Pedagogias enfermantes
Autor: Dr. José Cukier  | Publicado:  24/09/2009 | Psicologia , Psiquiatria | |
Pedagogias enfermantes.8

Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci, puede considerarse la biografía intelectual de Freud. Es el prototipo del investigador científico y su modelo. En él, se observa el pasaje del saber a la investigación. Otro pilar en su desarrollo fue Moisés..., (1939ª). Era su modelo de la espiritualidad. Con él surge la ley, el orden, el Dios monoteísta. Y el tercer modelo, Goethe. El paladín de la cultura germánica moderna y pilar de toda una corriente espiritual. La sublimación de la pulsión homosexual, el vínculo paterno ambivalente, el interés por el conocimiento y los antiguos, es un aspecto que marca una diferencia sustancial entre el efecto que produce el estudio en cualquier persona, y en Freud. El pasaje del saber al investigar es un privilegio que deviene de un proceso de transformación del primero al segundo. En “Leonardo”, (1910c), Freud dice que “[...] La aplicación de ésta hipótesis al caso de los que la pulsión hiperpotente de investigar, parece deparar particulares dificultades, pues uno no atribuiría justamente a los niños ni esa pulsión seria ni unos notables intereses sexuales [...]. Del apetito de saber de los niños es testimonio su infatigable placer de preguntar [...] Cuando el niño crece y comprende más, suele interrumpir de pronto esa exteriorización del apetito de saber [...] la indagación psicoanalítica nos proporciona un esclarecimiento cabal [...] atraviesan hacia su tercer año de vida por un período que puede designarse como el de la investigación sexual infantil. El apetito de saber [...] es despertado por [...]-el nacimiento de un hermanito, consumado o temido por experiencias hechas afuera- [...]. La investigación se dirige a averiguar de dónde vienen los niños [...].

 

Si el período de la investigación sexual infantil es clausurado por una oleada de enérgica represión sexual, al ulterior destino de la pulsión de investigar se le abren tres diversas posibilidades derivadas de su temprano enlace con intereses sexuales. La investigación puede compartir el destino de la sexualidad; el apetito de saber permanece desde entonces inhibido, y limitado -acaso para toda la vida- el libre quehacer de la inteligencia, en particular porque poco tiempo después la educación erige la inhibición religiosa del pensamiento. Este es el tipo de inhibición neurótica [...] El tercer tipo, más raro y perfecto, en virtud de una particular disposición escapa tanto a la inhibición del pensar como a la compulsión neurótica del pensamiento [...] sublimándose desde el comienzo mismo en un apetito de saber y sumándose como refuerzo a la vigorosa pulsión de investigar [...] está ausente la atadura a los originarios complejos de la investigación sexual infantil, y la pulsión puede desplegar libremente su quehacer al servicio del interés intelectual[...]” (las negritas en el texto freudiano son mías ). El erudito, decíamos antes, atesora, cuestiona desde el saber constituido, es guardián y depositario de la tradición, idealiza a los genios muertos cuyo legado guarda. No es el caso del joven Freud. Más adelante, en el mismo trabajo, continúa diciendo: “[...] Si nos atrevemos a relacionar la hiperpotente pulsión de investigar de Leonardo con la mutilación de su vida sexual que se limita a la homosexualidad llamada ideal [sublimada] nos inclinaremos a tomarlo como el paradigma de nuestro tercer tipo. Entonces el núcleo y el secreto de su ser sería que, tras su quehacer infantil del apetito de saber al servicio de intereses sexuales, consiguió sublimar la mayor parte de su libido como esfuerzo de investigar. En Leonardo, como en Freud, lo importante es la investigación.

 

Viñetas del autoanálisis de Freud. Por razones de interés expositivo, sólo tomaremos fragmentariamente algunos textos. * Sueño de la “Monografía Botánica”, (1900ª). Al respecto Freud comenta que su padre tuvo un día una “humorada”. Les entregó a Sigmund y a su hermana para que lo rompieran un libro con láminas de colores (Descripción de un viaje por Persia). Por entonces Sigmund tenía cinco años y la hermana no llegaba a tres. El cuadro que formaban los hermanos destruyendo el libro “[...]-al que fuimos arrancando las hojas una por una (como una alcachofa)-[...]” es casi el único perteneciente a aquella edad del cual Freud conservó un recuerdo plástico. Cuando después comenzó su vida de estudiante, se desarrolló en él una gran afición a poseer libros (correspondiente a la inclinación a estudiar en monografías “[...] Llegué a ser un gusano de los libros [...]”. Dicha escena constituye un recuerdo encubridor de la posterior bibliomanía. La destructividad, en este caso, se liga con la pulsión amorosa sublimada hacia su padre, y a la ambición.

 

* Sueño de “R es mi tío José”. Freud habla de “consideraciones confesionales” que se aplicaban también a él, en relación a su deseo de ingresar a la Universidad. Strachey aclara, en nota al pie, que se refiere al antisemitismo reinante en esa época en Viena. Marcado desde la judeidad, se dirige al lugar donde estaba entronizado el saber. Mediatizado por la ambición, busca el camino del profesorado, para transformar, en el marco de la Universidad, su investigar, en un saber para otros.

* Sueño de la “inyección de Irma”. “[...] hallo a la derecha una gran mancha blanca, y en otras partes veo extrañas formaciones rugosas [...] inmediatamente nosotros sabemos de dónde viene la infección. No hace mucho mi amigo Otto, en una ocasión en que ella se sentía mal, le dio una inyección con un preparado de propilo, propileno...ácido propiónico...trimetilamina (cuya fórmula veo ante mí escrita con caracteres gruesos). [...]”. En este sueño observamos la vinculación con la pulsión de investigar. Freud ve, lee, en las placas de la garganta; lee la fórmula de la trimetilamina, y subyacente a ésta la letra SHIN (ver el estudio de Gérard Haddad). Condensa lo que ve (la lectura) con su interés por la investigación.

 

* Sueño de “comida fracasada o del salmón ahumado” (paciente casada ingeniosa). Una paciente trata de refutarle a Freud su teoría de que los sueños son la expresión de un deseo no cumplido. Y le refiere uno que es todo lo contrario a la teoría. En él se le niega precisamente un deseo. “[...] ¿No daba esto el más rotundo mentís a mi doctrina [...]”. Conforme al mismo principio de que la no realización de un deseo significa la realización de otro, quedó rebatida la contradicción opuesta a la teoría onírica. El deseo de la paciente era precisamente éste: el que Freud no tuviera razón -y el sueño lo muestra realizado- “[...] Por esa misma época yo había inferido del material que me proporcionó su análisis, que en cierto período de su vida debía de haber ocurrido algo importante para que ella enfermase. Ella lo había puesto en entredicho, porque nada así recordaba. Pronto pudimos ver que yo no me equivocaba [...]”. El desafío de la paciente permite suponer que la verdadera rival de ella era la teoría de Freud. El interés de éste estaba puesto en la investigación, más que en la esposa de carnicero.

 

* Un trastorno de la memoria en la Acrópolis (Carta abierta a Romain Rolland en ocasión de su septuagésimo aniversario), (1936ª). Recuerda Freud, “[...] “¿Entonces todo esto existe efectivamente tal como lo aprendimos en la escuela?! [...] Descrito con mayor exactitud: la persona que formuló la proferencia se separó, de manera más notable y tajante que de ordinario, de otra que percibió esa proferencia y ambas se asombraron, si bien no de lo mismo [...]”. Es diferente ver algo por los propios ojos, o conocerlo por la lectura o de oídas. Más adelante dice “[...] Si recuerdo la ardiente añoranza que me dominaba en mis años de estudiante secundario, y aún después por viajar y ver mundo, [...]”. ¡Ardiente añoranza! La añoranza remite a volver a un lugar donde nunca se estuvo, (1916-17). ¿A dónde quería volver Freud? Responde Guy Rosolato, (1982), que Freud quería volver al templo de Jerusalén, al espacio materno. Freud, (1910c), dice que aquello que se quiere investigar es la madre. Canalizó su ardiente añoranza de época de estudiante secundario a través de la lectura. Ardiente añoranza que se vincula con el erotismo uretral y la ambición. La ambición deriva en una forma de leer que estimula el desarrollo del ideal, generando un proyecto. En éste se abren nuevos espacios que no eran los de su padre, quien también leía, pero la Biblia. El psiquismo paterno podría tener respeto reverencial ante la lectura de los maestros.

 

Freud, en cambio, deriva de lo que lee, ardiente añoranza de un lugar. El lugar materno, la judeidad, pero opta por el padre, por pensar, por la espiritualidad, y se arriesga allende de los espacios conocidos judaicos-maternos, y se interna en los que marcan los derivados del padre. Los maestros, la lectura, los libros, estimulan la aventura de conquistar los lugares gentiles conjugando ambos universos culturales. La función de leer se liga al saber para investigar, motorizada por la ambición de conquistar otro territorio. De llegar más lejos, conjugando el judaísmo y el espíritu europeista, en el nombre de un conquistador también semita, Aníbal, a quién admiraba. Eleva y cambia sus ideales de origen hebreo, en su forma y contenido, por otros nuevos universales y crea a la vez un territorio nuevo: El Psicoanálisis.


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