Teoria y clinica de las patologias generadas por el desamparo
Autor: Dr. José Cukier  | Publicado:  16/05/2012 | Otras Especialidades , Medicina Preventiva y Salud Publica , Medicina Familiar y Atencion Primaria , Articulos | |
Teoria y clinica de las patologias generadas por el desamparo .11

LIDERAZGOS- Procesos tóxicos del cuerpo social- Psicosomática- La renuncia a la satisfacción directa de la pulsión, es condición para la adquisición de la cultura, y aquello de lo cual hay que apartarse queda representado por lo tabú. Esta conquista cultural, tiene sus consecuencias; la furia que desarrolla cada individuo por la renuncia del placer y que proyectada en el futuro, vuelve como castigo divino (Freud, 1932, “Sobre la Conquista del Fuego”, 1939, “Moisés y la religión monoteísta”). La pulsión social, deriva de la pulsión homosexual apoyada sobre la pulsión de autoconservación y es efectiva en la producción de vínculos como amistad, sentido comunitario, amor por la humanidad (Freud, 1911, “Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia...”, 1921, “Psicología de las masas y análisis del yo”). La sublimación del erotismo deviene en ideal, cuyo contenido es diferente, según el nivel de fijación de la evolución libidinal. La abstracción del ideal, tiene grados crecientes, en un esfuerzo del aparato para dar cabida al traumatismo que implica, la imposibilidad de satisfacer totalmente una vivencia. Siempre resta algo no consumado, no hay felicidad completa, y la complejización expresa la exigencia de la pulsión.

De la diferencia entre el placer de satisfacción y el exigido surge el factor impulsor (...) como dijo el poeta “tiene indomado, siempre adelante (Fausto I) (...) no queda otro remedio sino avanzar (Freud, 1920, “Más allá del principio del placer”). El ideal, pasa a ser el espacio donde la satisfacción total es posible, y esta ilusión se proyecta en el líder que es resguardado por una prohibición. La formación de ideales, deja entonces en libertad la agresión, que vuelve sobre el yo, y la pulsión de muerte puede deshacer lo conquistado. Freud, citando a Heine, en “Malestar en la cultura”, op. cit., p. 55 dice “Tengo la disposición más apacible que se pueda imaginar. Mis deseos son una modesta choza, un techo de paja (...) unas flores ante la ventana, algunos árboles (...) y si el buen Dios quiere hacerme completamente feliz, me concedería la alegría de ver colgados de esos árboles a unos seis o siete de mis enemigos (...) El placer imposible, puede tratar de satisfacerse en otro espacio, exterior, o dentro y en secreto. Primero la instancia superyoica tolera, luego se vuelve más sádica explicando las secuencias de corrupción con satisfacción desenfrenada que socavan la moral y el orden, seguidas de periódicas purgas contra el enemigo. El castigo es posible, en tanto se mantenga separado el espacio comunitario del tabú, donde está el líder.

El gobernante debe regular su proceso pulsional y la práctica de los gobernados y según el erotismo de cada quien. Aislar el placer de la racionalidad; separar el espacio tabú del resto de la comunidad; procesar simbólicamente las aspiraciones de los gobernados. A su vez, éstos, adjudican al conductor la posibilidad de satisfacción ilimitada; pero el también tiene su freno. El líder queda en posición paradojal, debe procesar la proyección de los erotismos y renunciar a la satisfacción, de ahí que, como decía Freud, gobernar es una tarea imposible. El líder puede perder legitimidad (y devenir en tergiversación, violación de los valores humanos y degradación cultural). Esta pérdida puede deberse a la incapacidad de generar proyectos nuevos, fracasos en la conducción, claudicación de las convicciones, burocratización excesiva, entre otras razones. Según el tipo de liderazgo, la corrupción tiene diferente valor; el demagógico tiende a apreciar las prerrogativas del poder, las promesas se vacían y no son creíbles.

El líder tradicional exacerba su rigidez, sin sentido; el líder racional se hiperadapta a la realidad pero sin fundamento. Se quiebra entonces la relación entre el líder y los funcionarios en que se delega el poder, los capilares institucionales y los gobernados. Hay un desencuentro con los seguidores e inclinación al desenfreno o la exageración tradicionalista. Se produce el caos y un intento de trasladar la disgregación del grupo a otra comunidad. Se alimenta la agresión a minorías (negros, judíos, gitanos, indios, al “otro”), destruyendo sus símbolos identificatorios, su cultura. Este liderazgo, promueve la disolución de los vínculos identificatorios que cohesionan a la comunidad, en la medida que el descrédito y el colapso de ideales colectivos se instalan. La proyección en el gobernante “salvador” se debe a estados de pánico y no a esperanzas sustentadas en el amor. Se regresa a identificaciones arcaicas, sádicas y masoquistas, con pérdida de aspiraciones comunitarias. Se promueve la satisfacción pulsional individual (“salvarse”, “zafar”, son expresiones típicas en nuestro medio porteño). La pulsión de autoconservación cambia de signo, porque el enlace que constituye la pulsión social (homosexual y autoconservación) se disgrega. Avanza el desenfreno, en el convencimiento omnipotente de la propia razón y atribuyendo el origen de los males a los de “afuera”.

La voluntad del poder del líder, es el resultado de la acción cohesionante de Eros. Evoluciona de pulsión de destrucción a pulsión de apoderamiento a voluntad de poder a placer por ejercer el liderazgo en la comunidad. La degradación, regresa a la pulsión de apoderamiento y de destrucción. La descomposición institucional se manifiesta con estallidos sociales como descargas catárticas, del acúmulo pulsional no satisfecho. En el reinado del yo placer, y de un narcisismo en riesgo de colapso, el discurso se convierte en perverso y desestimante de la racionalidad. Quienes la sostienen, son “retrógrados”, o “mediocres”, amenazados de desprestigio. Entramos en el campo del terrorismo ideológico.- Estamos en el siglo XXl, Los colapsos temidos, aluden a problemas médicos y ecológicos por un lado (enfermedades y polución ambiental por ejemplo) y a problemas espirituales, con una degradación creciente, desocupación, sida, colapso financiero, “activos tóxicos”, desamparo cubren el planeta,,) la inmensa mayoría de los seres sólo trabajan bajo el imperio de la necesidad, esa natural aversión humana al trabajo se derivan los más dificultosos problemas sociales (...)” Freud, 1930, op. cit.).

El problema del número - En la historia de la cultura, los números tuvieron dos funciones. La primera, hacer la contabilidad (mercadería, esclavos, ganado, etc.). La segunda, fue consignar fechas, y con estas aparece la letra para decir nombres. Se marca la historia de individuos y grupos, y con ello, el tiempo y la identificación. Mi interés, está ligado a la transformación del segundo tipo en el primero. Los números remiten a intereses económicos, y estos aluden a sobreadaptación; yo me voy a referir a los números de carácter mercenario. Veamos. Freud, al hablar del placer, decía que la naturaleza del estímulo placentero es rítmica. La condición, para que en el aparato psíquico no haya fijación en este punto, es el encuentro entre ritmos. La conciencia, tiene dos caras, una hacia el interior y otra hacia el mundo. Desde el mundo registra las percepciones, que de cantidad por intermedio del período, deviene en cualidad. Desde el interior, registra el proceso pulsional que tiene su distribución y frecuencia y aparece como afecto, con su ritmo. El desencuentro de ambos ritmos, genera un trauma marcado por un número que se expresa como frecuencias, períodos, oscilaciones, cálculos, ideales de ganancia.

En este desencuentro del ritmo del bebé con el materno, se crea un vínculo mercenario, y en el cual el bebé se siente a merced de otro, alguien que especula a su costa. Y este vínculo es el que se encuentra en el mundo, porque viene del inconsciente. En la medida que son números que hacen a la contabilidad y no para la identificación, estas personas se suponen sólo un número sin nombre en la memoria ajena. En la necesidad de dejar marca, lo hacen con deudas (por ejemplo Dostoievsky, - Freud, 1928- ). Aparecen como especuladores, pero en el fondo están a merced de los números ajenos.

c) Procesos tóxicos del cuerpo social

c.1) Consideraciones previas.
c.1.a) En “Más allá del principio del placer” (1920), Freud supone al cuerpo, constituído por células que para sobrevivir y reproducirse, requieren unirse con otras diferentes. De otra manera, muere por sus propios residuos tóxicos; estos a su vez, son tróficos para los grupos diferentes.

Las diferencias, crean tensiones comandadas por Eros y que crean complejidades. En éstas, circula energía, y el sistema se defiende de la irrupción externa con una barrera antiestímulo, y del interior, expulsando fuera las toxinas sobrantes. La reproducción se mantiene, creado ejemplares similares, y a la orden de la pulsión de conservación de la especie. La defensa frente a los agentes nocivos es guardada por células que ligadas a la autoconservación, constituyen los sistemas inmunitarios.

Todo esto, se opone a la inercia, comandada por Tanatos. Esta hipótesis, es también pertinente para pensar el cuerpo social. En los vínculos entre personas, tiene vigencia la necesidad de neutralización recíproca de los excesos y de la expulsión del resto fuera, la protección de las fronteras comunitarias (muros fronterizos para impedir la inmigración ilegal, marginalidad, delincuencia, narcotraifico, ghettos, la perpetuación de sus componentes; el cuidado contra los intrusos). Todo ello, asegura la cohesión libidinal, cohesión que sustenta el desarrollo y las mayores complejidades.

c.1.b) W. R. Bion (Experiencias en grupos, Paidós, 1963), se refiere a que en los grupos hay un nivel, al que denominó “protomental”, donde lo físico y lo psíquico están indiferenciados, y también indiferenciado el yo del otro. Estos niveles protomentales dan origen a las enfermedades grupales, y aunque se manifiesten individualmente, como patología psicosomática, se comprenden si se estudia al grupo. Los desórdenes que afectan al nivel protomental, habida cuenta de la indiferenciación, se expresan tanto de manera física como psicológica. En este nivel, se desarrollan los supuestos básicos (apareamiento, dependencia, lucha, fuga), que se refieren a modalidades de relación en las que predominan la esperanza en el mesías en primer supuesto; la culpa y depresión en el segundo y el odio en el tercer supuesto. Estas relaciones, implican una emoción que enlaza a los individuos entre sí.

El predominio de una emoción o supuesto básico, confina a los otros al nivel protomental.

c.1.c) En nuestro medio, David Maldavsky (1989, Lenguajes del erotismo, Actualidad psicológica, XIV, 158), estudió el contenido de los ideales, que devienen de la sublimación de los distintos erotismos.

c.1.c.1) El ideal de ganancia (libido con fijación pre oral, intrasomática), corresponde al paciente psicosomático, en el que se habla de que “hacen números”, como un intento de recuperar la relación rítmica pérdida en los primeros vínculos. Se va articulando una relación entre ritmo, número y ganancia (ver el problema del número), que se da en sujetos sobradaptados, y cuando fracasa surge la enfermedad somática.

El ideal de ganacia se da en sujetos especuladores, sobreadaptados, con sufrimiento corporal.
Estos pueden obtener un “plus” de ganancia (plus valía), a costa de “una libra de carne”.
Recordemos “El mercader de Venecia” de William Shakespeare. Acto II, Obras Completas, Aguilar SA, Madrid, 1951, p. 1057:
Shylock: (...) la penalidad consistirá en una libra exacta de vuestra hermosa carne (….)


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