Teoria y clinica de las patologias generadas por el desamparo
Autor: Dr. José Cukier  | Publicado:  16/05/2012 | Otras Especialidades , Medicina Preventiva y Salud Publica , Medicina Familiar y Atencion Primaria , Articulos | |
Teoria y clinica de las patologias generadas por el desamparo .9

Por otro lado, Cánovas se mostró preocupado porque persiste, en el pasado año, el subregistro de Enfermedades Profesionales, produciéndose sólo la declaración de 288 casos con baja, lo que supone un descenso del diez por ciento respecto al 2007.

"Si se siguen ocultando las enfermedades, los gastos derivados de las mismas seguirán siendo acometidos por el Servicio Murciano de Salud", indicó, al tiempo que criticó que la Mutua derive el 99 por ciento de los casos de acoso y estrés laboral a la Seguridad Social.

Y es que, según explicó Cánovas, si se sigue sin considerar los riesgos psicosociales como factor de nuevas enfermedades "no se investigará y no se tomarán medidas para que no sigan produciéndose, algo que la Constitución Española obliga a la Patronal".

Por todo ello, las reivindicaciones de UGT y CCOO para este año serán conseguir que se añadan los riesgos psicosociales a la declaración de enfermedades laborales, para que dejen de producirse y se cumplan los convenios colectivos, ya que, "si no pueden producirse situaciones como las que tienen lugar en la construcción del nuevo hospital de Cartagena, donde varios trabajadores inmigrantes denunciaron que trabajan más horas de lo establecido y la empresa encargada de los trabajos se niega a pagarle las horas".

El terreno de la salud y el trabajo ha sido abonado desde diversas disciplinas, tales como la medicina laboral, la sociología industrial, la antropología, el derecho, la economía y la psicología, entre otras. Cada una de ellas ha ido identificando distintos factores presentes en el ámbito laboral (físicos, químicos, relacionales, culturales, organizacionales, etc.) que de un modo u otro inciden en la salud de los individuos.,.Según el espíritu científico de Freud, “no todo saber se traspone en poder terapéutico; pero aun la mera ganancia teórica no debe ser tenida en menos, y cabe aguardar con confianza su aplicación práctica” (1925, pág. 57). Así, creemos que los hallazgos que resulten de los esfuerzos teóricos podrán encontrar lugar en el mundo de las organizaciones.

La medicina laboral y su historia. Existe una larga historia en cuanto al desarrollo de la práctica médica y su aplicación al mundo del trabajo. Tal es así que la bibliografía especializada remite sus inicios al Código de Hammurabi (1800 a.C.) el cual, entre otras cosas, establecía normas para impedir que el fuerte oprimiera al débil y, además, detallaba indemnizaciones y la creación de tribunales de conciliación ante eventos dañosos. La medicina del trabajo, entonces, recorre un extenso trayecto y una compleja evolución. Hipócrates (460- 375 a.C.), por ejemplo, describió enfermedades que aquejaban a los trabajadores de las minas de plomo. Así, se sucedieron Jenofonte, Catón, Diodoro de Sicilia, Plinio el Viejo, Galeno y Maimónides. En el siglo XV, a partir del descubrimiento de América, se identifica el denominado escorbuto de los navegantes e, incluso, en las leyes de los Reinos de Indias se establecía la protección de los trabajadores de las minas así como un horario de trabajo y un límite al peso que los indios podían cargar. Dentro de las obligaciones de los patrones, estos debían curar a los indios toda vez que se enfermasen o accidentasen a causa del trabajo. En el siglo XVI aparecen dos figuras relevantes.

Por un lado, Paracelso (1494- 1541) a quien se le atribuye la frase “no hay nada que no sea tóxico, solo la dosis diferencia un tóxico de un medicamento” y el apelativo de médico de los pobres. La primera monografía científica sobre enfermedades profesionales es de él y su valor residía en que el eje estaba puesto en el trabajador. Por otro lado, Agricola (1490- 1555) prestó especial interés a la prevención de accidentes y, en general, consideraba responsable a la superioridad que no adoptaba las precauciones necesarias. En esta sucinta reseña histórica debemos mencionar a Bernardino Ramazzini (1633- 1714) a quien se lo reconoce como el padre de la Medicina del Trabajo. Este médico aconsejaba a sus discípulos el estudio de las condiciones de los trabajadores en sus puestos de trabajo así como sobre la utilidad de dialogar con los enfermos, no solo acerca de sus dolencias sino de su vida cotidiana. A él se le atribuye la frase “la mejor escuela de aprendizaje es el taller o la casa del obrero”. Esta cronología continúa extensamente, numerosos autores se han sucedido, y baste mencionar para tener una idea de ello que aun faltaría hablar, por ejemplo, de la Revolución Industrial. Pilar Nova Melle (1995), sintetiza las consecuencias de dicho período, entre las que menciona la descripción de la histeria proletaria, denominación que aludía a los campesinos que no lograban adaptarse a la forma de vida urbano- industrial y caían en el alcoholismo.

El estrés. Desde los trabajos pioneros de Selye (1956) en adelante se ha conceptualizado el estrés como una experiencia (o un conjunto de ellas) cuya exigencia es excesiva en relación con los recursos del individuo. Así, se han considerado el ambiente físico de trabajo, los contenidos del puesto, el desempeño de roles, las relaciones interpersonales, el desarrollo de carrera, las nuevas tecnologías, los nexos entre trabajo y familia, rutinas reiterativas y monótonas, el ritmo de trabajo determinado por las máquinas, la carga de trabajo o responsabilidad excesivas, las exigencias insuficientes en relación con la capacidad del trabajador, la insatisfacción profesional, el horario de trabajo, las condiciones, el contenido de la tarea, la falta de participación en las decisiones sobre las formas de realizar las tareas, la inseguridad en el empleo, aislamiento social, etc. Los signos e indicadores de estrés comprenden: irritación, preocupación, tensión, depresión, afecciones psicosomáticas, sensación general de insatisfacción ante la vida, baja autoestima, depresión, perturbaciones de la atención, la percepción, de las funciones cognoscitivas y motoras, aburrimiento, baja en el rendimiento, ausentismo, etc. Al mismo tiempo, las definiciones más específicas varían según se lo conceptualice como estímulo, respuesta, percepción o transacción, pero lo que de alguna manera está presente en todas las descripciones es la importancia de la relación del sujeto no solo con el trabajo (actividad) sino con la organización en la que este se desarrolla. Los diversos autores, en general, coinciden en que deben distinguirse tres etapas en el desarrollo del estrés laboral: la percepción de la amenaza, los intentos de afrontarla y el fracaso de estos. También se consideran la intensidad de la amenaza y/o la duración (continua o discontinua) de la misma. Al mismo tiempo, se han incluido como factores estresores no solo la carga de trabajo o responsabilidad excesivas sino también las exigencias insuficientes en relación con la capacidad del trabajador, con las consecuentes aspiraciones frustradas e insatisfacción (1).

El modelo explicativo usado habitualmente, en última instancia, remite al esquema causa (agente, trabajo) – efecto (daño), aun cuando la literatura existente no deja de anunciar que “la relación entre los factores psicosociales presentes en el trabajo y la salud se complica por gran número de variables de carácter individual y subjetivo los individuos pero sí provocan trastornos en algunos otros. Las características de personalidad, para este autor, presentan diferencias interindividuales, por ejemplo, en cuanto a la propensión a sentirse dañado, amenazado o puesto a prueba, tres percepciones que pueden ser estresoras. Una de las variables de la personalidad es la pauta de compromisos característica del individuo. Los compromisos de una persona son la expresión de sus ideales y metas y de los caminos que se propone seguir para realizarlos. El grado de importancia de los compromisos influye en la vulnerabilidad al estrés pues es más probable que se evalúen como una amenaza o un daño las situaciones que ponen en peligro compromisos fuertes que las que ponen en peligro compromisos débiles. La manera como influyen los compromisos en la vulnerabilidad al estrés es compleja, ya que el compromiso no solo puede ser causa de vulnerabilidad sino también un recurso, en tanto protege contra el aburrimiento, la falta de sentido y la alienación.

Problemas relacionados. El síndrome de fatiga crónica cuyo diagnóstico supone un período de fatiga mayor a los 6 meses y un alto porcentaje de disminución del rendimiento (además de descartar otro tipo de enfermedades con efectos similares). Los estudios sobre esta patología ubican como precursores situaciones de excesiva exigencia, signos de agresividad e ideales desproporcionados. Dejours, a partir de sus estudios sobre las actividades monótonas, se pregunta cómo un trabajador podría soportarlas en tanto las rutinas reiterativas son opuestas a la dinámica biológica y psíquica. Dice: “¿Cómo es posible que un individuo normal tolere mentalmente un ciclo de operaciones que dura, como máximo, unos segundos y se repite durante horas, meses, años o toda una vida laboral?”. Esta pregunta expresa con sencillez el drama cotidiano que también podemos apreciar en películas como Tiempos modernos o La clase obrera va al paraíso.

El autor entiende que la tarea realizada no guarda ninguna relación con los deseos o fantasías del sujeto a quien le resultaría imposible la investidura pulsional de su trabajo más allá de la “catexia lateral de su salario”. La consecuencia de esta vida laboral, de la supresión de la actividad psíquica, para lo cual se requiere un excesivo gasto de energía, es la fatiga. Es interesante señalar que Dejours no pone el acento en la carga física sino en la monotonía o en las tareas carentes de interés, observación que lo lleva a concluir que no es el trabajo propiamente dicho lo que agota al sujeto sino la lucha contra la parte más vital de su economía psíquica.Al mismo tiempo destaca que la amputación de la vida psíquica no es fácilmente reversible e, incluso, resultaría tan difícil llegar a ese estado que luego, lejos de abandonarlo, se lo traslada al tiempo libre (a través de exigentes actividades durante los fines de semana o la permanencia pasiva frente al televisor durante largas horas).En un apartado posterior podremos advertir algunas relaciones con la denominada adicción al trabajo pero cabe referir aquí el texto Las neurosis de los domingos de Ferenczi y el comentario de Abraham (1918) sobre el mismo. Este último, destaca las observaciones de Ferenczi sobre aquellos que recurren a la sobrecarga de trabajo para protegerse de las exigencias pulsionales y cita el caso de un militar que padecía síntomas neuróticos durante la inactividad de la trinchera y pedía su traslado al frente de combate.

Finalmente concluye que “cuando tales personas se ven forzadas a la inactividad por una enfermedad o un accidente a menudo la consecuencia es la manifestación de neurosis o el recrudecimiento de la ya existente. En tales casos la tendencia general es relacionar, desde el punto de vista etiológico, la neurosis con la enfermedad, el accidente o lo que haya sucedido en primer término. Pero podemos afirmar que, en muchos casos, durante el período de inactividad forzada la libido se ha impuesto al control del paciente..Otro problema relacionado es el denominado mobbing u hostigamiento psicológico en el trabajo. Uno de los ejemplos de mayor repercusión es el acoso sexual. Básicamente se trataría de un conflicto asimétrico pues la parte que hostiga posee más recursos u ocupa una posición superior a la víctima. En suma, la condición de aparición de estas conductas, en parte, estaría ligada con las formas de gestión de los conflictos por parte de los superiores. Para cerrar este apartado querría mencionar, en último término, los estudios sobre el burn out. Este término, si bien no tiene una expresión análoga precisa en español, suele traducirse como estar quemado o fundido. Su origen data de la década del ´70 cuando H. Freudenberger lo utilizó para describir la sintomatología detectada en aquellos trabajadores que están en relación con personas que sufren (enfermeras, por ejemplo). Kornblit (1996) cita distintos estudios en los cuales se pone de manifiesto que esta forma particular del estrés se encuentra ligada con aquellos profesionales que caracterizan su actividad como un apostolado, por la vocación de servicio y el sacrificio (médicos, docentes, asistentes sociales).


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