UNA PEQUEÑA HISTORIA POSITIVA (VII)

Era su cara pero no eran sus ojos (foto V).

Esos ojos eran nuevos, recién estrenados. Si no recuerdo mal era la segunda vez que le aparecían. La primera sí la recuerdo, ocurrió un mes antes y fue una desagradable sorpresa. Se levantó un día con los ojos muy hinchados, con los parpados inferiores escandalosamente hinchados, al día siguiente ya los tenia bien pero le quedaban como veis en la foto, plegados y descamados. Pasaríamos meses viendo esa inflamación cada quince días más o menos y los pliegues y la descamación durante años.

- No entiendo porqué te gusta tanto esa foto. ¡Si parece que estoy enfadada!
- Sí, pero yo sé que no lo estás.

No me extraña que le extrañe. Es la única foto del libro de vacaciones de ese año en la que no está sonriendo, y encima se la “enchufo” a doble pagina y también la elijo para la contraportada. En realidad estaba muy contenta porque veía el mar por primera vez en meses y eso le “chifla” desde antes de saber andar: ¡Oooohhhhh!. Su gesto es de contrariedad, con la mirada todavía perdida en el vacío (años tardé en conseguirla), “¡Vamos Jí-Jí, que ya tendrás tiempo!” y foto al canto. Pero aparte esa foto hace que tenga presente el mayor error que he cometido hasta ahora y, lo que es peor, las circunstancias de cómo se produjo. No tengo nada de masoquista pero me flagelo mentalmente desde entonces.


EL HOMBRE ES EL UNICO ANIMAL QUE TROPIEZA DOS VECES CON LA MISMA PIEDRA

Una vez localizada, la causa de los mocos, eliminamos todos los colorantes del grupo químico al que pertenece la tartracina (colorantes azoicos, a cada cual mejor) y ya puestos, decidimos reducir al mínimo posible el numero de productos químicos a los que se encontraba expuesta.

Una de las primeras medidas fue cambiar sus productos de aseo por otros que fueran “naturales” y así estaban etiquetados “NATURAL 100%”. Veréis, esto no es de ingenuos, es de TONTOS: ¿Lo comprobé?, NO.

Solo comprobé que no contuviera ningún código de azoico (E-102, E-110, E-1..) y si la cosa se hubiera quedado ahí todavía sería tolerable (no disculpable pero sí tolerable) pero para mas escarnio, una vez que nos ocupamos del caso, llegué a la conclusión de que aunque existía una clara relación en el “cuando” (nuevos productos-nuevo síntoma) no ocurría lo mismo con el “como”. Para que fueran los nuevos productos de aseo tenían que darse una serie de coincidencias que me parecieron excesivas y que hicieron que clasificara esa posibilidad como “absurda”. Pero había un dato que era fácilmente comprobable: el agente causal tenía que coincidir en el jabón de manos y en el champú. ¿Lo comprobé?, NO.

Por desgracia las consecuencias de esta impresionante chapuza no las pagué yo, sino ella.

La respuesta medica a este nuevo problema ya no me sorprendió: “No es mas que una dermatitis. No se preocupen”.

Médicamente puede que la respuesta sea lógica (sin ironía pero con tristeza), porque veamos ¿que se puede esperar de una niña con un diagnostico de “Dermatitis Atópica” y que además padece una inmunodeficiencia considerada como congénita y que incluye la palabra “Variable” en su designación?

¿Importaba algo que no hubiera tenido ningún brote de dermatitis desde la retirada del gluten hacía más de un año?

¿Importaba algo que en ninguna ocasión anterior la dermatitis le hubiera afectado a los parpados?

¿Importaba algo que, a diferencia de todas las anteriores, no se acompañara de picor?

Cada uno tiene su lógica y todas son respetables. Pasaba algo y ese algo era nuevo.

La solución la encontramos en cuanto me dí por vencido. Después de meses de acumular y analizar datos (diario detallado), de realizar pruebas y de estrujarme las neuronas, un buen día en la comida, observando a mi hija mientras bromeaba con su hermano, llegué a la conclusión de que había fracasado. Todo lo hecho no servia, en algún momento había cometido un error y a partir de ahí era tiempo perdido y esfuerzo desperdiciado. Había que partir desde cero.

Dicho y hecho. Ni cinco segundos tardé en levantarme de la mesa e ir cruzar los componentes del jabón y del champú. Coincidían en uno: CL19140. Consulta en Internet y respuesta CL19140 – TARTRACINA.

NATURAL 100%

- ¿Nombre?
- ¿El de mi casa?, ¿el del trabajo?, ¿el de mis amigos?
- ¡Su nombre!
- ¿Cuál de ellos? ¿El de mi casa?, ¿el del trabajo?, ¿el de mis amigos?
- ¡Por el que le llama su madre!
- ¿Cuándo va a mi casa?, ¿Cuándo me llama al trabajo?, ¿Cuándo me encuentra con los amigos?

- Vale, déme todos los que tenga.

- Siguiente. ¿Nombre?
- ¿El de mi casa?, ¿el del trabajo?, ¿el de mis amigos?

Absurdo ¿verdad? Pues eso es lo que tenemos que hacer con los aditivos conociendo ya esa curiosa costumbre de asignar a una misma cosa, en un mismo país, distintos códigos.

No es una excusa para mi chapuza, ya os digo que es imperdonable, pero son cosas que mi entendimiento no alcanza y que me dejan perplejo.

La inflamación y la dermatitis en los parpados no fue la única cosa que le produjeron los productos “naturales”, con el tiempo apareció otra que le ganó en preocupación y que a diferencia de la anterior empeoraba mes a mes:

Al principio aquel enrojecimiento en las mejillas no parecía más que un rubor un poco más intenso, aunque con la particularidad de que no era simétrico (una diagonal en la mejilla derecha y un pequeño círculo en la parte baja de la izquierda) pero con el tiempo quedó claro que rubor no era. Poco a poco fue intensificándose el enrojecimiento, después aparecieron granitos (no de adolescente, eran iguales en apariencia a los que tenia en los brotes de dermatitis) y al final aparecieron pequeños puntos rojo oscuro. Aquello era igual que petequias, eso lo aprendí el día en que nació, su madre tenía toda la cara llena de petequias. Parto difícil para las dos.

Precisamente eso era lo que estaba observando cuando me dí por vencido, y eso fue lo primero que me puse a analizar, y así andaba, haciéndome las preguntas básicas de inicio mientras la miraba, cuando al girar la niña la cabeza vi como el pelo le golpeaba en las zonas lesionadas (una diagonal en la mejilla derecha y un pequeño circulo en la parte baja de la izquierda). ¿Comprendéis porqué no tardé ni cinco segundos en levantarme?: ¡EL PELO! y enseguida me vino a la cabeza la posibilidad clasificada como absurda meses antes. Si existía una coincidencia entre el champú y el jabón de manos… Era para tomárselo muy en serio y descartar esa posibilidad. Lo que jamás de los jamases se me habría ocurrido es que esa coincidencia fuera la tartracina. Jamás.


Menuda chapuza.


Continuará… otro día, no quiero ser pesado.


“Señor. Tú, que nos has hecho seres racionales, líbranos de las ideas preconcebidas”
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“Señor. Tú, que nos has hecho seres racionales, libranos de las ideas preconcebidas”