Intervencion Educativa en promotores de salud sobre desastres y atencion a victimas en masa
Autor: Dr. Roberto Carcasés Guilarte | Publicado:  10/11/2010 | Medicina Preventiva y Salud Publica , Medicina de Urgencias | |
Intervencion Educativa en promotores de salud sobre desastres y atencion a victimas en masa .1

Intervención Educativa en promotores de salud sobre desastres y atención a víctimas en masa. Guatemala 2006.

Dr. Roberto Carcasés Guilarte. Especialista de Primer Grado en Medicina General Integral. Msc. Urgencias Médicas

Dra. María Isabel Durán Cala. Especialista de primer grado en Medicina General Integral. Msc. Atención Integral a la Mujer

Dr. Leandro Guzmán Domínguez. Especialista de Primer Grado en Medicina General Integral. Msc. Urgencias Médicas

Resumen

Se realizó una intervención educativa con el objetivo de incrementar los conocimientos sobre desastres y atención a víctimas en masas en promotores de salud del municipio San Juan Atitán del departamento Huehuetenango. Guatemala. Junio-Noviembre 2006. La muestra fue de 45 promotores. Se caracterizaron según edad, sexo y escolaridad. Se aplicó un cuestionario inicial para precisar nivel de conocimiento y luego aplicar el programa. Calculándose el porcentaje como medida de resumen y el porcentaje de variación como comparación. Predominaron los promotores entre 25 años y 34 años de edad, de escolaridad secundaria y evidente desconocimiento antes de la intervención de los temas tratados, el cual se incrementa con el programa educativo. Incrementar la educación para la salud sobre desastres en la comunidad a través de los promotores de salud y realizar investigaciones que evalúen impacto de los programas de intervención educativa constituyeron las principales recomendaciones.

Introducción

A lo largo de toda la historia, la naturaleza no ha cesado de recordar al hombre su poder destructivo: erupciones volcánicas, incendios, sismos, maremotos. La aparición de estos fenómenos naturales se pierde en la noche de los tiempos y ningún progreso visible de la ciencia será capaz de protegernos eficazmente de ellos en el futuro. Se trata, por consiguiente, de adoptar medidas que limiten, ya que es imposible suprimirlos, los efectos de estos fenómenos. (1)

Los últimos años han demostrado que independientemente de los estudios y predicciones científicas, los cambios climáticos han aportado un elemento muy dinámico en la generación y particularidades de los fenómenos, especialmente hidrometeorológicos, alterando las tendencias estadísticas acerca de los mismos. (1, 2)

Ningún país está exento del impacto de los desastres, y por tanto de sufrir sus consecuencias sobre las comunidades y elementos vulnerables que existan en su territorio. (3) Se hace necesario el conocimiento en cuanto a su variedad, características y frecuencia, sus efectos generales sobre la salud, las medidas de precaución y cómo resolver los problemas inmediatos todo lo cual contribuirá a la preparación para enfrentarlos.

Desde la remota antigüedad hasta los tiempos actuales, sistemáticamente han tenido lugar en diversos lugares del planeta lo que se conceptualiza como “acontecimiento o serie de sucesos de gran magnitud, (4) que afecta gravemente las estructuras básicas y el funcionamiento normal de una sociedad, comunidad o territorio, al ocasionar víctimas y daños o pérdidas de bienes materiales, a la infraestructura y a los servicios esenciales o medios de sustento, a escala o dimensión más allá de la capacidad normal de las comunidades o instituciones afectadas para enfrentarlas sin ayuda”.

Los desastres pueden ser provocados por la Naturaleza: hay regiones donde suceden erupciones volcánicas, deslizamientos y sismos; en otras, sus pobladores sufren por huracanes, maremotos y tormentas de nieve; y numerosas zonas del mundo conocen los terribles efectos de la sequía. (5) También suelen ocurrir a consecuencia de la acción del hombre como los accidentes de todo tipo, desde descarrilamientos y naufragios hasta nucleares y químicos, los incendios, la contaminación y los conflictos bélicos; o por la propagación de enfermedades, como el dengue, el SIDA, el cólera o el virus del Nilo, incluido lo que en los últimos años se conoce por la comunidad internacional como bioterrorismo.

En este siglo XXI, no obstante la evolución del pensamiento humano y los adelantos de la ciencia, continúan los desastres cobrando un alto saldo contra la salud humana en la cifra de personas muertas, lesionadas o traumatizadas desde el punto de vista psicológico. (6, 7)

Los efectos generales que estos tienen sobre la salud dependen del tipo de fenómeno que suceda. Y, por supuesto, los desastres desencadenan una serie de factores estresantes que pueden originar tensión en grado variable en las víctimas.

Pudiera hablarse de la transmisión de enfermedades después de desastres naturales debido a la circulación de agentes infecciosos y parasitarios establecidos en la población afectada antes del desastre, de los cambios ecológicos resultantes de los desastres, del colapso o daño a edificios de servicios públicos de salud, o de la desarticulación en los programas de control de enfermedades. (8) La salud mental es tema a tratar de forma independiente.

No es ocioso señalar que el peligro de que surja una epidemia posterior a un desastre guarda relación con los niveles endémicos de enfermedades en la población, si un agente infeccioso no existía en ella antes de la calamidad, por lo común no hay peligro de que se produzca un brote.9 Por ello, para lograr la supervivencia y la protección de los elementos vulnerables, se impone tomar las medidas que limiten sus nocivos efectos y educar a la población para que pueda ejecutar las acciones preventivas capaces de disminuir los daños. (10)

Los desastres representan un gran problema para todas las instituciones y sistemas de un país; su llegada de forma imprevista condiciona afectaciones económicas y de la salud. En las últimas tres décadas, América Latina y el Caribe han sufrido el impacto de más de 1000 grandes eventos y un número mucho mayor de otros de menor magnitud; se estima que en esta zona ocurre un gran desastre cada 233 días, uno mediano cada 14 días y 5,2 pequeños por día. (11)

A pesar del desarrollo de la humanidad, los desastres son problemas no completamente resueltos. En el análisis tanto de los eventos en sí, como de los ejercicios practicados, con mucha frecuencia se detectan problemas en el proceso de coordinación, pobre capacitación y limitación de recursos.

Muchas vidas se han perdido en situaciones de desastre porque no se movilizaron en tiempo y eficientemente los recursos, el reto planteado es: cuanto más escasos son los recursos más eficientes debe ser la organización. (12)

En los últimos años, Cuba ha puesto especial interés en la organización de planes y capacitación, para las distintas variantes de situaciones de víctimas en masa. El enfoque incluye un proceso de alerta y plan de aviso coherentes, actividades en el lugar del siniestro y la recepción de las víctimas en los centros de salud, basados en procedimientos preestablecidos para la movilización de recursos, y el adiestramiento específico del personal de respuesta en sus diversos niveles e incluye además enlaces entre todos los componentes para una respuesta multisectorial. (13)

Un buen sistema de atención de víctimas, debe incluir todas las instituciones posibles que puedan, en conjunto, brindar la infraestructura para una respuesta eficaz.


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