspondía a lo que había leído en la escuela; éste recuerdo remite al período de la latencia y comienzo de la pubertad. Es el momento del desarrollo en que se instala el pensamiento mítico. Aquél en que el vínculo sensorial con el ideal, es sustituido por la palabra, la escritura se liga con imágenes y cobran importancia los libros. Según Rainey, (1971), Freud concurrió entre los 7 y los 9 años a una escuela privada judía (Volksschule), sin embargo Klein, (1977), sostiene que fue el padre quien le enseñaba. Samuel Hammerschlag, el padre de Irma, fue su maestro y le enseñó el Hebreo y la Sagrada Escritura, continuando las enseñanzas paternas. Prueba de sus conocimientos bíblicos son las 488 referencias que hace a la biblia, Pfrimmer, (1982) además de la referencia explícita en su autobiografía, (1925d), cuando dice que la lectura de los escritos bíblicos es simultánea con el aprendizaje del arte de la lectura.

 

Freud tenía pasión por los libros. En “La interpretación de los sueños”, (1900ª), recuerda su gran afición por los libros y que llegó a ser un gusano de los libros. El fundamento de su pasión por los libros, debe buscarse en la sublimación del deseo amoroso hacia su padre, desplazada luego a los primeros maestros. Esto se sustenta en su artículo “Sobre la psicología del colegial”, (1914f), donde dice que todos los hombres reconocen y transfieren en los maestros el respeto y la veneración que tenían ante el padre. Es en los años escolares, que el joven Freud desplaza esa admiración del padre a los maestros, (1936ª). Los idealiza a costa de la desidealización de su padre, esto se evidencia cuando dice que los viajes, “[...] tienen su raíz en el deseo de escapar a esa situación oprimente, deseo similar al que tantos adolescentes esfuerza a largarse de su casa [...]”. Este proceso de carácter universal, tiene reforzamiento singular en Freud por su particular enlace con los libros. Estos, herederos de la palabra paterna y continuada por los maestros, se unen a la sublimación de la pulsión homosexual, a sus deseos ambiciosos, a la particular intensidad de su pulsión de saber y a la condición de ser judío, perteneciente al “Pueblo del Libro”. Porque es judío quien lee la Torá. Leer forma parte de la identidad judía.

 

La educación estimulante del pensar, le impone el juicio de realidad, (el padre), la salida del vínculo inmediato con la madre, la salida de la endogamia al mundo desconocido. Impulsa la salida de los “heimlich” y a la vez “unheimlich”, para llevar lo siniestro a otro lugar, a la exterioridad, (1919h). Abandona las catexias de la madre y las dirige hacia el padre, que sustenta su pensar abstracto y al cual recurre como apoyatura en los momentos de penuria. Gérard Haddad, (1985), analiza el sueño de Irma, y en particular la trimetilamina. Nos dice Haddad: “En el momento más agudo de su duda, de su penuria, Freud alucina en su sueño la fórmula química de la trimetilamina [...]. La fórmula de la trimetilamina se parece a una arborización que parte de una letra, N, símbolo del nitrógeno, gracias a la cual la molécula es llamada amina, pero también letra inicial del Nombre, Name, ese nombre del Padre que el sujeto invoca en su hora de penuria. Además esa N está rematada por una corona, de tres radicales metil que forman precisamente la amina con tres metiles, tres ramas que si constituyeran una letra ésta será hebrea [...] la letra SHIN. (Shlomo-Salomón, era el nombre de Sigmund en hebreo. Schlomo, el del abuelo paterno [...] Freud alucina entonces en su sueño, en doble lengua además, en doble alfabeto [...] Metil. Una sospecha de hebreo basta para escuchar allí el sonido Met, pero también emet, la verdad [...] el Moisés de Freud, la parición repetitiva de la diosa egipcia MAAT diosa de la verdad y de la justicia. Si una palabra resuena en toda su obra es ésta meti, met, emet...Amina [...] Amén, emuná, expresiones de la misma raíz que el emet precedente, traducidas tímidamente por la noción de ‘Fe’, cuando se trata de certidumbre. Esta trimetilamina, por su nombre, aparece como el sello de la verdad, de certidumbre [...] del que el psicoanálisis surge. Por ella, manifiestamente, Freud triunfa sobre su duda. El está seguro, amén, tri, tres veces, de la verdad, emet, de su descubrimiento [...]”.

 

Historial clínico. Pasajes de la vida de Freud, que ilustran la influencia que tuvo la educación escolar en el cambio de su psiquismo. Decíamos antes que la pulsión de saber es pasiva y la de investigar es activa. La primera, estudiar ardorosamente (que remite al erotismo uretral y con éste a la ambición, Freud, (1900ª, 5e, 8b, 32ª), como evoca en “Un recuerdo...”, (1936ª), y la curiosidad por los textos, se convierten en el joven Freud en medio para el desarrollo de la investigación. Desea saber para investigar (diferente del saber por sí mismo). El saber y su transformación en pulsión de investigar se acompañan de afectos como los celos y la envidia, propios del complejo fraterno. En la investigación la sexualidad es tomada como intermediario para fines egoístas, cuando el narcisismo del niño se ve amenazado por la llegada de un hermano. Se sostiene gracias a la pulsión de autoconservación, que motoriza los interrogantes, que siempre resultan insuficientes a pesar de las explicaciones de los padres, (1910c). Este fracaso universal, necesario, es el generador del desarrollo cultural.


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