Teoria y clinica de las patologias generadas por el desamparo
Autor: Dr. José Cukier  | Publicado:  16/05/2012 | Otras Especialidades , Medicina Preventiva y Salud Publica , Medicina Familiar y Atencion Primaria , Articulos | |
Teoria y clinica de las patologias generadas por el desamparo .6

Ello parece derivar de la conquista de nuevas lógicas que permiten articular los procesos de pensamiento en el preconsciente. Freud, (1918b), distinguió dos orígenes para el pensar: uno, inconsciente, es inherente a la especie, y el otro, preconsciente, corresponde a una conquista cultural de la humanidad, y es alcanzado por cada Yo mediante el aprendizaje. En esta oportunidad, dado que nos referimos a procesos psíquicos acontecidos luego de concluido el tiempo primordial, edípico, nos centraremos en la consideración de este último tipo de lógica. Cabe distinguir, sin embargo, algo en común a todos estos procesos de complejización psíquica: cada nuevo pensar surge en los intersticios lógicos del pensar previo. Ello, es debido a las imposibilidades internas con las que éste se complica, y el nuevo pensar, es estimulado por la necesidad psíquica de expresión de los procesos pulsionales con un mayor grado de refinamiento. El pensar, a su vez, queda degradado a la categoría de un mero representar. ¿De qué manera se introduce el pensar cultural en el Yo?

Consideramos que el mismo se introduce como un imperativo categórico, esto es, bajo la forma de un orden constituyente del Superyó, Freud, (1923b), orden cuyas razones no son explicitadas porque el Yo aún no las entiende. El imperativo categórico es el tipo de estructura de la frase contenida en el Superyó. Luego, cuando el Yo logra conquistar la intelección de las razones por las cuales la frase fue dicha, el pensar correspondiente pasa a estructurar el preconsciente. En principio los imperativos categóricos suelen provenir de padres o equivalentes. Luego son atribuidos a figuras cada vez más distantes, que van desde los educadores hasta los autores con quienes el contacto se reduce a lo escrito, a la palabra ausente. De manera tal que estudiar los tipos de pensar con que opera el preconsciente (por la introducción de nuevas lógicas, conquistadas mediante el aprendizaje) no difiere excesivamente del análisis de la constitución de los tipos de Superyó. Desde el más primitivo, derivado de la desinvestidura pulsional correspondiente a la declinación del complejo de Edipo, hasta el punto final a veces no realizado, en que los valores e ideales son meras abstracciones, imposibles de alcanzar en una vivencia inmediata. Podemos discriminar diferentes tipos de Superyó, lógicamente sucesivos; Totémico, Mítico, Religioso, de las Cosmovisiones y Científico- ético.

De allí derivan tipos distintos de preconsciente, que incluyen un modo particular de representaciones- grupo exteriores. Estos tipos de Superyó son lógicamente sucesivos, y existe un requisito interno en la secuencia, para que aparezca uno, el mítico, por ejemplo, es necesario que antes haya emergido el totémico. En la historia de la humanidad la constitución de cada uno de estos Superyó derivó de prácticas sociales y económicas específicas, que incluían grupos cada vez más amplios. La producción de un tipo más abstracto de Superyó fue el efecto de la tendencia a la unificación en la vida social. Los diferentes tipos de Superyó, con exclusión del científico- ético, tienen un origen mágico- animista, y derivan de la proyección de la omnipotencia del yo- placer. Son, también un modo de explicar el origen del grupo (como transformación de la afirmación acerca del origen en el padre), una garantía de su cohesión, del sentido de la vida cotidiana marcada por la decepcionante necesidad de trabajar. El pensar científico- ético, en cambio, es fragmentario, y los valores en juego son abstractos.

a) Pensamiento totémico: Apoyándome en Freud, (1912- 13, 1921c, 1927c, 1930a), este ideal implica conservar una ilusión de unidad. De compresión totalizante, de superposición del Yo a la supuesta realidad, un mantenimiento del animismo.

El ideal del Yo de tipo totémico se corresponde a una representación- grupo de la amplitud de un conjunto de familias. Correspondería a los vínculos intrapsíquicos de amistad. La relación entre tótem y el grupo se da en un espacio, y el ámbito de lo tabú se opone a lo cotidiano. El tótem es visible por los miembros del grupo, pero con prohibición de contacto. La temporalidad es circular, como las estaciones del año.

La diferencia entre el ideal y el Yo de cada cual puede compensarse a través de actos mágicos (vestirse con una piel o plumas del animal totémico). La desmentida del juicio que distingue entre ideal y el Yo es la norma. En consecuencia se conserva una cierta convicción de la propia omnipotencia.

b) Pensamiento mítico: El ideal mítico implica una diferenciación entre animal y humano. Distingue dos tiempos: el de la gesta heroica, origen del grupo, y el de lo cotidiano. La oposición entre el ideal y el Yo no es ya sólo de tipo espacial, sino también temporal. El espacio mítico suele superponerse en apariencia al espacio del grupo que sostiene este tipo de creencia, pero tiene una distribución regida con otra lógica, en cuanto a las investiduras de objetos y lugares. Por ejemplo ciertos ámbitos en que irrumpe la producción de lo sagrado. El tiempo del mito no es el de un pasado, sino el de un presente. Este es honrado y sostenido por las generaciones posteriores del grupo supuestamente generado por el héroe. La oposición entre dos temporalidades deriva de la eficacia psíquica de ese tipo de lógica que Piaget, (1942), describe como inteligencia de las operaciones concretas. Esta, incluye la posibilidad de actividades intelectuales conjugadas de seriación y clasificación. De la seriación deriva la decepción del Yo con respecto al padre, y de la clasificación, un juicio previo que decreta la caída de la madre fálica.

Esta inteligencia de las operaciones concretas es puesta primero como imperativo categórico (porque constituye el horizonte de posibilidad para el Yo), luego es conquistada por un aprendizaje en el Yo. El tiempo del mito se expresa como presente épico, éste implica un tipo de inmortalidad que se sostiene gracias al recuerdo constante exigido al grupo. Significa una menor dependencia de la percepción del objeto visual (vigente con respecto al tótem) y su sustitución por una imagen. En cuanto a la diferencia entre percibir un objeto (aunque tenga un valor simbólico) y percibir una imagen, recordemos que Freud, (1926d), distingue la zoofobia de Juanito de la del Hombre de los lobos. Afirma que la segunda derivó de percibir una lámina del animal temido, y la primera surgió ante la percepción de la caída del caballo. El alma, como doble del cuerpo, surge como una forma de resolver la contradicción entre ausencia sensorial y la vívida presencia de un objeto anhelado. La ausencia del cuerpo se salda entonces con la presencia de su espíritu, de su imagen. La sustitución de un tótem por una imagen, ofrece cierta autonomía al Yo con respecto a la percepción directa del objeto. El tiempo de la gesta se conjuga en el "presente épico", que alude a un acto que no cesa de ocurrir. Este acto al repetirse en las generaciones sucesivas produce el vínculo social de camaradería, que incluye el trabajo. La temporalidad es la de la inmortalidad, y es sostenida por la memoria (por el alma) del pueblo, originado gracias a la gesta del héroe.

La diferencia entre el ideal y el Yo es más difícil de superar. Los requisitos para acceder a la categoría de héroe, imponen un esfuerzo individual y un reconocimiento social cuyo logro es más difícil de alcanzar. En consecuencia, para cada cual, desmentir el juicio que diferencia entre el ideal y el Yo resulta más costoso.
El grupo supuesto del mito es más amplio que el constituido por el pensar totémico. La representación- grupo propia del pensar mítico posee un mayor grado de abarcatividad, reúne un conjunto de clanes, en un vínculo de camaradería. En el origen del grupo es puesto un líder con rasgos humanos separado del resto de la comunidad no en términos espaciales, sino temporales.

c) Pensamiento religioso: Aquí el ideal es la divinidad, posee un carácter altamente abstracto. El grupo que le corresponde es la comunidad, el tiempo es eterno y la espacialidad es lo infinito. El grupo reúne en su interior a los seres humanos, pero no abarca a ciertos grupos que no tienen el reconocimiento (por su piel, condición social u otros motivos). A estos, se les niega la carta de ciudadanía consistente en la identificación empática. Todos ellos tienen en común su falta de fidelidad, aunque algunos podrían ser salvados para la comunidad y otros quedan condenados como irredentos. Dentro del tiempo- espacio terreno, contrapuesto al divino, aparecen dos rasgos: el carácter mortal y la limitación espacial. El pensamiento religioso implica un pasaje de la inteligencia, de las operaciones concretas a las más abstractas y sobreviene durante la pubertad.

Una interpretación de la narración desde la perspectiva de las patologías psicosomáticas y adictivas. Nos encontramos ante dos tipos de producciones, dos lógicas. La del poderoso, que ostenta su certeza acerca de sus verdades, y la de quien padece el desamparo. Desamparo producido por la dependencia de la palabra del español, palabra oral contradictoria y palabra escrita imposible de comprender. Palabra del conquistador que no concuerda con las necesidades vivenciales; no le da un nombre, solo un número. Son dos indios, diez melones con lo cual que promueve la ignorancia. Contradicciones mediante, no le da espacio para la identificación, y el desarraigo queda marcado por el andar del Inca (de Pachacamac a los Reyes).

Hay un poderoso, el español (¿un loco para el nativo?), de cuya palabra se depende para ser. La palabra le da sentimiento de sí, júbilo o futilidad. El amo es inflexible en su función desconocedora, sólo le interesan los números, las ganancias. Suprime el significado que sus actos tienen en el ánimo del otro; y el Inca anhela un encuentro imposible con esas palabras. Palabras que vienen desde el ideal, pero que no llegan y sólo son desamparo y descrédito. El blanco dice que "mentían.", que "habían comido dos..."El ideal no cree, y no hay posibilidad de contradecirlo ni de rectificar. Sólo le cabe al Yo dejarse morir por falta de amor y de amparo ético o sumirse en la droga?

La droga puede ser el atajo que suprime el acto psíquico necesario (pero inútil) que reclama una identificación con el amo. El acto adictivo (el impulso irresistible de comer los melones) intenta sustituir la identificación que el blanco no le da. Este enmudece ante el reclamo, y el Yo del aborigen se siente víctima de la desestimación, en lo anímico de ese dios loco todopoderoso (Viracocha). El nativo mandado, es en su movimiento el carretel del juego del nieto de Freud, (1920g). Se ve espacialmente la expulsión de que es objeto de la memoria blanca. No queda en ésta marca alguna. El nombre del adicto es sólo un número, tachado no por represión, sino por expulsión del Yo del blanco. Queda el nativo en un estado de no muerte y no vida, en que su cuerpo se doblega ante el castigo; cuerpo que es sólo doble imperfecto de su espíritu indomable. Desafiante y hasta vindicatorio. Espíritu que simula aprender y doblegarse.

A esta agonía eterna accede con la droga, el alcohol, la promiscuidad, el hambre y los golpes. No hay proyecto identificatorio, no hay posibilidad de tener un nombre. ¿Qué posibilidades quedan? La libido narcisista no encuentra su objeto, y en vez de consumarse en un acto identificatorio, que le de el ser; se consume en actividad autoerótica (droga). La libido estancada, dispone a la enfermedad psicosomática. La única manera que le queda al nativo para sentirse con algún valor, para su ideal español, ya no es con su nombre que le da cualidad, sino como cantidad. Y esa cantidad termina por refrendar la agonía, reclamante, muda, desafiante, vengativa y triste hasta el infinito. El destino se vuelve implacable, y la nostalgia de la muerte una forma de vida. Nostalgia de la muerte como expresión del conocimiento de ser sólo una cifra insignificante, resto de un pasado y despojado de vigencia.


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