Diseño de un programa de Musicoterapia por parte de los estudiantes de Enfermeria de la Universidad Centroccidental “Lisandro Alvarado” dirigido a niños en edad escolar con deficit de atencion e hiperactividad
Autor: Naibelys López | Publicado:  13/02/2012 | Otras Especialidades , Enfermeria , Psiquiatria , Pediatria y Neonatologia , Neurologia , Articulos | |
Programa de Musicoterapia deficit de atencion e hiperactividad edad escolar.6

Este desarrollo, llamado “psicomotor”, es decir, el desarrollo de la capacidad de utilizar los sistemas sensoriales y musculoesqueléticos para moverse, será la base del desarrollo de todas las demás áreas en el crecimiento de un niño. Será la base para el desarrollo cognitivo, del lenguaje y, posteriormente, del desarrollo social y emocional.

En cuanto a la motricidad de los niños en edad escolar, cabe destacar que son muy activos y tienen necesidad de realizar actividades físicas agotadoras, necesidad de aprobación por parte de sus compañeros, al igual que comportamientos más osados y aventureros. Generalmente, tienen habilidades motrices fuertes y muy parejas. Sin embargo, su coordinación (en especial ojo-mano), resistencia, equilibrio y tolerancia física varían. Las destrezas de motricidad fina también varían ampliamente e influencian la capacidad del niño para escribir en forma pulcra, vestirse de forma adecuada y realizar ciertas tareas domésticas, como tender la cama o lavar los platos. Su motricidad, fina y gruesa, en esta edad muestra todas las habilidades posibles, aun cuando algunas de ellas aún sean ejecutadas con torpeza. Así lo refiere Mannheim J. (2008).

Hiperactividad y déficit de atención

Miranda A. (1999) señala:

“Que aunque los primeros datos sobre niños hiperactivos aparecieron hacia la segunda mitad del siglo XIX, fue el médico inglés Still quien describió sistemáticamente las características del síndrome en el año 1902. Still desarrolló una concepción muy particular de la hipercinesia asociándola a “fallos en el control moral” que no obedecían a deficiencias intelectuales. Además, señaló como correlatos de esta escasa capacidad para interiorizar reglas los problemas atencionales, la mentira, el robo, una aparente reducción de la sensibilidad al castigo, acusada inmadurez, labilidad emocional y elevada frecuencia de anomalías físicas sin importancia. En los años siguientes, distintos autores encontraron en niños que habían sufrido un daño cerebral síntomas similares a los descritos por Still, lo que propició que se adscribiera claramente la hiperactividad a una alteración neurológica”. (S 182)

Por otro lado, Bará S. (2003) define:

“El trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) como un trastorno del desarrollo neurológico infantil que se caracteriza por la presencia persistente de inatención, hiperactividad e impulsividad. Estos síntomas deben aparecer de manera más frecuente e intensa que en los niños normales de la misma edad y nivel de desarrollo intelectual. Deben presentarse antes de los 7 años, en más de un lugar (casa, colegio, etc.), durante un período superior a los 6 meses, y deben interferir con las actividades sociales y académicas del niño o con las actividades ocupacionales del adolescente o del adulto”. (p. 608)

De esta manera, González E. (2006) menciona que:

“La cuarta versión del manual de diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-IV) (1994) de la Asociación Americana de Psiquiatría (por sus siglas APA), sostiene que el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) es uno de tipo neurobiológico, el cual provoca la desatención de destrezas importantes para el desarrollo académico, social, emocional y físico. La característica principal del déficit es un patrón persistente de desatención e hiperactividad, que es más frecuente y grave que el observado habitualmente en sujetos de un nivel de desarrollo similar”.

Por otra parte, Gratch (2003), mencionado por González E. (2006), “sostiene que en la actualidad, la teoría explicativa respecto de la etiología sitúa la condición como un trastorno de la neurotransmisión de la corteza prefrontal, zona que desempeña un papel trascendental en la planificación y regulación de la conducta y sirve fundamentalmente para planificar y anticipar eventos futuros”. El autor expresa que los sujetos que han padecido de lesiones en la corteza cerebral prefrontal, como por ejemplo encefalitis y traumatismos, se tornan inatentos, se distraen a los 20 minutos con facilidad, son impulsivos y están poco dispuestos a seguir las reglas establecidas en el hogar, la escuela y la sociedad.

Asimismo, Russell A. (2002) en su libro “Niños hiperactivos: cómo comprender y atender sus necesidades especiales” citado por González E. (2006) define el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) “como un trastorno del desarrollo del autocontrol que engloba problemas para mantener la atención y para controlar los impulsos y el nivel de actividad”. Por lo general, se nota deterioro en la voluntad o la capacidad del niño para controlar su conducta a lo largo del tiempo y para mantener su mente en las metas y consecuencias futuras. Argumenta el autor que el déficit de atención es un trastorno real y un verdadero problema que a menudo se convierte en un obstáculo, ya que llega a ser angustioso, se torna en una situación que altera los nervios del que la padece así como los que viven cerca de este.

El autor considera que existe una alteración en el cerebro del que padece el trastorno, lo que causa el movimiento constante y otras conductas que algunas personas consideran intolerables.

Criterios diagnósticos para hiperactividad y déficit de atención

Por otra parte, en el proceso de evaluación y diagnóstico del niño hiperactivo es necesaria la intervención de varios profesionales de la salud, tales como neurólogos, pediatras del desarrollo, psiquiatras, psicólogos educativos, patólogos del habla y maestros con preparación en educación especial, sin dejar de mencionar la intervención protagónica de los padres o adultos responsables del niño. Fundamentalmente, todos los anteriores tratan de buscar un criterio en común para poder desarrollar un programa de intervención ajustado a las necesidades del niño. Se sabe que hasta el momento no hay una prueba de laboratorio, ya sea bioquímica, electrofisiológica, genética, anatómica, que permita diagnosticar de forma contundente el trastorno. Es por eso que el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) sigue siendo puramente clínico, por lo tanto, es muy subjetivo. Es de conocimiento que un plan de intervención universal para todos los casos no resultaría efectivo por la gran diversidad de situaciones en los ambientes en que se desarrolla el niño según Barkley (1990), citado por Calderón C. (2003).

De igual modo, para poder diagnosticar con precisión el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) se requiere una evaluación comprensiva multimodal por un equipo multidisciplinario.

Calderón C. (2003) menciona a Barkley (1990), quien escribe que “en la evaluación diagnóstica del trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) es necesaria la colaboración de los maestros, quienes son considerados como una de las fuentes de información más valiosas en este proceso”. Además, Conners (1987), mencionado por Calderón C. (2003), dice que “la importancia que tiene el maestro en la evaluación queda manifestada en quien señala varias razones que fundamentan la participación directa del maestro en el proceso”.

El autor, específicamente, se refiere a que los maestros pueden observar al niño durante distintos períodos y en una variedad de situaciones con los parámetros o estándares establecidos luego de numerosas observaciones de niños típicos; observar al niño en las tareas diarias, hacer observaciones sobre las habilidades del niño para tratar con sus pares y ofrecer retroalimentación a los profesionales de la salud y otros colegas sobre los efectos del medicamento en la conducta de este.

En tal sentido, Orjales (2002), citado por Calderón C. (2003) sostiene que “es necesaria la detección precoz y la intervención temprana de los niños que están mostrando una actividad sobre lo normal”. Según la autora, la mejor edad para comenzar el proceso de observación y diagnóstico es el período preescolar, pues es donde el niño comienza a destacarse por su inquietud y su falta de autonomía. En esta etapa, los niños con el déficit son descritos como inquietos e insoportables, inmaduros, testarudos, temperamentales, inconscientes, entrometidos y con evidentes deseos de ser constantemente el centro de atención de los adultos y de los compañeros de clase. La autora manifiesta que se ha demostrado que el comportamiento de algunas madres, que ocasionalmente es permisivo, influye en que muchos de los niños con trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) mantengan o eliminen muchos patrones de conducta inadecuada. Esta situación permite que el niño encuentre elementos incorrectos para identificarse, lo que da paso a que su conducta empeore por falta de un modelo de disciplina adecuado. La intervención con niños diagnosticados con el déficit debe estar dirigida hacia la modificación y afianzamiento de las pautas educativas y familiares.

Criterios diagnósticos propuestos por la Organización Mundial de la Salud (OMS): la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE)

Calderón C. (2003) expone que los antecedentes de esta clasificación se encuentran en la obra de Bertillon J., director del servicio de estadística de París, quien presentó en Chicago en 1983 una nueva nomenclatura de enfermedades. Bertillon fue quien coordinó la segunda y tercera versiones hasta que en 1929 la OMS comenzó a hacerse cargo de las siguientes CIE (CIE-4) y sucesivas. Hasta la quinta revisión se mantuvo la estructura inicial y solamente se incluyeron las enfermedades que causaban defunción o invalidez. La sexta edición de la CIE (CIE-6) incluyó por primera vez un capítulo específico para las enfermedades mentales, las organizaron en tres secciones: a) psicosis, b) desórdenes psiconeuróticos, y c) trastornos del carácter, del comportamiento y de la inteligencia. La séptima revisión de la CIE (CIE-7) introdujo escasas variaciones. La edición que consiguió cierto consenso internacional fue la versión publicada en 1967: CIE-8. Esta revisión incluía por primera vez un glosario que definía las principales categorías clínicas con el fin de desarrollar un lenguaje común y mejorar la fiabilidad de los diagnósticos. En esta edición, las alteraciones mentales se englobaron en tres grupos: psicosis, neurosis (trastornos de personalidad y trastornos mentales no psicóticos) y oligofrenia.

Según Calderón C. (2003), en la décima edición de CIE, a diferencia de sus predecesoras, se utilizó principalmente el término trastorno y se abandonó la diferenciación entre psicosis y neurosis. En 1989 se aprobó el texto básico y la OMS acordó su introducción a partir de enero de 1992. La CIE-10 enmarca la hiperactividad dentro de la sección F.98 denominada trastorno del comportamiento y de las emociones de comienzo habitual en la infancia y adolescencia.


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