Intervencion educativa para modificar conocimientos sobre tuberculosis
Autor: Dr. Adonis Arias Lambert | Publicado:  27/05/2009 | Enfermedades Infecciosas , Medicina Preventiva y Salud Publica | |
Intervencion educativa para modificar conocimientos sobre tuberculosis.3

Al mismo tiempo, tampoco se daba la unidad en el tratamiento de la enfermedad, y eran consideradas como curativas la sangría, los purgantes o los eméticos, poniéndose la atención en una dieta a base de aceite de hígado de bacalao, de carne de tanto en tanto, y de leche, tenida como un remedio excelente(20). Al mismo tiempo, por aquellas fechas fueron apareciendo los primeros sanatorios antituberculosos. El médico alemán Hermann Brechmer fundó en 1854 en Gorbersdorf (Silesia) el modelo de sanatorio que en los decenios siguientes se establecieron tanto en Europa como en EEUU. Pero, a pesar de la construcción de numerosos establecimientos de ese tipo, no todos los tuberculosos podían ser atendidos. Para ellos, es decir, para los más pobres, fueron fundados los dispensarios antituberculosos con una finalidad profiláctica, mediante la difusión de las medidas preventivas y de educación del enfermo.

 

En el año 1865, el médico militar francés Jean-Antoine Villemin logró la transmisión de la tuberculosis de un hombre a un animal, demostrando que la enfermedad era infecciosa. Pocos años después, el investigador alemán y más tarde premio nobel de medicina, Robert Koch (1843-1910) consiguió la identificación microbiológica de la enfermedad cuando descubrió al agente causal de la tisis, bautizado con el nombre de bacilo de la tuberculosis.

 

El anuncio de su descubrimiento fue realizado en la Sociedad Berlinesa de Fisiología en marzo de 1882. Una vez conocido el origen microbiano y la forma de transmisión de la enfermedad comenzó la lucha contra el bacilo. El mismo Koch presentó unos años más tarde la tuberculina como primer medicamento contra la tisis. Robert Koch creyó en el valor curativo de la misma hasta el final de su vida e hizo varios intentos por mejorarla. Sin embargo, ese fluido obtenido a partir de productos metabólicos y de extractos solubles de bacilos de la tuberculosis no alcanzó los resultados deseados. De todas maneras, una vez identificado el agente patógeno, en el plano institucional se fue organizando poco a poco la lucha contra el mal. En España fue fundada la Asociación Antituberculosa Española en el año 1903. Un año antes había sido creada en Berlín la Oficina Central Internacional para la Lucha contra la Tuberculosis, que en 1905 recibió el nombre de Asociación Internacional contra la Tuberculosis. Por aquellos años se celebraron numerosos congresos y conferencias a fin de proponer soluciones al problema, como la conferencia internacional de Viena de 1907, o a escala nacional el II Congreso Español Internacional de la Tuberculosis, celebrado en San Sebastián en 1912.

 

De la gravedad del problema en aquellos años da cuenta el que, según algunos estudiosos, hacia 1900 el 97 por ciento de la población de Europa occidental presentaba lesiones tuberculosas o también que la mortalidad de la enfermedad alcanzaba cifras superiores a 200 por cada cien mil habitantes y año en las grandes ciudades del continente. Los testimonios que asociaban tuberculosis y pobreza son muchos; no resulta extraño así que fuese contemplada como una "enfermedad social" por parte de los movimientos proletarios de la época y que la mejora de las condiciones sanitarias para su control fuese una importante reivindicación. Entre las investigaciones que pusieron de relieve la acusada desigualdad de su distribución por clases sociales figura La tuberculosis del proletariado en Madrid (1904), de Vicente Guerra Cortés, "quién destacó que, en una ciudad en la que hubo 2.046 muertes por tuberculosis en un año y una tasa de mortalidad específica de 386,1 por cien mil habitantes, la diferencia llegó al extremo de que en el distrito más rico se produjeron únicamente 54 fallecimientos, con una tasa de 209,3, mientras que en el más pobre murieron 608, con una tasa de 1.107,4 (21).

 

La tuberculosis, como patología específica, fue la enfermedad de mayor prevalencia en las primeras décadas del siglo XX en todo el mundo. Su contribución a la mortalidad general se mantuvo entre un 7,2 por ciento en 1901 y un 7,3 en 1930. No obstante, la tasa de mortalidad de la enfermedad fue descendiendo de manera progresiva a lo largo de todo el siglo XX.

 

Por otro lado, un momento importante de la lucha contra la tuberculosis fue cuando empezaron a diseñarse vacunas específicas. La más importante fue obra de dos investigadores del Instituto Pasteur de Lille, Albert Calmette y Camille Guérin, quienes después de muchos años de trabajo presentaron en 1921 lo que después ha sido denominado Bacilo Calmette-Guérin (BCG), la vacuna que en los años posteriores, y especialmente a partir de la VII Conferencia Internacional de la Tuberculosis, celebrada en Oslo de 1930, empezó a difundirse por Europa y América. En España, por ejemplo, la vacuna BCG se difundió masivamente a partir de 1965 gracias al Plan de Erradicación de la Tuberculosis. En el plazo de los diez años siguientes se llegó a vacunar a más de diez millones de personas. Bastantes años antes, en 1924, la BCG había sido introducida en España por el tisiólogo catalán Luis Sayé Sempere.

 

El descubrimiento de los antibióticos significó una revolución para el tratamiento de la tuberculosis y de otras enfermedades con perfiles paralelos. El primero eficaz contra la enfermedad que nos interesa fue la estreptomicina, descubierta por Selman A. Waksman en 1943. En pocos años su uso se generalizó, pero empezaron pronto a aparecer los efectos no deseados de su uso como, por ejemplo, la aparición de gérmenes resistentes a su acción. La mejora de la medicación se realizó gracias al descubrimiento pocos años después del ácido para-amino-salicílico (PAS), el cual se empezó a administrar de manera conjunta con la estreptomicina. Un tercer medicamento, la isoniazida, vino a completar la terapia antituberculosa gracias a su bajo precio, la facilidad para su administración y al hecho de que no tuviese efectos secundarios. Hacia 1955, la quimioterapia antituberculosa se orientó a la administración de esos tres medicamentos como mejor fórmula de larga duración para combatir el problema.

 

Otros medicamentos, como la tiacetazona, descubierta en 1950, la pirazinamida en 1952, la etionamida en 1959, el etambutol en 1962 o las rifamicinas en 1966, también se utilizaron en la lucha contra la tuberculosis y, de hecho, su uso combinado con los tres anteriores siguen siendo los antituberculosos que se utilizan hoy en día. De este modo, coincidiendo con esos años, en los países desarrollados con un nivel sanitario ya elevado, la enfermedad empezó a ser contenida, e incluso los sanatorios de tuberculosos comenzaron a cerrar sus puertas (22). La quimioterapia, la inmunización, la educación sanitaria general y la aplicación de técnicas diagnósticas sistemáticas fueron en esos años los factores clave de la lucha contra la tuberculosis, orientada además hacia el descubrimiento y la erradicación de los focos infecciosos. El desarrollo de ese programa consciente provocó que en la década de 1950 la tuberculosis sufriese un fuerte retroceso. A todo ello se añadió unas condiciones de trabajo menos insalubres, y una mejora de las condiciones de habitabilidad de los hogares en genera (23). No hace falta repetir que esa nueva situación sólo tuvo lugar en los países con más alto desarrollo económico y social, consecuencia de la conquista del estado del bienestar.

 

Por todo ello, hacia 1970 se creyó que la tuberculosis estaba controlada gracias a la existencia de medios para diagnosticarla y de fármacos para curarla. Sin embargo, todo ello fue un espejismo pues al poco volvió con fuerza y, tal como ya se ha indicado, se estima que un tercio de la población mundial está infectada. Por ejemplo, los casos registrados en la década de 1990 en Estados Unidos o en Europa occidental se duplicaron respecto a la anterior y pasaron a ser de varios cientos de miles anualmente; por otro lado, en los países en vías de desarrollo y subdesarrollados siguieron siendo millones las personas infectadas, especialmente en algunas zonas del sudeste asiático y del sur de África. De este modo, no es de extrañar que la OMS declarase en 1993 que la lucha contra la tuberculosis era una emergencia con carácter global. Según esa institución, las causas se debían buscar en la desorganización sanitaria de muchos países. Actualmente, sigue causando estragos en los países menos desarrollados y ha aumentado en Estados Unidos, Europa occidental y en zonas de la antigua Unión Soviética. Por ejemplo, en la Carelia rusa los casos de tuberculosis se han cuadruplicado en los últimos seis años, produciéndose 95 por cada 100.000 habitantes de aquella región como consecuencia, opina la Cruz Roja Internacional, de la drástica caída de los niveles de vida.

 

Se calcula que hay unos dieciséis millones de casos de tuberculosis en evolución en todo el mundo, siendo Asia y África los continentes que, por ejemplo, en 1997 reunían el mayor número de enfermos, con el 63,7 y el 14,8 por ciento respectivamente de los casos totales notificados. En la denominada región OMS de Europa se declaraban el 10,3 de los casos, en la del Mediterráneo oriental el 3,7 y en la de América el 7,4 por ciento. Se ha estimado que el 80 por ciento de los casos de tuberculosis en el mundo se está produciendo en 22 países concretos, señalados como prioritarios por la Organización Mundial de la Salud. En general, la mayor parte de los especialistas en el tema coinciden en señalar que esta endemia se va a convertir en una de las enfermedades dominantes en el milenio que acaba de empezar. Además del problema de la resistencia a los antibióticos que presenta, para luchar contra la tuberculosis no se dispone de una vacuna completamente eficaz, y por otra parte las medidas de salud pública necesarias para combatirla eficazmente requieren unos gastos económicos que no todos los países están en disposición de realizar. Algunos técnicos han señalado también que en zonas en las que la enfermedad parecía vencida está reapareciendo por culpa de la inmigración de individuos procedentes de países en los que se registra una elevada prevalencia de la misma.


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