Teoria y clinica de las patologias generadas por el desamparo
Autor: Dr. José Cukier  | Publicado:  16/05/2012 | Otras Especialidades , Medicina Preventiva y Salud Publica , Medicina Familiar y Atencion Primaria , Articulos | |
Teoria y clinica de las patologias generadas por el desamparo .20

Sigmund Freud tenía preocupación por la muerte en la época de su envejecimiento, tal como se desprende de los trabajos siguientes. Cuando desarrolló el tema de "El motivo de la elección del cofrecillo", (1913f), trabajo donde despliega la temática del Rey Lear, tenía entonces 57 años. Le preocupaba el tema del poder y la herencia. Al respecto, sugiere el Dr. Horacio Etchegoyen que éste trabajo era contemporáneo a las decisiones de Freud acerca de la creación de la asociación psicoanalítica internacional, pero que que tenía sus incertidumbres acerca del legado. Sus dudas estarían dichas en las palabras de Lear. Dice Freud "[...] La creación de las Moiras es el resultado de la intelección que advierte al ser humano que también él es parte de la naturaleza, y por eso está sometido a la inexorable muerte [...] el hombre viejo en vano se afana por el amor de la mujer [...] solo la [...] callada diosa de la muerte, lo acogerá en sus brazos [...]", p.317.

Schur (op.cit.), opina que en yddisch, idioma que Freud conocía, moira, (mejor dicho "moire"), significa temor y no destino. Se insinúa el miedo, "moire", a la muerte.

En 1914, en carta a Abraham del 25 de Agosto dice "[...] ¿Qué son las esperanzas, qué son los proyectos, hechos por el hombre débil y perecedero [...]", Schur, (op.cit. T. II, p.436). (my italics). Con la cita de Braut von Messina de Shiller se le hace evidente la finitud de la vida.

En su trabajo "De guerra y muerte temas de actualidad", (1915b), termina el ensayo y dice "[...] Si vis vitam para mortem: si quieres soportar la vida, prepárate para la muerte [...]", p. 301, refrendando lo que ya se viene configurando de años atrás. (my italics).

En 1927, cuando Freud tenía 71 años, reflexiona sobre un recuerdo ya lejano, en 1904, cuando se preparaba para ingresar a la cincuentena. Evoca que "siendo ya un hombre maduro" visitó por primera vez la colina de la Acrópolis en Atenas, y el embeleso se le mezcló con un sentimiento de asombro y de incredulidad ante lo que veía, como un intento de desautorizar la realidad. Freud analiza la denegación por culpa ante el padre, y concluye: "[...] parece como si lo esencial en el éxito fuera haber llegado más lejos que el padre [...]". Cuando en 1936, ya anciano, en la carta abierta que le escribe a R. Rolland, (1936a), en ocasión del septuagésimo aniversario de éste, introdujo una prevención acerca de su propia edad y le dice "[...] soy diez años mayor que Ud., mi producción languidece. Lo que en definitiva le ofrezco es el don de alguien empobrecido que 'ha visto antaño días mejores' [...]".

Los años mejores se refiere al recuerdo en la Acrópolis (esos restos empobrecidos de la 'gloria de los Antiguos', que remiten al padre). La dicha, quedó empañada por una 'moción de piedad', y agrega en la carta "[...] Y ahora ya no le asombrará a Ud., que el recuerdo de la vivencia de la Acrópolis me frecuentara desde que, anciano yo mismo, me he vuelto menesteroso de indulgencia y ya no puedo viajar [...]". Freud en la cincuentena, tiene una "moción de piedad", expresión de su identificación con el padre, y al ver las ruinas, deniega la realidad y la dicha. Entonces el interrogante "¿Todo esto existe efectivamente tal como lo aprendimos en la escuela?" puede ser una pregunta proyectada al futuro que podría ser así: ¿Efectivamente nos volvemos viejos, en ruinas?. Esta pregunta es respondida 30 años más tarde; al decirle a Rolland, "[...] anciano yo mismo me he vuelto menesteroso de indulgencia [...]". p. 214- 21, (my italics). En 1904 no quería ver las ruinas a las que está condenado el hombre, y la desdicha que eso produjo en su ánimo, pero ya se estaba configurando en su mente y proyectado como construcción exterior; el espacio sobre el cual se interrogaba. El espacio de la muerte.

En el manuscrito de "La escisión del yo...", (1940e [1938]), que fue terminado el 2 de Enero, y preguntándose sobre el costo de la desmentida recurrió a un dicho "[...] como se sabe solo la muerte es gratis [...]", p.275, referencia al territorio final de la vida individual.

El 22 de Agosto de 1938, en "Conclusiones ideas y problemas", (1941f [1938]) dice; "[...] Mística, la oscura percepción de sí del reino que está fuera del yo, del ello [...]", p.302.

El 16 de Noviembre de 1938, escribió "Antisemitismo en Inglaterra", (1938c), y cita un dicho en francés; "El ruido es para el fatuo/la queja es para el tonto/el hombre honesto engañado/se va sin decir palabra.", p. 303. Referencia a las posibles alternativas de despedirse de la vida; engreimiento, rezongo, honesto silencio. Se inicia el contacto del yo con su núcleo en el ello, el acceso al componente letal, a la pulsión de muerte. De igual manera que en la mística, se progresa en el encuentro con esa nada.

Freud afirma que en el origen, el yo aún no se halla separado del ello, (1923b), y en ese momento el yo solo tiene conciencia del ello. El mundo de las percepciones aún no está investido y no se han constituído las huellas mnémicas. Para que el yo, tenga conciencia del ello, necesita de un contexto empático para que la magnitud pulsional no resulte aniquilante para lo anímico. Se inicia una posición, en la cual en lugar de privilegiarse lo del mundo, se exalta el enlace con los procesos pulsionales, con el núcleo de lo vital. Los vínculos con el mundo se tramitan según el sentimiento oceánico Freud, (1930a), con un sentir que alude a "ser- uno- con- el- todo", parecido a una fase temprana del sentimiento yoico, intentando la recuperación del narcisismo sin límites.

La unión con el ello es proyectada en el exterior. Se genera una exterioridad temporo-espacial por proyección, un espacio anímicamente habitable, nuevo, pero que siempre estuvo, que va preparando el camino hacia momento final de la vida. Al abrigo de un superyó amparador, heredero de los primeros vínculos, se va transformando el territorio ajeno en familiar. Este camino se acerca asombrosamente a los comienzos. La capacidad para reconocer la finitud de la existencia, y aceptando la pena que este descubrimiento produce, es quizá, el logro psicológico más grande.

Cuando se alcanza la certeza de la muerte, el sentimiento oceánico inicial, que se experimenta de manera pasiva y transitoria, se trasmuda en un sentimiento cósmico, Kohut, (op.cit). Este es perdurable, creativo y resultado de una actividad del yo. Finalmente, y solo a veces, se atisba el camino de la sabiduría. Esta implica la aceptación de los límites de las capacidades físicas, intelectuales y emocionales, en una síntesis. Una amalgama de adquisiciones cognitivas, con el enriquecimiento que acompaña a la renuncia de los ideales narcisistas, apoyado en la firme convicción de un sistema de ideales. Es el momento en que se puede vislumbrar el resultado victorioso de la personalidad total, durante la vida.

MUERTE: Desde que se dio cuenta, en la prehistoria, de que no iba a vivir eternamente, la muerte ha sido la preocupación fundamental del hombre y fuente de sus sentimientos de desamparo. Especialmente en la actualidad, la tentación más fuerte de los occidentales es escapar de ella, de modo que, en general, “de eso no se habla”.

Sin embargo, sucede que silenciarla le otorga poder. Vivimos en un clima apocalíptico, pero la muerte no se menciona más que como estadística de guerras y catástrofes, y la mayoría de nosotros, que morirá probablemente en su cama, no tiene el alivio de conocerla un poco más, como anticipo, o de estar familiarizado en parte con ella, que, después de todo, es parte de la vida, y tan común y normal como nacer. Ni sabemos qué hacer cuando alguien cercano muere, más que esconderlo junto con los recuerdos.

Relaciones de la muerte

La muerte es una parte inevitable del proceso vital, tan natural como nacer o crecer, aunque resulta mucho más difícil de afrontar. Cada persona adopta actitudes diferentes ante ella, que pueden ir desde la negación o la evitación de reflexionar sobre un hecho incuestionable, hasta la aceptación existencial. La postura individual del paciente (y de la familia) ante la idea de la muerte, fruto de sus experiencias, sus creencias religiosas y su situación concreta, influirá decisivamente en la forma de afrontar este proceso.

Las siguientes son las distintas interpretaciones del fenómeno de la muerte que ha hecho el hombre a lo largo de su historia:

Separación irreversible del cuerpo del alma: es la concepción filosófica- religiosa, sus orígenes se atribuyen a Platón. En el terreno medico su aplicación es imposible.

Cese irreversible del metabolismo de todas las células del cuerpo: la muerte es entendida en términos biológicos, se iguala la muerte del hombre con la muerte de las células del organismo. El principal criterio diagnostico sería la putrefacción del cuerpo.

Pérdida irreversible del flujo de los fluidos vitales en el organismo: los criterios tradicionales se han basado en este concepto. Pero sin duda existe una gran diferencia entre afirmar que el cese de circulación de sangre oxigenada conduce a la muerte y que la muerte consiste solamente en eso. Esta definición establece las funciones del miocardio y de los pulmones como centro de la vida humana. En la actualidad, estas funciones pueden ser reemplazadas por aparatos mecánicos de soporte vital.

Pérdida irreversible de la capacidad de interacción social: esta definición se basa en que la característica específica del hombre es su capacidad de raciocinio, el ser humano que pierde totalmente las funciones mentales, incluyendo la conciencia, debería considerarse muerto. Las objeciones que pueden hacerse a este concepto son que toma solo la parte mental para definir la muerte, y no la totalidad de mente y cuerpo; y que nuevos contingentes de seres humanos con funciones mentales alteradas, como por ejemplo, los autistas y dementes, deberían considerarse como muertos. Pérdida irreversible de la capacidad para la integración corporal: parte del principio de que cuando un ser humano ha cesado de funcionar como una unidad integrada se ha perdido la característica especifica de la vida humana y la persona ha muerto. El hecho de que ciertos órganos sean capaces de seguir funcionando y sea en el cuerpo mismo, o en una solución de nutrientes, o en el cuerpo de otra persona, es un problema distinto. No es la totalidad del ser humano lo que sigue viviendo, sino parte aisladas que antes formaban una unidad.


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