Comportamiento de factores de riesgo cardiovascular en ancianos
Autor: Dra. Virginia Concepción González | Publicado:  26/11/2009 | Geriatria y Gerontologia , Cardiologia | |
Comportamiento de factores de riesgo cardiovascular en ancianos .5

Principales Factores de Riesgo Cardiovascular

 

Edad

 

El envejecimiento es por sí mismo el principal factor de riesgo y es que con el envejecimiento se producen una serie de modificaciones anatómicas y funcionales en el sistema cardiovascular Con la edad, la actividad del corazón tiende a deteriorarse (49). Puede aumentar el grosor de las paredes del corazón, las arterias pueden endurecerse y perder su flexibilidad y, cuando esto sucede, el corazón no puede bombear la sangre tan eficientemente como antes a los músculos del cuerpo (50). Debido a estos cambios, el riesgo cardiovascular aumenta con la edad.

 

No se sabe si la edad constituye un factor de riesgo independiente, o hasta qué grado es solamente una medición de la duración de exposición a otros factores de riesgo. Los estudios epidemiológicos han demostrado que los factores de riesgo metabólicos tienden a incrementarse con la edad. Se han realizado muchos ensayos de intervención, y todos indican que la disminución de los factores de riesgo para las enfermedades cardiovasculares, reduce la incidencia de eventos mayores mortales y no mortales. Por otra parte, esos efectos parecen trasladarse hacia las personas más añosas, si bien el número de ensayos en dicho grupo poblacional es limitado (49). En realidad, la reducción de los factores de riesgo ha demostrado tener un efecto absoluto mayor en los ancianos, y en aquellos con mayor número de factores de riesgo.

 

Las personas mayores son más proclives de sufrir enfermedades del corazón. Aproximadamente 4 de cada 5 muertes debidas a una enfermedad cardiaca se producen en personas mayores de 65 años de edad

 

Sexo

 

En general, los hombres tienen un riesgo mayor que las mujeres de sufrir un ataque al corazón. La diferencia es menor cuando las mujeres comienzan la menopausia, porque las investigaciones demuestran que el estrógeno, una de las hormonas femeninas, ayuda a proteger a las mujeres de las enfermedades del corazón (45).

 

Pero después de los 65 años de edad, el riesgo cardiovascular es aproximadamente igual en hombres y mujeres cuando los otros factores de riesgo son similares.

 

La epidemiología a nivel mundial tanto en Europa como en los EEUU, nos muestra que hay un incremento en la prevalencia de las enfermedades cardiovasculares, sobre todo en mujeres, y que ese aumento se relaciona con los grupos de mayor edad. Del total de las muertes cardiovasculares en mujeres, el 42, 21% corresponde al grupo etáreo comprendido entre los 65 y los 84 años, y el 49, 74% corresponde a muertes acaecidas después de los 85 años. Por lo tanto el 91, 95% de los óbitos en mujeres se produce en mayores y ancianas y el 50% en francamente añosas (44).

 

Anualmente mueren en el territorio bonaerense entre 250 y 270 personas cada cien mil habitantes, lo que implica 30. 000 muertes por año por enfermedades cardiovasculares (51). Según datos del INDEC correspondientes al año 2001, del total de muertes cardiovasculares el 56, 5% se concentró entre los 65 y los 84 años y, el 37, 7% después de los 85 años, o sea que el 94, 2% corresponde a mujeres mayores de 64 años, correlacionándose estos datos con la estadística mundial.

 

Herencia

 

Las enfermedades del corazón suelen ser hereditarias. Por ejemplo, si los padres o hermanos padecieron de un problema cardíaco o circulatorio antes de los 55 años de edad, la persona tiene un mayor riesgo cardiovascular que alguien que no tiene esos antecedentes familiares. Los factores de riesgo tales como la hipertensión, la diabetes y la obesidad también pueden transmitirse de una generación a la siguiente (45).

 

Además, los investigadores han determinado que algunos tipos de enfermedades cardiovasculares son más comunes entre ciertos grupos raciales y étnicos.

 

Dieta

 

Ciertos patrones dietéticos se asocian con un incremento del riesgo de aterosclerosis y de enfermedades cardiovasculares. El mal hábito alimentario desde la niñez, puede provocar obesidad, que suele asociarse a trastornos endocrinos, aparición precoz de enfermedad cardiovascular y por ende, incremento de la incidencia de muerte en edades tempranas de la vida. Estos problemas, al parecer, se asocian a un aumento del fibrinógeno, aumento de la inhibición de la actividad del plasminógeno (PAI-1) y aumento de la viscosidad plasmática, factores que en conjunto favorecen la aparición de la placa de ateroma (45).

 

La dieta en el anciano con factores de riesgo coronario o con aterosclerosis coronaria manifiesta, tiene como objetivo principal mantener los niveles de lípidos séricos en límites adecuados para disminuir el riesgo de desarrollar aterosclerosis. Es necesario valorar los hábitos nutricionales del paciente y proporcionar la información adecuada que permita la selección y el consumo de los nutrientes que contribuyan a lograr ese objetivo.

 

Se debe reducir el consumo de grasas saturadas (a menos de 7% del total de calorías/día) y de colesterol (a menos de 200 mg/día) y se favorece la ingesta de grasas poliinsaturadas y monoinsaturadas. Las grasas poliinsaturadas se encuentran en los aceites de girasol, de maíz, de semilla de algodón y de pescado. Las grasas monoinsaturadas están presentes en el aceite de oliva, en el aguacate, en el cacahuate y en las nueces. El consumo de grasas monoinsaturadas favorece la elevación de los niveles séricos de las lipoproteínas de alta densidad (C-HDL) mientras que, con la ingestión de grasas poliinsaturadas, se ha observado una ligera reducción de esta lipoproteína (52). La dieta debe incluir frutas frescas, vegetales y granos enteros. Estos alimentos proporcionan fibra y carbohidratos complejos y contienen sustancias a las que se les atribuye un efecto cardioprotector, tales como flavonoides (también presentes en el vino tinto), esteroles y fenoles. Se recomienda una ingesta mínima de 25 gramos de fibra por día, con lo que se espera una reducción del colesterol total de aproximadamente 13%.

 

La soya es de especial interés porque proporciona todas las proteínas esenciales y ácidos grasos omega-3 y porque su consumo resulta en reducción de los niveles séricos de C-LDL y de triglicéridos y en aumento de los de C-HDL (53).

 

Se prefiere la ingestión de carne de aves (pollo y pavo) con lo que no se ha observado alteración en los niveles séricos de colesterol (54). La ingesta de carne de pescado también se ha relacionado con cardioprotección, tiene ciertos efectos endoteliales benéficos, proporciona ácidos grasos omega-3 y reduce los niveles séricos de C-LDL y de triglicéridos. Los ácidos grasos omega-3 (docosahexaenóico y eicosapentaenoico) son un subgrupo de ácidos grasos poliinsaturados, al que también pertenecen los ácidos grasos omega-6 (soya, maíz y cánola), así como los ácidos grasos omega-9 (aceite de oliva), que tienen efectos benéficos sobre los lípidos séricos, las plaquetas y el endotelio.

 

Se sugiere mantener el consumo diario de sodio por debajo de 2, 400 mg por día (55), aunque es preferible no exceder los 1, 200 mg por día en las personas mayores de 70 años.

 

Se han propuesto varios tipos de dieta para intentar corregir las alteraciones del metabolismo lípido y reducir el riesgo de presentar aterosclerosis:


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