Acidos biliares totales en heces fecales y su relacion con lesiones del colon
Autor: Dr. Felipe Piñol Jiménez | Publicado:  25/11/2010 | Gastroenterologia | |
Acidos biliares totales en heces fecales. Relacion con lesiones del colon en pacientes cubanos .4

La Academia Nacional de Ciencia de los Estados Unidos, en 1982 (33), presentó un informe donde hacía énfasis en que la dieta es un factor de riesgo importante en la tumorogénesis del cáncer colorrectal (CCR), e incluía una serie de recomendaciones que, en aquellos tiempos, se basaban en la reducción de la ingesta total de grasa. Estudios de cohorte, caso-control y experimentales, con distintos tipos de intervenciones dietéticas (por ejemplo, incrementando el consumo de fibras, frutas y verduras, y disminuyendo la ingesta de grasas o administrando suplementos con una o varias vitaminas o minerales) muestran resultados satisfactorios en la disminución del desarrollo del cáncer colorrectal (CCR) (34-40).

Las investigaciones realizadas no incluyen ensayos clínicos aleatorios, no evalúan por separado el efecto de las grasas y el de las fibras, emplean variables subrogadas y, por tanto, han estado sujetas a sesgo. Sólo la investigación realizada por McKeown-Eyseen y colaboradores (11) sobre la influencia del consumo de grasa en la dieta (menos de 25% de la energía en forma de grasa) y la aparición de recidivas de adenomas colorrectales, concluyó que estos últimos aparecían en proporción similar cuando la grasa no estaba controlada en la dieta.

No obstante, de todo el conjunto de grasas existentes, las investigaciones disponibles apuntan a que el elevado consumo de ácidos grasos insaturados (aceite de semillas y de oliva) supone un factor de protección contra el cáncer colorrectal (CCR), reafirmado en los estudios realizados por Bautista y colaboradores (41) que muestran que el alto consumo de aceite de oliva (monoinsaturado) ofrece una protección frente a los tumores que tienen el oncogén K-ras tipo salvaje. Esta protección se pierde en los tumores que han sufrido una mutación en este mismo oncogén (42). Los ácidos grasos saturados constituyen un riesgo para este tipo de cáncer (1).

Las investigaciones ecológicas sugieren una disminución de la incidencia de cáncer de mama y de cáncer colorrectal (CCR) en las poblaciones que tienen un gran consumo de pescado. Fundamentan este efecto protector del pescado por la presencia de los ácidos grasos ω-3, los cuales aumentan la resistencia celular a la transformación maligna originada por radiaciones u otros agentes, en comparación con los efectos de los ácidos grasos omega-6, que no tienen este efecto protector (43-45).

Los estudios con grasas complejas son menos frecuentes. Respecto a los esfingolípidos, se sabe que sufren una hidrólisis en el tracto gastrointestinal mediante la cual se descomponen en ceramidas y bases esfingoides, que las células utilizan para regular diversas funciones, entre las que se encuentran el crecimiento, la diferenciación y la apoptosis.

Estudios en animales de experimentación han mostrado que el suplemento con esfingolípidos inhibe la carcinogénesis colónica (disminuyendo el número de focos crípticos colónicos aberrantes), además de reducir el colesterol LDL y elevar el HDL. Este efecto antioncogénico es favorable también para las células extracolónicas (46, 47).

Hay reportes de las acciones de las fibras dietéticas sobre la mucosa intestinal que tienen en cuenta sus propiedades fisicoquímicas, señaladas por Trowell y Burtkin (48, 49), entre las que se destacan la capacidad de inhibir la deshidroxilación de los ácidos biliares primarios provocada por las bacterias colónicas, acortar el tiempo del tránsito intestinal y captar e inactivar los ácidos biliares en la luz intestinal.

En 1990, Chean y colaboradores (50, 51) publicaron un trabajo acerca de la acción de la celulosa sobre los ácidos biliares, demostrando que ésta era capaz de captarlos e inactivarlos, mediante una reacción catalítica, que provoca la poliesterificación de los ácidos biliares y los inactiva, lo que impide su agresión sobre la mucosa del colon, efecto terapéutico protector en las enfermedades digestivas relacionadas con niveles elevados de ácidos biliares totales en heces fecales (ABTHF).

Ácidos biliares y su acción tóxica

En 1933, Wieland y colaboradores (52), y Cook y colaboradores (53), fueron los primeros en reportar que el metilcolantreno era un carcinógeno potente en la mucosa del colon. Posteriormente, Fieser y colaboradores (54) lo sintetizaron químicamente al usar ácido cólico (ácido biliar primario) y obtenerlo como uno de sus metabolitos. Estas observaciones fueron las primeras suposiciones que motivaron a plantear que los ácidos biliares son hidrocarburos aromáticos y posibles precursores del cáncer de colon (55), señalado en 1939 por Gheron, con el uso del ácido desoxicólico, según reporta Lacassagne, en 1961 (56).

La bilis es una secreción digestiva, y algunos de sus componentes, como los ácidos biliares y los aniones orgánicos, desempeñan un papel clave en la digestión y la absorción de los lípidos. También se considera como un líquido excretor porque el colesterol, la bilirrubina, los metales pesados y muchos aniones y cationes orgánicos se eliminan a través de ella (15).

El componente principal de la secreción biliar lo constituyen los ácidos biliares, sintetizados en el hígado (en los hepatocitos pericentrales), a partir del colesterol, por un proceso de deshidrogenización y reducción de su núcleo, como consecuencia de una acción de hidroxilación catalizada por la enzima colesterol 7-alfa hidroxilasa, que produce los ácidos biliares primarios: quenodesoxicólico (dihidroxilado) y cólico (trihidroxilado); ambos representan 90% del total de los ácidos biliares contenidos en la bilis. Dentro de la propia glándula hepática, estas sustancias se conjugan con la glicina (3/4 partes) y la taurina (el resto), y constituyen las sales de glicolato y taurocolato, respectivamente, que son más solubles en pH ácido y más resistentes a la precipitación por iones de calcio que los ácidos biliares no conjugados. Desde el punto de vista biológico, la conjugación incapacita a los ácidos biliares para atravesar las membranas celulares (57, 58).

Existen evidencias de que las diferentes enzimas que participan en la síntesis de los ácidos biliares pueden tener deficiencias genéticas que, a su vez, afectan la síntesis normal de los ácidos biliares. Todo esto se expresa clínicamente como enfermedad hepatobiliar presente y letal en los primeros años de la vida, ya que en adultos no se reportan estudios que se refieran a estos trastornos de las enzimas (59, 60).

Los ácidos biliares primarios son secretados hacia el intestino delgado y la mayor parte (85%) se absorbe en el íleon de forma intacta y de manera pasiva retornan al hígado, a través de la circulación enterohepática, donde se reconjugan (figura 1). El resto (15%) comienza a desconjugarse en el íleon y pasa al colon donde completa la desconjugación, por acción de las bacterias anaerobias colónicas, lo cual conduce a la formación de los ácidos biliares secundarios: litocólico, a partir del ácido quenodesoxicólico, y desoxicólico, a partir del ácido cólico. Este último se absorbe en la mucosa colónica y regresa al hígado, se reconjuga y forma parte del ciclo total enterohepático del metabolismo de los ácidos biliares, y el litocólico se excreta a través de las heces fecales (61-63). 

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Figura 1. Circulación enterohepática de los ácidos biliares.



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