Hipnosis terapeutica. Teoria, metodos y tecnicas aplicadas. Segunda parte
Autor: Dr. Alberto Ochoa Govin | Publicado:  9/10/2009 | Psicologia , Hipnosis terapeutica. Teoria, metodos y tecnicas. | |
Hipnosis terapeutica. Teoria, metodos y tecnicas aplicadas. Segunda parte.3

Pierre Janet (1859-1947) fue un alumno de Charcot, que se dedicó al estudio de la histeria con una nueva óptica, pues si bien su maestro investigó primordialmente los síntomas de carácter histérico el prestó una especial atención al estado mental de los enfermos y al sonambulismo, de donde se derivó su énfasis en la amnesia que aparecía cuando el sujeto despertaba de su estado sonambúlico. Para Janet, lo esencial era que en el trance sonambúlico, un sistema o grupo de ideas se liberaban del resto y regían la conducta de los individuos durante un tiempo. Casi siempre esas ideas emancipadas resultaban dolorosas o angustian­tes para las personas e incluso les impedían lograr satisfaccio­nes placenteras en la vida real, lo cual generaba en ellas todo un proceso de disociación; componente este esencial del cuadro histérico. Quizás sin proponérselo, Janet llegó al centro de una de las variedades clínicas de la histeria, conocida hoy en día como histeria disociativa, pero no ahondó en el problema de la perso­nalidad del sujeto y su relación con el síntoma; hecho que sí analizaron más tarde Breuer y Freud (3).

 

Solamente un hombre de estatura científica tan descomunal como Sigmund Freud pudo eclipsar a Janet, y ésa fue la realidad, le eclipsó en el nivel de trascendencia.

 

Janet concibió la hipnosis no como un sueño, sino como un modo inferior de funcionamiento de la psiquis y para demostrarlo la ensayó intensamente, colocándose en el centro de la teoría y la práctica del método, con lo cual marcó un hito importante en el desarrollo de la sugestión.

 

Si bien Freud llegó a superar a Janet, este último le reprochó al primero que muchas de las ideas aplicadas por él y también sus medios, las había tomado de toda su producción científica.

 

Aunque Janet no explicó nunca las causas de la disociación de la conciencia, sus trabajos tuvieron una gran relevancia, pues reforzaron el criterio de que la histeria podía producirse por sugestión.

 

Finalmente, Janet adoptó las posiciones de la primera escuela de Nancy al asumir los postulados de Bernheim, justamente cuando reafirmaba la función preponderante de la sugestión.

 

Otros alumnos de Charcot con renombre universal fueron Joseph Breuer (1842-1925) y Sigmund Freud (1856 -1939), quienes destaca­ron el papel de la personalidad del enfermo en su relación con el síntoma específico.

 

En los años 1881-1882, Breuer trató en unión de Freud, mediante hipnosis, a una paciente que presentaba una gama de síntomas histéricos y lo más importante era que en la enferma reaparecían los síntomas suprimidos por sugestión, sin que expresara clara­mente en el trance hipnótico las circunstancias que originaban esas situaciones y que hacían aparecer el síntoma primario.

Tanto Breuer como Freud llegaron a una conclusión: los síntomas estaban relacionados con sucesos o áreas conflictivas, y para poder eliminarlas, era preciso que se experimentara nuevamente el cuadro emocional que les había originado.

 

Aquí estriba esencialmente la diferencia con las teorías francesas, específicamente con las de Janet, pues mientras él destacaba una situación disociable de ciertos recuerdos e ideas, Breuer y Freud recurrieron a la explicación dinámica de la rela­ción de las tendencias de su personalidad (motivos, anhelos) con el síntoma como tal.

 

Quizás pudiera pensarse que he cometido un error histórico meto­dológico al ubicar a Sigmund Freud y a Joseph Breuer en este capítulo de las escuelas francesas, pero lo cierto es que su actividad no estuvo al margen de ellas y que fue precisamente esa adhesión lo que sirvió de raíz o estímulo primigenio.

 

En su libro Psicología del siglo XX, Edna Herdbreder (5) relata que para 1885 Freud comenzó a estudiar en París bajo la dirección de Charcot, quien era ya considerado la máxima autoridad europea en cuanto a tratamiento de desórdenes mentales. Esto hizo que Sigmund Freud llegara a familiarizarse con la hipnosis en mayor medida, pues ya tenía antecedentes al respecto por su trabajo en Viena.

 

Conviene puntualizar que por la elevada ascendencia del profesor Jean Martín Charcot, sus métodos y postulados teóricos estaban ampliamente difundidos por Europa, de modo que ningún entendido en materias psiquiátrica y neurológica podía escapar a su fuerte influjo. Junto a Joseph Breuer, Freud había empleado en Viena la hipnosis conjuntamente con el método del "relato", preconizado por Breuer, que no era más que lo que hoy se conoce como catarsis y a través del cual se liberaba al sujeto hipnoti­zado de toda emoción reprimida, haciéndolo retrotraerse a las experiencias pasadas que subyacían en la base de su problema, puesto que ambos consideraban que la experiencia originaria provocaba el trastorno emotivo y le impedían al paciente mani­festarse de una manera normal; de ahí que la emoción, al hallar obstruidas las vías adecuadas para patentizarse, derivaba a otras conductas latentes en el nivel psicopatológico (5).

 

Ello les condujo a un gran descubrimiento, pues describieron los síntomas de tipo convertivo, que devinieron un relevante aporte en el desarrollo de la teoría psicoanalítica.

 

A su regreso a París, Freud volvió a asociarse con Breuer para seguir aplicando la hipnosis y el relato; sin embargo -recoge la autora- Sigmund observó que a pesar del éxito alcanzado en la supresión de los síntomas no se lograba en esencia la completa curación, pues muchos pacientes despedidos como curados, retorna­ban a menudo con otras manifestaciones clínicas.

 

Freud estimaba que la causa específica seguía sin conocerse y que se mantenía a niveles demasiado profundo. Esta conclusión tan personal, tal vez compartida por su asociado Breuer, le hizo ver a la hipnosis como un medio inadecuado y superficial para encon­trar el verdadero origen del proceso patológico.

 

Freud (5) consideró que durante un trance hipnótico:

 

  1. El paciente no se hallaba en poder de todas sus facultades, pues era más un fragmento disociado que una persona íntegra.
  2. Que en el estado de sueño podía ignorar totalmente lo que había ocurrido durante el tratamiento y que ello dificultaría su concientización.
  3. Que era mejor entonces el relato, pues libremente el sujeto recordaba, cooperaba y permitía ser conducido hasta la fuente real de sus dificultades.

 

Todos estos elementos revistieron una importancia extraordinaria, por cuanto significaron el rompimiento de Freud con el mundo hipnótico que hasta ese momento no había tenido adversario de mayor relieve.

 

Freud se convirtió simplemente en un opositor pasivo, pero serio, ya que su enorme prestigio como hombre de ciencias obligó a pensar en la posibilidad de lo cierto y creíble de su posi­ción, que indefectiblemente llevó a todos sus seguidores, tanto ortodoxos como nuevos analistas, a defender lo que más tarde sería la teoría de psicoanálisis, con variados fundamentos que no entraré a detallar.

 

Sigmund Freud debe haber tenido razones, partiendo de sus propias percepciones y valoraciones, para actuar como lo hizo; sin embargo, lo indudable es que nunca profundizó en la hipnosis, pues parece ser -a la luz de los conocimientos actuales- que no hurgó lo suficiente en la exploración hipnótica y que tampoco dejó orientaciones poshipnóticas precisas para reconocer los elementos causales después de abandonar el estado hipnótico y poder intervenir al respecto.

 

Es de todos conocido que la psicología científica aboga por la no aplicación dogmática de un solo método de diagnóstico o terapéutico, ya que éste puede ser útil en una ocasión, pero no así en otra.

 

Sin pretender restar importancia a este asertivo freudiano, pienso que él no tuvo tal vez toda la visión necesaria para ahondar en el hecho. Nada más lejos de mi intención que con­vertirme en un crítico de Freud, pues confieso que le admiro y comparto muchos de sus postulados; pero trato de definir nuestra posición que es un derecho que nos asiste de igual forma que otros tienen también que establecerla ante lo que hemos planteado.

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